instrumentalización de los márgenes: historias y emociones desde dentro del mundo del activismo

por wuwei (natàlia)

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aviso de contenido: abuso de poder instrumentalización de discursos críticos, ejercicio de poder, manipulación, técnicas de dominación, falta de cuidados.

 

El mundo del activismo es donde he conseguido encontrar cierto confort, mi red afectiva, personas que construyen relaciones de forma políticamente más consciente (o que al menos quieren hablarlo y tratarlo); es donde he encontrado mis espacios seguros, las burbujas de supervivencia. Ahora bien, el mundo del activismo también puede llegar a ser un espacio múltiple donde la hipocresía y la violencia se disfracen constantemente de discursos críticos: personas criticando la competitividad llevando a otres a situaciones altamente competitivas y utilizando técnicas de dominación para excluir y borrar, mientras nos llenamos la boca hablando de inclusividad y violencia simbólica. Y no estoy hablando de los hombres machistas en espacios de militancia (esto también lo he padecido): estoy hablando de otras identidades y de otro tipo de representaciones en nuestros feminismos y entornos críticos sobre relaciones  (espacios extendidos también a las redes).

De cara a la galería todo son sonrisas y discursos que quedan y suenan muy bien, pero que se vacían constantemente con el hacer del día a día. Y, finalmente, la objetificación total de una nueva identidad: les fans (tranquiles, esto lo esconderemos diciendo que en espacios críticos no existen estas figuras, que esto va de ser todes horizontales y así no tenemos por qué responsabilizarnos de la idea de que nuestro poder lo consigamos a costa de la fuerza múltiple de estas identidades a las que muchas veces utilizamos, explotamos y objetificamos).

Necesito desahogarme. Pero a la vez también necesito olvidarme de todo esto y dejar atrás estas emociones que me despierta el mundo del activismo. He estado los últimos meses planteándome seriamente dejarlo, totalmente, borrarlo todo, desaparecer y (re)hacer mi vida al margen de todo este mundo que en algunos casos (no siempre) pretende hacernos creer que se preocupa por los márgenes cuando en realidad muy a menudo lo que hace es instrumentalizarlos. Y, aunque dejarlo hubiese sido también una decisión acertada (el auto-cuidado es importante), finalmente he decidido quedarme (otra decisión igual de acertada). Y además, por otro lado, también necesito responsabilizarme, obviamente, porque de nada sirve señalar y hacer creer que todes somos libres de esta farsa.

Sentir hostilidad, invisibilización y borrado, y otras técnicas de manipulación como ghostings, luz de gas, ninguneo… la manipulación, el poder y las técnicas de dominación están en el orden del día en nuestros entornos mientras a la vez no paramos de hablar y criticas las jerarquías, la competitividad, o el consumismo relacional. Es muy difícil convivir con estos mecanismos ya que son muy difíciles de señalar, solamente se sienten, atraviesan, se hacen invisibiles y hablar de ellos se hace muy difícil. Personas, que aunque formen parte de un discurso contra-poder, ejercen (¿y ejercemos?) poder y generan (¿y generamos?) clubs exclusivos donde solamente se aceptan persona que, o bien tienen ‘más’ poder y pueden ayudar a ‘flotar’ más, o bien son personas que se sitúan ‘por debajo’ y ayudan a sustentar a le otre a mantener una posición de poder. Clubs exclusivos donde, quien no juega al juego es expulsade (utilizando, evidentemente, todas las técnicas a las que he hecho referencia anteriormente).

No quiero decir tampoco que el mundo del activismo sea exactamente como el ‘exterior’, el ‘normal’ o exactamente igual que el ‘sistema’ y no se estén realmente construyendo (o intentando construir) alternativas contra-poder: de hecho en este mundo he encontrado muchas personas críticas, espacios de seguridad, he podido respirar de toda la violencia que he vivido fuera de estos entornos, he podido empoderarme de una relación de maltrato y es donde he conocido aquellas personas con las que tengo ahora mismo un vínculo más cercano y a la vez con una sensibilidad política. Pero todo esto no quita que en estos espacios se reproduzcan también mecanismos de ejercicio de poder sobre otres, una reproducción que muchas veces arrastra a muches más. El problema es que esta ‘reproducción’ va disfrazada con un discurso que se hace pasar por revolucionario para apropiarse de espacios críticos.

No obstante, he decidido quedarme: el activismo se ha vuelto un eje principal en mi vida, me ha ayudado a relacionarme de una forma más sensible, más crítica, y autocrítica. No quiero dejarlo, pero tampoco quiero seguir que todo este juego me ahogue. Seguramente algunes pensarán que lo que se tiene que hacer es luchar contra todo esto que está pasando dentro de nuestros círculos, y razón no les falta. Pero también tenemos que medir capacidades, fuerzas, tiempo y energía: tenemos que seguir moviéndonos en el día a día, sobreviviendo en un mundo lleno de violencia, y a muches no nos quedan fuerzas para abrir tantos frentes, con todo el riesgo de vulnerabilizarnos más justo en un entorno donde nuestras vulnerabilidades son menos y son más sostenidas. Es por este motivo que he decidido tomar un cierto tipo de posición que por un lado me permita seguir teniendo energía para poder seguir haciendo activismo que a mi me gusta y me motiva y por otro lado mantener un equilibrio del auto-cuidado y la responsabilidad compartida y colectiva. Esto sí, manteniendo especialmente la auto-crítica y evitando las trampas. Es por este motivo que también siento la necesidad de alejarme emocionalmente de ciertas actitudes y a la vez acercarme un poco más a quien dejamos casi siempre en los márgenes.

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¿por qué hago/hacemos activismo bi/pluri? (intervención en la mesa redonda de enrenou 23S)

por wuwei (natàlia)

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El 23 de Septiembre es el día internacional de la visibilidad bisexual (aunque a mí me gusta llamarlo el día de la lucha contra el monosexismo), y se organizó una mesa redonda el día 25 de Septiembre de 2015 por parte de Enrenou. Ésta fue mi intervención traducida del catalán.

Buenas tarde a todas. Me llamo Natàlia, soy activista bisexual y formo parte del colectivo Enrenou, un grupo de activismo bisexual y de otras identidades plurisexuales. Para las personas que no conozcan el termino plurisexual, es un término que utilizamos para referirnos a todas aquellas orientacions sexuales (o afectivas) donde nos sentimos atraídas por más de un género. Lo que me gustaría poder traer a esta mesa es exponer cual es la necesidad de hacer un activismo bisexual, y por lo tanto partir de la pregunta ‘¿Por qué hago/hacemos activismo bisexual?’. Por esta razón y partiendo de esta pregunta, intentaré explicar cuáles son las problemáticas específicas con las que nos encontramos las personas plurisexuales y bisexuales y a partir de aquí entender el porqué de la necesidad de este activismo.

La norma social, como muchas sabemos, es la heterosexualidad. Todas las personas somos heterosexuales, hasta que alguien nos saca del armario o nosotras mismas lo hacemos. Solo las personas que nos enfrentamos con discriminaciones o violencia de algún tipo tenemos que salir del armario, porque sinó, no nos haría falta salir de ningún lugar que representara un escondite.

Se suele creer que cuando una persona no es heterosexual, por defecto es homosexual (lesbiana o gay). La heterosexualidad se contempla como lo que es ‘correcto’ y ‘bueno’, mientras que la homosexualidad es considerada mala, un error, discriminable, menospreciable y a erradicar. Aun así, considerarse mala y desviada (y por tanto de padecer de violencia y discriminación), se considera como existente. Y ninguna otra opción es habitualmente considerada.

Dentro de este marco, las personas plurisexuales no existimos. La mayor parte del vocabulario diario no nos contempla, y no representa lo que sentimos o con lo que nos identificamos. Pongamos el ejemplo de tener una pareja. ¿Habéis tenido alguna vez una relación bisexual? ¿O habéis visto una pareja y habéis dicho ‘oh, una pareja bisexual’? ¿O habéis encontrado un lugar de ambiente bisexual? Casi siempre se habla de relaciones hetero u homosexuales, o lésbicas, o bien de parejas hetero o parejas gay, siempre cogiendo como referente el género de las personas de la relación. Si voy por la calle de la mano con una mujer llamarán a mi relación como lésbica y automáticamente a mí se me dirá que soy lesbiana, invisibilizando de esta manera la posibilidad de que yo no sea lesbiana, sino bisexual, que es precisamente como me identifico.

Las personas bisexuales tenemos que estar constantemente saliendo del armario, incluso con las personas con las que tenemos relaciones de pareja o sexoafectivas, con toda la violencia que esto representa.

Las discriminaciones que a menudo padecemos parten de este supuesto constante de que no existimos. Pero y ¿qué pasa cuando se habla de nosotras? Las pocas veces que se habla de nosotras, o las coses con las que nos enfrentamos cuando decimos que somos bisexuales, es darnos de narices con los estereotipos con lo que se nos relaciona; ya que no se habla nunca de nosotras, pero cuando se habla es para asignarnos connotaciones socialmente negativas, como por ejemplo, que somos promiscuas, que estamos confundidas, indecisas, que no sabemos lo que queremos que somos inestables… Una asignación que es una trampa. Una trampa porque en el fondo ser promiscua, ser inestable, ser indecisa, estar confundida, solo son negativas por el hecho de estar en una Sociedad patriarcal y capitalista.

Por miedo a sentirnos rechazadas, las personas bisexuales nos sentimos con la presión de negar que somos eso, que cumplimos estos estereotipos, discriminando así a personas de nuestra comunidad que son promiscuas, inestables, confundidas, indecisas… (y que ya están discriminadas por el simple hecho de estar así, sumándonos a esta violencia). Yo durante años estuve haciendo un esfuerzo constante para negarlos, por miedo al rechazo social, hasta que me di cuenta de la violencia que, no solo estaba ejerciendo hacia una parte de la comunidad bisexual, sino incluso a mí misma, obligándome a ser una cosa que no era o que no quería ser. Como por ejemplo, el hecho de no ser monógama, o el hecho de poder estar confundida, o de no saber escoger… ¿cómo no voy a estar confundida e indecisa si vivo en un sistema patriarcal y capitalista competitivo que me obliga a escoger entre dos opciones entre las que no tengo porque escoger, o que me obliga a escoger entre dos relaciones entre las que no tengo porque escoger, o que me obliga a tener un tipo de estabilidad muy concreta que solo está al servicio productivo y reproductivo, o aislada en una unidad familiar, o que me obliga a no poder cambiar, y a tener que ser una misma cosa desde que nazco hasta que muero (con la trampa de que una vez nazco se me asigna lo que tengo que ser sin que yo lo pueda escoger)?

Pues bien, en este marco de la negación de nuestra existencia juntamente con la asignación de estereotipos hace que las discriminaciones que padecemos las personas plurisexuales sean diferentes al tipo de violencia de discriminación más directa, o de violencia más física o verbal; es un tipo de violencia más bien simbólica. Es un tipo de violencia poco visible, palpable, pero que repercutí a la larga en nuestras vides y que tiene consecuencias. Como, pondré algunos ejemplos:

  • Problemas de salud mental, como depresiones o ansiedad, e intentos de suicidio, por el hecho de sentir no encajar, o la presión constante de definirnos de una manera como no nos sentimos.
  • Ser más vulnerables a violencias sexuales, especialmente las mujeres bisexuales por el hecho de ser hipersexualizadas
  • Pérdida de parejas o relaciones sexoafectivas, debido a la falta de confianza en los pactos a los que llegamos con elles (supuestos de que las engañaremos, las dejaremos)
  • Pérdida de puestos de Trabajo, ya que a menudo se nos ve como personas con las que no se puede confiar y poco estables, y por tanto poco responsables
  • Pérdida del soporte familiar

Entre otras. Esto, también, como pasa con todo tipo de discriminaciones, puede acabar afectando al nivel económico y a la clase social (sí, ponemos por caso, que pierdes el soporte familiar, de amistades, pierdes el Trabajo, y padeces de una salud mental más pobre, tienes todos los números de padecer más problemas económicos).

Evidentemente, todas estas problemáticas son muy difíciles de plasmar y de mostrar, ya que es mucho más fácil contabilizar la violencia física o verbal directa, pero no cuando nos encontramos que muchas personas no quieren tener relaciones con nosotras porque somos bisexuales, o que se nos excluye o se desconfía de nosotras cuando denunciamos una violación. Este tipo de violencia simbólica normalmente se puede ver y mostrar a través de estudios e investigaciones específicas, que desgraciadamente no existen en Catalunya ni en el Estado Español, y que de momento solo se han hecho en el Reino Unido, EEUU y Canadá.

Todo esto expuesto es lo que llamamos bifobia y, de forma más extendida como estructura social de poder, monosexismo. Es por todos estos motivos que existe una necesidad de hacer un activismo especifico que tanga en cuenta, no tanto la discriminación que podamos padecer cuando tenemos una relación con una persona del mismo género que nosotras, sino de la discriminación que padecemos por el hecho de ser plurisexuales y sentir atracción hacia más de un género.

Además, y ya para terminar la intervención, en nuestra lucha también se suma la lucha contra el patriarcado, el sexismo, la transfobia y la homofobia, etc, por dos motivos principales. El primer motivo es porque en nuestra comunidad también hay personas trans, también somos mujeres, también padecemos homofobia, y por tanto, nuestra lucha contra el patriarcado, el sexismo, la transfobia y la homofobia, igual que otras opresiones, también son nuestras luchas. Y, además, como segundo motivo, creemos que el monosexismo es una estructura que refuerza las demás estructuras, refuerza el sexismo, refuerza el cisexismo, refuerza el heterosexismo y refuerza el heteropatriarcado en general, y por tanto, luchar contra el monosexismo es indirectamente luchar contra todas estas otras estructuras. Es por esto, que para nosotras es importante la alianza, tanto con los colectivos LGTB como con los feministas.

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salud mental en las personas bisexuales y de otras identidades plurisexuales y el monosexismo como causa: bifobia, erradicación, invisibilización e imperialismo cultural

por wuwei (natàlia)

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En noviembre de 2015 escribí esta ponencia como miembre del colectivo Enrenou para los 27 Encuentros Estatales LGTBI.

Mi nombre es Natàlia Climent, soy activista bisexual y kuirfeminista, y formo parte del colectivo Enrenou, que es un grupo donde hacemos activismo bisexual y de otras identidades plurisexuales. Las identidades plurisexuales son todas aquellas donde existe una atracción sexual y/o afectiva hacia más de un género, entre las que se encuentran, no solamente la bisexualidad, sino también la polisexualidad, la pansexualidad, la skoliosexualidad, la pomosexualidad, entre otras. Lo que desde Enrenou nos gustaría tratar en estos encuentros es la problemática de la salud mental en las personas plurisexuales, ya que muchas veces no se tratan de forma diferenciada de las que puedan haber en el colectivo gay y lésbico, y por tanto no se pueden tratar las especificidades de nuestro colectivo, que no solamente puede padecer en cierta medida de homofobia, sino que también padece de discriminación debido a sentir atracción por más de un género. Quiero añadir, que aunque desde Enrenou no nos gusta hablar solamente de bisexualidad, ni nos gusta invisibilizar otras identidades plurisexuales, que comparten con la bisexualidad el tipo de discriminación y violencia, en esta ponencia solamente hablaré de bisexualidad en muchas ocasiones debido a que los pocos estudios que se han hecho solo se habla de bisexualidad, y no de otras identidades.

Las personas no heterosexuales, debido al estigma, la marginación, la discriminación, y la violencia sufrida, tendemos más a sufrir depresiones, ansiedad, a autolesionarnos, o a intentar el suicidio, que las personas heterosexuales. Según muchos estudios, como por ejemplo los de King et al. (2008), Llhomond y Saurel-Cubizolles (2009), Marshal et al (2011), Ploderl et al. (2013), Warner et al. (2004), McManus et al. (2007) o bien el de Chakraborty et al. (2011), ponen de relieve que existe esta tendencia a sufrir de problemas en el ámbito de la salud mental.

El problema que nos encontramos es que la mayoría de los estudios los datos no distinguen entre las personas homosexuales y las bisexuales o plurisexuales, poniéndolas todas en el mismo saco. Esto ocurre porque se cree que las personas bisexuales padecemos solamente de homofobia y lesbofobia (se cree que solamente padecemos discriminación cuando tenemos relaciones con personas del mismo género), borrando la especificidad de la experiencia bisexual y definiéndola como una experiencia mitad heterosexual y mitad homosexual. Pero la bifobia es una violencia y una discriminación diferenciada de la homofobia y la lesbofobia, y se reproduce por el hecho de que nos sentimos atraídas por más de un género, y no porque tengamos relaciones con personas del mismo género al nuestro. Por poner un ejemplo, cuando a mí se me discrimina por ir de la mano de una persona del mismo género estoy padeciendo, aun siendo bisexual, homofobia o lesbofobia; pero cuando se me discrimina porque puedo sentir atracción hacia varios géneros (como explicaré más adelante) a través de estereotipos, o diciéndome que esto no puede existir, u obligándome a definirme como lesbiana, entonces estoy padeciendo bifobia.

Habitualmente cuando se habla de bifobia se habla de los estereotipos. Los estereotipos de la bisexualidad (como la promiscuidad, la inestabilidad, la confusión, etc) son connotaciones socialmente negativas que ponen a las personas bisexuales en un lugar simbólicamente dañino para la sociedad. Esto no quiere decir que ser promiscua, estar confundida o ser inestable, sean cosas inherentemente malas; pero al ser conceptos que socialmente son discriminables y a la vez se te otorguen por el simple hecho de tu orientación sexual hace que esta asociación pueda sentirse como violenta.

Pero la bifobia no termina aquí. Para que nos hagamos una idea, la bifobia, en forma de discriminación directa, visible solo a través de estereotipos, es solo la punta del iceberg. Es por esta razón que muchas personas utilizamos el concepto del monosexismo, que nos permite entender donde la bisexualidad está estereotipada, prohibida, negada y borrada, y también por qué lo está, y además nos permite ver que todo esto tiene unas consecuencias en, por ejemplo, la salud mental de las personas bisexuales. Definimos el monosexismo como una estructura social que opera bajo la presunción de que todas las personas son monosexuales (heterosexuales o homosexuales) y que sistemáticamente discrimina o borra a todas aquellas que no lo son (como las plurisexuales). Por tanto, el monosexismo, al ser una estructura social, no solamente se expresa en forma de violencia directa, sino también indirecta o simbólica.

Yoshino, en su artículo ‘Epistemic contract of bisexual erasure’ apuntaba que el monosexismo opera bajo la presunción de que la bisexualidad debe ser borrada a través del propio conocimiento cultural. La erradicación de la bisexualidad es un fenómeno social en el que ésta es borrada de cualquier discurso donde pueda ser relevante (como, por ejemplo, en los estudios sobre salud mental, que he señalado al principio), incluso en la esfera privada o cuando una persona sale del armario consigo misma. La erradicación de la bisexualidad es el aspecto más relevante de la estructura monosexista: la mayor parte del tiempo nuestra cultura opera bajo la presunción de que la bisexualidad no existe y no puede existir. Yoshino apuntaba también en su artículo que uno de los motivos de esta erradicación es porque la bisexualidad pone en duda la existencia de la monosexualidad (la heterosexualidad y la homosexualidad), y para que las monosexualidades puedan mantenerse (especialmente la heterosexualidad, que es la que tiene más privilegios), la bisexualidad debe borrarse como posibilidad.

Pondremos un ejemplo simple de esta erradicación. La mayor parte del vocabulario diario no nos contempla, y no representa lo que sentimos o con lo que nos identificamos. Casi siempre que hablamos de relaciones hablamos de relaciones heterosexuales, homosexuales o lésbicas; si voy por la calle de la mano de una mujer dirán que mi relación es lésbica y automáticamente a mí se me dirá que soy lesbiana, invisibilizando de esta manera la posibilidad de que yo no sea lesbiana, sino bisexual, que es precisamente como me identifico.

Como también se comenta en el informe Bisexual Invisibility, de la comisión de derechos humanos de San Francisco, las personas bisexuales experimentamos altas tasas de discriminación, de ser ignoradas o invisibilizadas. A menudo la orientación sexual en sí se considera inválida o irrelevante.

Por tanto, si mezclamos el hecho de que la bisexualidad es estereotipada y además invisibilizada, nos encontramos con lo que Obradors en su artículo ‘Deconstructing biphobia’ describe como el imperialismo cultural: “El imperialismo cultural… tiene un significado paradójico… Por un lado, el imperialismo cultural invisibiliza a un grupo de personas negándoles su existencia. Por el otro lado, este grupo de personas está descrita a la vez a través de un número de prejuicios que crea una imagen clara (y desviada) de ellas.”. Este marco descrito, de la negación de nuestra existencia, junto con la asignación de estereotipos, hace que las discriminaciones que padezcamos las personas bisexuales y plurisexuales sean diferentes al tipo de discriminación directa o violencia física o verbal; es un tipo de violencia más simbólica. Es un tipo de violencia poco visible, palpable, pero que repercute a la larga en nuestras vidas y tiene consecuencias. Una de las consecuencias más frecuentes es en la salud mental de las personas bisexuales y plurisexuales en general.

En Marzo de 2011, la comisión de derechos humanos de San Francisco (cuerpo gubernamental de los EEUU) recogió datos de diferentes estudios de EEUU, Reino Unido y Canadá donde se tenía en cuenta a la bisexualidad de forma diferenciada en un informe llamado ‘Bisexual Invisibility’. Algunos de los resultados que se reflejan son:

Las personas bisexuales experimentaban mayores disparidades en la salud que el resto de población, incluyendo más probabilidad de sufrir depresiones y desórdenes de ansiedad y ánimo (Miller et al., 2007; Steele et al., 2009)

Las mujeres bisexuales mostraban tasas significativamente más altas en mala salud en general y de angustia más frecuente que las lesbianas y las heterosexuales, especialmente en áreas urbanas, donde las mujeres lesbianas podían encontrar un respaldo en una comunidad, pero no las mujeres bisexuales. Además, las mujeres bisexuales eran un 64% más propensas a padecer un trastorno alimentario, un 37% más propensas a autolesionarse, un 26% más propensas a sentirse ansiosas o nerviosas, comparado con las lesbianas (Fredriksen-Goldsen, et al., 2010).

Las personas bisexuales tenían más tendencia al suicidio: 9.6% de las mujeres heterosexuales, 29.5% de las mujeres lesbianas y el 45.4% de las mujeres bisexuales; 7.4% de los hombres heterosexuales, el 25.2% de los hombres gays, y el 34.8% de los hombres bisexuales (Brennan et al., 2010; Steele et al.; 2010)

Por desgracia no tenemos estudios específicos en el estado español sobre la salud mental de las personas plurisexuales y no podemos mostrar cuales son los efectos de la bifobia y el monosexismo aquí. Teniendo en cuenta lo presentado y expuesto cabe esperar que haya diferencias específicas en la salud mental de las personas plurisexuales. Es por esta razón que desde Enrenou creemos que estos estudios son necesarios e importantes. Es más, los resultados de estos estudios deben tenerse en cuenta para dejar de erradicar nuestras experiencias, nuestras identidades y las violencias simbólicas a las que nos enfrentamos cada día. Creemos también que en el ámbito de la salud mental las profesionales tienen que sensibilizarse con nuestras experiencias, ya que si somos una población vulnerabilizada de esta manera, y específicamente por nuestra orientación no monosexual, los tratamientos que recibamos tendrían que tratar este tema con especial atención.

Referencias

Brennan, D.J., Ross, L.E., Dobinson, C., Veldhuizen, S., Steele, L.S. (2010). Men’s sexual orientation and health in Canada. Canadian Journal of Public Health, 101: 3, 255-258

Chakraborty, A., McManus, S., Brugha, T.S. (2011). Mental health of the non-heterosexual population of England. British Journal of Psychiatry 198(2):143.8

Fredriksen-Goldsen, K.I., Kim, H., Barkan, S.E., Balsam, K.F., Mincer, S.L. (2010). Disparities in health-related quality of life: a comparison of lesbians and bisexual women. American Journal of Public Health, 100(11), 2255-2261

King, M., Semlyen, J., Tai, S.S., Killaspy, H., Popelyuk, D., Nazaret, I. (2008) A systematic review of mental disorder, suicide, and deliberate self harm in lesbian, gay and bisexual people. BMC Psychiatry8:70.

Llhomond, B., Saurel-Cubizolles, M.J. (2009). Sexual orientation and mental health: a review. Revue d’Epidemiologie et de Sante Publique 57:e44-58

Marshal, M.P., Dietz, L.J., Friedman, M.S., Stall, R., Smith, H.A., McGinley, J., Thoma, B.C., Murray, P.J., D’Augelli, A.R., Brent, D.A. (2011). Suicidality and depression disparities between sexual minority and heterosexual youth: a meta-analytic review. Journal of Adolescent Health 49:115-23

McManus, S., Meltzer, H., Brugha, T., Bebbington, P., Jenkins, R. (2007). Adult psychiatric morbidity in England, 2007: results of a household survey. Leeds: NHS Information Centre for Health and Social Care.

Miller, M., André, A., Ebin, J., Bessonova, L. (2007). Bisexual health: an introduction and model practces for HIV/STI prevention programming. National Gay and Lesbian Task Force Policy Institute, the Fenway Institute at Fenway Community Health, and BiNet USA.

Obradors, M. (2010). Deconstructing biphobia. Journal of Bisexuality 11:2-3

Ploderl, M., Wagenmakers, E.J., Tremblay, P. (2013). Suicide risk and sexual orientation: a critical review.Archives of Sexual Behaviour 42:715-27

San Francisco Human Rights Comission LGBT Advisory Committee (2011) Bisexual Invisibility: Impacts and Recommendations. San Francisco, California.

Steele, L.S., Ross, L.E., Dobinson, C., Veldhuidzen, S., Tinmouth, J.M. (2009). Women’s sexual orientation and health: results from a Canadian population-based surve. Women & Health; 49:5, 353-367

Warner, J., McKeown, E., Griffin, M., Johnson, K., Ramsy, A., Cort, C., King, M. (2004). Rates and predictors of mental illness in gay men, lesbians and bisexual men and women: results from a survey based in England and Wales. British Journal of Psychiatry 185:479-85

Yoshino, K. (2000). Epistemic contract of bisexual erasure. Stanford Law Review 52(2) p. 353

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monosexual por defecto

per wuwei (natàlia)

en castalà aquí.

Este artículo lo escribí y se publicó en la directa el 23 de setiembre de 2015 (día de la visibilidad bisexual). Podeis ver el artículo original en catalán aquí.

Hace unos meses se publicó el artículo “Hetero hasta que se demuestre lo contrario” en el que la autora mostraba la suposición de que todas las personas somos heterosexuales y como esto genera un marco simbólico en el que las personas homosexuales (lesbianas y gays) sufren invisibilización y lo que podríamos llamar discriminación. Este tipo de discriminación, o violencia simbólica, no es nombrada directamente de este modo en el texto; aun así me gustaría recalcar y utilizar estos conceptos ahora para mostrar que el heterosexismo (estructura que privilegia a las personas heterosexuales y que las coloca en una posición jerárquica) no siempre se reproduce en forma de violencia o discriminación directa (homofobia), sino que se expresa de muchas formas estructuralmente violentas. El artículo, con el cual estoy de acuerdo en muchas de las partes, es, en cierto modo, una buena visibilización de una problemática importante y es positivo mostrarlo, pero me gustaría poder ampliarlo para mostrar también una parte que no refleja.

La heterosexualidad es la orientación que se nos designa por defecto. Como pasa con todas las características que gozan de privilegios (ser blanca, ser hombre, ser cis, no tener diversidad funcional, etc…) la heterosexualidad es “la norma”. Ciertamente, todas las personas somos heterosexuales hasta que se demuestra lo contrario, que es en situaciones concretas como cuando salimos del armario o cuando “nos pillan” con una persona del mismo género. Este es uno de los muchos privilegios de la heterosexualidad: el hecho de no tener que afrontar la violencia que supone salir del armario, la discriminación, ya que no se tiene que salir de ningún lado. Pero, qué pasa con las personas que no somos monosexuales?

Monosexual es un término que utilizamos para referirnos a las personas con una orientación o identidad sexual y/o afectiva donde sólo se siente atracción por un género. Las monosexualidades más conocidas son la heterosexualidad i la homosexualidad. Por defecto, cuando no somos identificadas como personas heterosexuales se nos identifica como homosexuales. Existen muchos motivos por los que esto sucede, y todo ellos están directamente ligados a una estructura que privilegia las monosexualidades y que oprime a todas aquellas personas que no somos monosexuales (como, por ejemplo, las bisexuales). Esta estructura es el monosexismo, una estructura que funciona de forma diferente al heterosexismo y que está también ligado al patriarcado al reforzar el sexismo. A las personas siempre se nos supone monosexuales hasta que nosotras, con esfuerzo, conseguimos demostrar que no lo somos. Esta es una de las principales características del monosexismo: nosotres tenemos que estar constantemente demostrando que no somos monosexuales porque socialmente no existimos. Incluso saliendo del armario se nos continua relacionando con un armario.

El monosexismo, como todas las estructuras de poder, viene acompañado de una simbología que lo caracteriza. Nuestro vocabulario, nuestra forma de expresarnos, es monosexista por defecto. La forma en que se nos ha enseñado desde pequeñes a leer las relaciones y las orientaciones del resto de personas, es monosexista. Pongamos por ejemplo el hecho de ver a una persona que parece tener una relación con otra persona. Automáticamente leemos la orientación sexual de estas dos personas en referencia a cómo son leídos sus géneros: si lo que vemos nos parecen dos mujeres, las leeremos como lesbianas; si nos parecen dos personas de dos géneros diferentes, como heterosexuales. Las expresiones “relación heterosexual” y “relación homosexual” son fórmulas monosexistas que imponen la monosexualidad y que esconden la posibilidad de que las personas que forman parte de esta relación tengan una orientación o identidad que sea la heterosexual o la homosexual, cerrando la opción de que tengan una identidad plurisexual como polisexual, pansexual, bisexual o skoliosexual (entre otras), y de que, además, sus géneros no sean binarios (hombre o mujer).

Las violencias específicas a las que nos enfrentamos las personas no monosexuales acostumbran a formar parte de un conjunto de violencias muy simbólicas: la no posibilidad, la no existencia, el que te asignen estereotipos por defecto (y que sintamos la necesidad de negarlos oprimiendo así a una parte de nuestra comunidad que los reproduce que tiene todo el derecho de hacerlo, como podrían ser las personas promiscuas, lo las que estén confundidas), el hecho de vernos envueltas en un vocabulario que no nos representa y ser leídes como una suma, división, resta o multiplicación, siempre de dos estados con los que no nos identificamos.

El hecho que llamemos “simbólica” a este tipo de violencia, no la hace menos “violenta”, pero si mas difícil de mostrar, ver y detectar. Al fin y al cabo, la violencia simbólica se traduce a la larga en problemas de salud física y mental, depresiones, ansiedad, intentos de suicidio, ser más vulnerable a violencias sexuales, tener menos cobertura e información específica en ITS o en salud que pueda afectar de forma diferente a las personas que tenemos relaciones con más de un género, problemas relacionales, pobreza, tener menos acceso a lugares de trabajo, pérdida de puestos de trabajo, pérdida del soporte familiar y/o las amistades, pérdida de relaciones de pareja o afectivosexuales, exclusión, etc… La violencia simbólica es también característica de todas la estructuras: como he comentado al principio del texto, el heterocentrismo lo es y acaba reproduciendo también consecuencias devastadoras y que sólo se pueden demostrar a través de estadísticas.

Si, es cierto que siempre se supone la heterosexualidad hasta que se demuestra lo contrario. Pero, ¿qué es lo contrario? Cuando piensas o dices que lo contrario de heterosexual es homosexual estás imponiendo la monosexualidad por defecto, una reproducción monosexista (y que omite a otras monosexualidades menos conocidas). Lo “contrario” a la heterosexualidad es la no heterosexualidad, y esto es múltiple. Hablar de lo contrario como una cosa singular es patriarcal, opresor y discrimina a muchas posibilidades. Las estructuras que nos oprimen siempre nos asignan una única opción válida y, por tanto, la imposibilidad de la variedad, de la heterogeneidad. Es más, la expresión “hasta que se demuestre lo contrario” es en sí misma opresiva dado que las personas plurisexuales estamos siempre obligadas socialmente (incluso por parte de personas homosexuales) a tener que demostrar que existimos. Sinceramente, ante toda esta simbología monosexista que me rodea, me resulta “imposible” “demostrar” mi bisexualidad, porque incluso cuando decido ir de la mano con dos personas de géneros diferentes, se me dice que estoy confundida o que todavía no he sabido escoger y que algún día, cuando “crezca”, me decidiré. Así que, si en algún momento alguna persona cae en que no soy heterosexual, lo más probable es que piense que soy lesbiana. Y al contrario… ¿cuántas veces me habrán acusado de acceder al privilegio heterosexual aun cuando hace más de 15 años que me identifico como no heterosexual? De hecho, podríamos decir que en algunos entornos se me impone la heterosexualidad sobre mis decisiones, voluntades o posibilidades, aun cuando he “demostrado” que no lo soy. O sea, que mi vida consiste, básicamente, en una lectura binaria constante de demostraciones de lo que nunca soy.

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deconstruyendo los discursos hegemónicos y científicos de la orientación sexual: desorientación, fluidez, inestabilidad y confusión como actos revolucionarios (I – estructuras de poder y monosexismo)

por wuwei (natàlia)

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El mes de Abril de 2016 se celebraron las I Jornadas Desorientadas en Madrid. En esas jornadas di una charla sobre monosexismo, su discurso y de como se ha construído este discurso. El audio de la charla lo tenéis aquí (aviso de contenido del audio: lenguaje cisexista e intersexfóbico debido a estar explicando el discurso médico entorno a las orientaciones). Esta es la primera parte. La segunda la podéis leer aquí, la tercera aquí, la cuarta aquí, la quinta aquí y la sexta aquí.

El contenido escrito de la charla, un poco más arreglado y extendido, lo iré colgando en el blog, por partes. Ésta es la primera parte donde hablo de estructuras de poder y de monosexismo.

Estructuras de poder

Hay muchas formas de explicar o definir qué es una estructura de poder. Una estructura de poder es algo muy difícil de explicar. Yo voy a intentar dar una definición/explicación, pero se podrían dar otras o ampliarla.

Una estructura de poder es un sistema que estructura a la sociedad de una forma directa e indirecta. Es algo que está en nuestro lenguaje, en nuestra lógica construida socialmente, en nuestra forma de expresar, ver, o pensar, que lo que hace es por defecto hacer de algunas cosas ‘normas’ (lo que llamamos ‘normal’), que suelen facilitarle más la vida a las personas que se adecuan a esas normas (a las que llamamos personas con ‘privilegios’), y a complicarlas a quien no se adecuan a ellas (a las que llamamos personas ‘oprimidas’). Además, lo que hacen es que muchas más personas pasen y se adecuen a esas normas por falta de alternativas.

Una estructura de poder se puede comparar con la imagen de un iceberg, en la que la punta es la violencia visible (violencia física o verbal, por ejemplo), pero que debajo se esconde la parte más grande y menos visible de la estructura, donde se hallan el lenguaje, la lógica, la forma de ver, expresar, o pensar, que reproduce violencia simbólica y estructural.

Y aunque se llame simbólica a este tipo de violencia, no la hace menos violenta, sino más invisible y menos reconocible, y que tiene consecuencias en la vida de las personas oprimidas, como por ejemplo, puede afectar a la salud mental, a nuestras relaciones, etc.

Las estructuras de poder se viven, se sienten, te atraviesan, y son difíciles de expresar, ya que la expresión por defecto es la que sigue la lógica que privilegia en la estructura.

Estructuras de poder existen muchas. Algunos ejemplos son: el sexismo/machismo, está el heterosexismo (donde la parte más visible del iceberg sería lo que llamamos homofobia), está el cisexismo (donde la parte más visible es la transfobia), está el racismo, entre otras.

Cada una de ellas tiene sus particularidades, sus diferencias, no creo que sean comparables, que una sea más importante que la otra, sino que cada una funciona de formas distintas, y en cada contexto se expresan de formas distintas y se sienten de formas distintas. O sea, que son contextualizables. Además, muchas están relacionadas entre sí y se refuerzan. Haciendo, de esta forma, que todo el sistema se refuerce a sí mismo.

Monosexismo

El monosexismo es una estructura de poder. Primero voy a dar algunas definiciones. Llamo ‘monosexual’ a la persona que se siente atraída por solamente un género. Las monosexualidades más conocidas son la heterosexualidad y la homosexualidad. Por otra parte, plurisexual es un término paraguas que estamos usando últimamente en el activismo para referirnos a aquellas orientaciones o identidades donde hay una atracción hacia más de un género, como pueden ser la bisexualidad, la pansexualidad, la polisexualidad, la skoliosexualidad, entre otras. También hay personas que no sienten identificarse en ninguno de estos términos pero que no se identifican tampoco con las monosexualidades y que pueden verse también afectadas por el monosexismo.

El monosexismo es esa estructura de poder que supone que las personas por defecto somos monosexuales y por tanto privilegia a éstas y oprime y discrimina a las personas que nos sentimos atraídas hacia más de un género, como somos las plurisexuales. La bifobia y la panfobia serían lo que quedaría situado en la parte visible del iceberg, pero el monosexismo es mucho más complejo que esto.

El monosexismo es una estructura muy simbólica, y que por eso cuesta tanto de mostrar, o de hablar de ella. Se sustenta sobre todo en la idea de que las personas plurisexuales no existimos, y que los dos únicos estados reales son las dos monosexualidades (evidentemente una más importante que la otra, ya que no se ve igual a la heterosexualidad que a la homosexualidad). Y, a parte de la invisibilidad o no existencia, se han creado también estereotipos a nuestro alrededor. Pero no nos engañemos, ya que estos estereotipos son precisamente la consecuencia de nuestra no existencia. Ya que, como no existimos, nuestras experiencias y vivencias se expresan siempre como combinación de las dos monosexualidades. Por eso, por ejemplo, se dice que somos promiscues e hipersexuales, ya que al ser la suma de dos estados, somos el doble de sexuales. Se dice que estamos confundides y somos inestables, porque se nos lee como personas que vamos cambiando entre dos estados. Se dice también de nosotres que no sabemos lo que queremos, que somos traidores e infeccioses. Y todo recae en la idea de vernos como combinación de dos estados que tendrían que estar separados (precisamente por el hecho de ser jerárquicamente opuestos). O sea, el ‘bueno’ y el ‘malo’.

Y la violencia simbólica es muy difícil de percibir, pero aún así tiene sus consecuencias. En el caso, por ejemplo, del monosexismo, existen unos índices más elevados de intentos de suicidio, autolesión, depresión, ansiedad, por el sentimiento de no poder entenderse o definirse a través de los parámetros sociales definidos. También podemos perder nuestros trabajos, ya que al vernos como personas inestables no se confía en nosotres. También perdemos relaciones sexoafectivas o de pareja por vernos como traidores y que no cumpliremos con los pactos a los que llegamos. También tenemos un riesgo más elevado de padecer violencia sexual, especialmente las mujeres, al ser más hipersexualizadas; como también ocurre que puede que no se confíe en nosotres cuando denunciamos una violación. Y, un largo etcétera.

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