plurisexualidades y estereotipos V: bisexualidad y promiscuidad, brechas a la monogamia y al consumo relacional

por wuwei (natàlia)

en català aquí.

Este texto es el quinto de un conjunto de textos que he escrito alrededor de los estereotipos asignados a las personas bisexuales y plurisexuales como herramientas de empoderamiento y reapropiación. El primero lo podéis encontrar aquí, el segundo aquí, el tercero aquí, el cuarto aquí y el sexto y último aquí.

Este texto lo escribí y se publicó en El Salto el 7 de Enero. Podéis ver el original aquí . 

Aviso de contenido: monosexismo, bifobia, panfobia, estereotipos, promiscuidad, consumo relacional, consumo sexual, monogamia

Las personas bisexuales (y de otras plurisexualidades, como las pansexuales) estamos en constante lucha contra un montón de estereotipos que se nos asignan. De hecho la violencia que solemos recibir es bastante simbólica y rodeada de muchos misterios a resolver; muchas veces imposible de detectar, y por tanto muy difícil de luchar contra ella. Una violencia que, aun siendo simbólica, acaba afectando mucho nuestras vidas, como por ejemplo a nuestra salud mental, a la pérdida de relaciones afectivas, a la inestabilidad laboral (y por tanto económica) y/o, en el caso específico de las mujeres y personas femeninas, a una exposición más grande a la violencia sexual.

Uno de estos muchos estereotipos es el de la promiscuidad (juntamente con la inestabilidad, la indecisión, la infección o la traición). Muchas reaccionamos delante de un estereotipo como éste negando la posibilidad de que las personas bisexuales podamos ser promiscuas (también llamándolo “mito”, como si fuera irreal), e incluso lo hacemos aquellas que lo podríamos ser o que lo hemos sido. Negando la posibilidad de la promiscuidad en las plurisexualidades estamos negando una buena parte de personas de nuestra comunidad, o a nosotras mismas. Y no solamente las negamos, sino que muchas veces las responsabilizamos de la violencia que recibimos y de la propia asignación de un estereotipo como éste, especialmente si eres mujer: “por culpa de las mujeres bisexuales promiscuas, al resto se nos señala también como promiscuas y acabamos padeciendo un montón de violencia sexual”. Una gran estrategia del patriarcado para desviar la atención de quien realmente es responsable del machismo y las violaciones: la culpa, como siempre, de la víctima.

Todos los estereotipos de las plurisexualidades se han construido alrededor de la mirada monosexual: según esta mirada solamente existen dos estados posibles, el heterosexual y el homosexual, y todo lo que salga de estas dos posibilidades se expresará como combinación de ellas. Mirada dual, mirada monosexista. De esta manera, entre todas las combinaciones posibles, las personas bisexuales somos vistas como el doble de sexuales, ya que somos la suma de la sexualidad de cada uno de los estados considerados como existentes: somos la suma de la sexualidad de una persona heterosexual y la de una persona homosexual, somos el doble de sexuales. De aquí proviene el estereotipo de nuestra promiscuidad.

Vista de esta forma, ¿no parece la orientación sexual una herramienta de consumo sexual? Si siendo heterosexual consumes X y siendo homosexual Y, es obvio que siendo bisexual consumirás X+Y (además suponiendo una mirada totalmente binaria del género). El capitalismo relacional ha tenido también influencia en la construcción conceptual de una cosa como es la orientación sexual (como lo ha tenido con el género, la raza, las capacidades, etc).

A través de su mirada, las personas nos convertimos en objetos que tienen que ser deseados y utilizados para la satisfacción de quien nos mira (tanto sea para convertirla en una pareja, como simplemente en un consumo de otro tipo, en este caso sexual). Dentro de esta visión, la orientación sexual es la herramienta a través de la cual nos dirigimos a las demás para consumirlas. Y si no, ¿de dónde salen expresiones como “te gusta tanto el pescado como la carne”? (Expresión que no solamente denota consumo, sino además es extremadamente especista).

Quiero, no obstante, diferenciar el consumo sexual de la promiscuidad o del hecho de tener relaciones sexuales con personas con quien no se mantienen relaciones afectivas de ningún tipo; el consumo tiene que ver con el proceso de objetificación y de no consideración de la otra persona como un ser que también desea y que puede tener voluntades propias que se tienen que tener en cuenta más allá de las nuestras, tiene que ver con el respeto de los consentimientos y con el cuidado y responsabilidad de cómo nos relacionamos con alguien o como nos alejamos de alguien. Se pueden tener relaciones “sólo” sexuales y/o de corta duración sin que sean de consumo (igual que se pueden tener relaciones no sexuales y de larga duración que sean de consumo emocional o intelectual). Es muy fácil caer en la trampa sexófoba de culpar a las personas que tienen relaciones sexuales fuera de lo que se ha estipulado como una cantidad “normal” y señalarlas como responsables del consumo sexual, de la misma manera que querer culpar a las bisexuales promiscuas de la violencia sexual ejercida sobre todas las mujeres bisexuales.

El consumo relacional y sexual va muy ligado a la monogamia, otra estructura muy paralela al monosexismo y que también pone la mirada a unas formas muy concretas de relacionarnos. La monogamia nos dice que solamente nos podemos sentir atraídas por una persona; el monosexismo por un género. La monogamia nos dice que cuando nos sentimos atraídas por una persona esta atracción y este tipo de relación tiene que cumplir todas nuestras necesidades: románticas, afectivas, sexuales, etc. El monosexismo nos dice que tenemos que sentir atracción romántica, afectiva, sexual, estética, etc, hacia un solo género. La monogamia nos dice que si nos “gustan” dos personas tenemos que escoger, igual que hace el monosexismo donde tienes que escoger un solo género. La monogamia nos dice que tener relaciones sexuales y románticas con más de una persona es exceso, llamándola promiscuidad y cargándola de conceptos negativos. El monosexismo nos dice que si tienes relaciones sexuales y románticas con más de un género eres… promíscua.

La orientación sexual ha sido una herramienta (entre muchas) que se ha sumado a la monogamia para poder perpetuar el matrimonio patriarcal monógamo entre un hombre y una mujer (a través de una asignación de género al nacer) que se unen para tener descendencia (una descendencia propiedad del hombre). En este marco es donde se construyeron todo de teorías científicas e imaginarios sociales para crear los dos roles de género duales y totalmente diferenciados donde existía una complementariedad: dos géneros que se buscaban uno a otro y una vez se habían encontrado ya no necesitaban nada más para completarse.

Las teorías científicas “arreglaron” el problema de la homosexualidad encajándola en la enfermedad, donde la complementariedad se buscaba en el mismo género asignado ya que psicológicamente se era del género “equivocado” (contrario desde el punto de vista dual). De esta manera, la bisexualidad (y obviamente el resto de plurisexualidades) se borraría para poder mantener la monogamia (como también el privilegio heterosexual): imaginémonos tener que aceptar, según estas teorías de la complementariedad, a seres que necesitasen a más de un género para completarse… tiraría por tierra todas las teorías, así como también la monogamia. De aquí también sale el estereotipo de la promiscuidad, juntamente con nuestra no-existencia ya que las teorías intentaron borrarnos y erradicarnos. Según la monogamia monosexista somos unas promiscuas no existentes: muy contradictorio pero este punto de vista atraviesa constantemente nuestras vidas.

La existencia de las personas bisexuales pone en cuestión la monogamia a través de un estereotipo como el de la promiscuidad. Esto es una brecha a las estructuras. Este cuestionamiento, no es solamente sobre la obligatoriedad en la cantidad de relaciones románticas y sexuales que podemos tener, sino también cuestiona a toda la estructura y el consumo sexual del que hablaba al principio. Se nos lee como promiscuas porque existiendo ponemos en peligro la imposición de una forma relacional insensible y jerárquica. La monogamia no nos permite tejer relaciones horizontales ni solidarias, sensibles a nuestras necesidades, deseos, ni a las estructuras que nos atraviesan. De esta manera ponemos en valor todo aquello que la monogamia y el capitalismo relacional nos quitan: un mundo relacional sensible y que nos tiene en cuenta a todas desde nuestra multiplicidad, nuestras diferencias y nuestras responsabilidades hacia las otras.

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ser una mala bisexual en tiempos de bisivilización

por wuwei (natàlia)

en català aquí.

Aviso de contenido: monosexismo, normativización, asimilación, instrumentalización, estructuras de poder, capacitismo, neurocapacitismo, sexofobia (slut-shaming), mención de cisexismo, lenguaje capacitista (uso del sufijo –fobia para hablar de violencia estructural)

 

Se acerca el 23 de Setiembre, día internacional para la visibilización de la bisexualidad, y tiemblo al pensar en las campañas que muchas activistas habrán estado preparando: una demostración constante de nuestra “normalidad” a través de mensajes como “las bisexuales no somos promiscuas”, “las bisexuales no somos inestables”, “las bisexuales sabemos lo que queremos”, o perlas como “somos 100% bisexuales”. Sé que todos estos mensajes y estas campañas las hacen activistas que dedican mucho tiempo y amor a lo que hacen y reconozco el trabajo que supone hace un activismo que es muy negado y marginado dentro de los colectivos LGBTI+. Tengo mucha estima a muchas de estas personas, así como también necesito decir que esto que estoy haciendo no pretende ser un ataque hacia ellas, sino más bien hacia el sistema que nos lleva a tener que defendernos de esta manera. Es, por tanto, un proceso de autocrítica interna hecha desde el afecto que tengo hacia todas aquellas con las que comparto opresión monosexista y activismos.

Tengo que reconocer que todo este discurso que pretende hacernos más aceptables socialmente es el que ha hecho que durante los últimos años me haya identificado mucho menos con la bisexualidad, porque siento que me excluye y no siento encajar en este ser 100% capaz de sobrevivir en este sistema patriarcal y capitalista. Hemos intentado muchas radicalizar una identidad como esta, reapropiándonosla, intentando hacerla nuestra, diferente, desmedicalizarla, etc; pero es una lucha invisible al lado de campañas que lo que hacen finalmente (sin que sea esta la intención) es marginar a muchas bisexuales que son/somos promiscuas, inestables, que pasamos fases, que no sabemos lo que queremos o que no encajamos en un sentimiento 100% puro de alguna cosa, en vez de luchar contra lo que no nos permite vivir, opinar, sentir, compartir.

No entraré en batallas absurdas diciendo que la bisexualidad es binaria y tránsfoba, mi crítica no va hacia aquí, y si cada vez me identifico menos con ella no es precisamente por este motivo. La transfobia se reproduce según como quieras definir tu misma tu orientación o identidad, no en la identidad en sí misma. Y en tu actitud cuando te relacionas, obviamente. Tampoco quiero decir que las demás plurisexualdiades, como son la pansexualidad, polisexualidad, omnisexualidad, escoliosexualidad, etc, sean bífobas, ya que es una lucha que proviene del mismo sistema que nos oprime: el que nos quiere divididas, el que nos quiere distraídas en peleas internas para no tener tiempo para luchas contra él. Es más, todas estas “peleas” son debidas al mismo monosexismo que nos obliga a definir nuestras orientaciones alrededor del género y que nos obliga a expresarnos con términos que nos excluye y que forman parte de un paradigma que es puramente monosexual. Yo, de hecho, me identifico como polisexual y como bisexual (no entraré en más detalles de los motivos porque el artículo no va sobre definir identidades ni explicar el porqué yo me identifico con unas y no con otras), y mis “identidades” son más bien cambiantes, políticas, desorientadas, confundidas y más sensibles que estáticas. Prefiero enfocarme en luchar contra las estructuras que en enfatizar y realzar identidades concretas.

El monosexismo se basa en la erradicación de cualquier opción no monosexual (en la que te puedes sentir atraída hacia más de un género): no puede existir nada fuera del binario hetero/homosexual. De esta manera se consigue que no pueda existir nada que pueda confundir la barrera que tiene que haber entre la heterosexualidad y la homosexualidad para que así la heterosexualidad siga manteniendo su privilegio: si aceptamos la existencia de plurisexualidades no se puede demostrar la existencia de la heterosexualidad como algo estático, puro y único. De esta manera, conceptualmente, las plurisexualidades se han construido como combinación de las dos monosexualidades, leyéndonos, por tanto, como suma de dos sexualidades (por eso se nos hipersexualiza y se nos atribuye el estereotipo de la promiscuidad), como saltando entre dos estados (por esto se nos ve como confundidas y que no sabemos lo que queremos o que estamos en una fase), o como combinación de dos orientaciones (por esto se nos dice que somos 50% heteros y 50% homosexuales).

Delante de esto el activismo bisexual más visible lo que hace es básicamente negar los estereotipos que nos otorgan, juntamente con “visibilizarnos” para combatir la erradicación. ¿Pero qué resultado obtenemos de todo esto? ¿Quién se beneficia más de este tipo de campañas y activismo? ¿Cómo es que (misteriosamente) este sea el activismo bisexual más aceptado dentro de un activismo hegemónico LGBTI+ que hasta hace muy poco negaba nuestra propia existencia, incluyendo nuestra discriminación y opresión?

Hasta no hace muchos años la negación de nuestra existencia y nuestra discriminación era el pan de cada día dentro de los grupos LGBTI+. Hace 15 años tenía casi prohibida la palabra “bifobia” dentro del colectivo donde me movía. En la mayoría de grupos la B se incorporó hace poco más de 10 años, y no fue una lucha fácil. Todavía, de hecho, se niega en muchos entornos, aunque ya no es un pensamiento tan aceptado de cara al exterior. Ahora todas se suman a hacer campañas para el 23 de Septiembre, y a abanderarse (muchas veces desde el privilegio monosexual) de la lucha contra la bifobia. Pero no nos engañemos mucho porque parte de este proceso ha concluido en una normativización, en una asimilación y en una instrumentalización por parte de estos colectivos hacia nosotras, ya que las personas bisexuales o plurisexuales seguimos siendo utilizadas solamente como ítem exótico: seguimos sin tener voz, seguimos necesitando nuestros espacios de seguridad fuera de estos grupos, seguimos siendo invisibles en jornadas, y a la vez se nos utiliza para llenar programas pero solamente como lavado de cara o como forma de hacer creer que se nos tiene en cuenta.

En este proceso ha sido donde toda nuestra energía ha ido a parar en hacernos más aceptables socialmente, para que también se nos aceptara en estos grupos. ¿Quién quiere a unas promiscuas inestables? ¿Quién nos querrá si seguimos aceptando que se puede estar confundida? ¿Quién nos quiere incapaces o discapacitadas en nuestras decisiones? Es así como poco a poco hemos ido convirtiendo nuestro activismo en una lucha para la aceptación, en la construcción de una identidad estática y súper estable, 100% ella, 0% todo aquello que la pueda hacer menos asimilable.

Pero en este proceso hemos dejado atrás a compañeras, a personas que también padecen el monosexismo, y que además padecen también otras estructuras. Hemos dejado la transversalidad de lado, hemos dejado de luchar contra un sistema para pasar a aplaudir la discriminación a la promiscuidad, a la confusión, a la discapacidad en la decisión o la inestabilidad. Hemos creado una barrera dentro de nuestro colectivo (como suele pasar siempre): una barrera que separa entre las “buenas” bisexuales y las “malas” bisexuales. Lo peor de todo es que las que son acusadas de malas bisexuales son también aquellas que les atraviesan otras estructuras y que, por tanto, padecen todavía más discriminación. Las mismas jerarquías siempre se acaban colando en todos los sitios.

Yo durante años intenté ser una muy buena bisexual, negué muchas partes de mí. Durante tiempo procuré hacerme ver cómo querían que fuera, para no sentir que yo era la culpable o responsable de la violencia que padecíamos. Me costó años, y una buena entrada de discurso crítico, darme cuenta de que yo no era la responsable de la violencia que recibía, que yo no era la culpable de que las personas plurisexuales se las estereotipara por el simple hecho de reproducir ese estereotipo, y que la responsabilidad era estructural y de todas aquellas personas que desde el privilegio procuraban que día tras día yo no olvidara que mi valor, mi sentir, mi poder para decidir sobre mi vida, dependía más de ellas que de mí.

Obviamente que se nos asignen estereotipos por defecto solamente por el hecho de ser bisexuales o plurisexuales es violencia estructural y es monosexismo. Pero afirmar que no somos de una manera concreta no es muy diferente a asignarnos estereotipos: también es una imposición de una forma de ser, además atravesada por una expectativa social que nos normativiza. Por tanto, esta negación no deja de ser una reproducción monosexista también. Las personas plurisexuales podemos ser (y somos) de muchas maneras, y no por este motivo menos merecedoras de ser o estar. Las promiscuas, las confundidas, las que no sabemos lo que queremos o las que pasamos por fases también somos plurisexuales.

 

imagen: puntos de libro (y plantillas) de la Colectiva Desorientada (I Jornadas Desorientadas en Madrid)

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