salud y dieta: cómo moverme por espacios donde no se contempla mi realidad

por wuwei (natàlia)

en català aquí.

 

[imagen: zanahorias peladas y cortadas puestas en vertical sobre un soporte de plástico para cortar. De fondo se ven unas manos pelando y cortando naranjas y naranjas peladas sobre otro soporte de plástico para cortar. En medio se ve un pelador con pieles de las zahanorias.]

 

Aviso de contenido: mención de comida y de TCA, dieta, restricciones, capacitismo, problemas de salud, mención de problemas de salud mental y automaltrato, mención de gordofobia

 

Cuando tenía dieciocho años empecé a tener un problema de salud que, justo la primera vez que me rompió con algunos de sus fuertes síntomas, en seguida supe que sería crónico. No sé por qué, supongo que noté de alguna manera que eso que estaba sintiendo no acababa allí mismo y que seguiría persiguiéndome durante años. Y así fue. Ya arrastraba bastante problemas de salud mental (especialmente debido al neurocapacitismo, el machismo y el monosexismo que padecía) que me habían llevado a maltratar mi cuerpo de forma bastante extrema y sin ningún tipo de consideración. Mi cuerpo decidió, de esta manera, pedirme una tregua, un descanso. Mi cuerpo con estos fuertes síntomas que me incapacitaban en muchos contextos, me obligó a mirarme con más afecto, aun el sufrimiento que justo empezaba y que haría que los siguientes años me obsesionara en encontrar una solución que tardó diez años en llegar.

Durante diez años estuve yendo a médicos que nunca me encontraban nada y siempre atribuían todo lo que me pasaba a la ansiedad y a los “nervios” (como lo llamaban ellos). La solución que me daban: relájate. Y ya está. Mil pruebas (algunas duras), y nada. Pero después de unos diez años dando vueltas y encontrándome cada vez peor (hasta el punto de tener mucha dificultad para salir de casa), llegué a la solución. Descubrí lo que me pasaba buscando millones de veces por internet una combinación de síntomas que los médicos me habían dicho que no estaban relacionados y no tenían nada que ver entre ellos. Sé que se burla bastante de quien busca síntomas por internet para autodiagnosticarse, pero se ignora que muchas personas padecemos de problemas que no son tan fácilmente detectables o reconocidos; para muches el autodiagnóstico a través de herramientas como internet, las redes, etc, son la única vía para encontrar lo que nos pasa, entendernos o identificarnos con otras personas que padecen lo mismo. A mí esto me salvó. Encontré una lista de síntomas muy larga que cuadraban mucho con todo lo que me pasaba, y decidí ir directa a la nutricionista que colgaba esa información en su página.

Después de tres años de tratamiento a base de dieta, suplementos nutricionales y paciencia, conseguí llegar a un equilibrio sintomático al que pensaba que nunca llegaría. Lo que me “arregló” no fue ningún medicamento, sino una dieta: una larga lista de alimentos a evitar, y algunas recomendaciones extra alimentarias y pautas, juntamente con algunas adaptaciones a mi condición específica personal que fui aprendiendo con la experiencia y el tiempo. Esa dieta me salvó la vida, lo llevo sintiendo desde hace tiempo. Pasar de no poder casi moverme, estar siempre cansada, padecer síntomas digestivos diarios que me incapacitaban para hacer vida fuera de casa, a poder tener lo que la gente llama una vida “normal”, poder salir de casa, pensar, leer, hacer ejercicio físico, relacionarme (dentro de los límites de mi ansiedad social, obviamente), y hacerlo sin dolor ni cansancio.

No obstante, no he llegado nunca a obtener una total “curación”, sino un equilibrio que se deshace cuando dejo de seguir esta dieta. Y, aunque mi problema cuando sigo la dieta lo tengo controlado, saltármela puede comportar que vuelva toda la sintomatología que durante muchos años me incapacitó diariamente: todo tipo de síntomas digestivos, dolor corporal, fatiga, dolor de garganta, más facilidad para ponerme enferma, problemas de piel, empeoramiento de la depresión, más ansiedad de lo habitual, somnolencia, sensación de resaca por las mañanas, entre otros.

Debido a todo esto, moverme por muchos espacios me es muy complicado, porque la mayoría de las veces cuando hay comida o estoy allí para comer, casi nada es apto para que yo pueda comer. Y esto lo puedo confirmar solamente cuando sé cuáles son los ingredientes de la comida preparada que hay, ya que la mayoría de las veces ni tan siquiera tengo acceso a saberlo, un requisito que para mí es indispensable. La cantidad de restricciones alimentarias juntamente con la insensibilidad que tenemos a la hora de preparar espacios con comida para las personas con estas limitaciones, hacen que finalmente la probabilidad de que pueda comer sea baja o bien me acabe saltando la dieta la gran mayoría de las veces.

Por otro lado, cada vez que voy a un espacio y como diferente al resto o a la mayoría de la gente, o bien intento explicar que necesito seguir na dieta para que se tenga en cuenta, recibo un montón de preguntas muy invasivas y que me hacen sentir incómoda (por qué como distinto, qué problema tengo, cómo es que lo tengo, etc), donde tengo que acabar explicando partes de mi vida que no me apetece compartir, sobre todo porque me siento obligada a hacerlo por la circunstancia; también podría decir que no quiero responder pero la gente no suele tomárselo muy bien y esto me hace sentir atrapada entre dos respuestas que no tengo ganas de vivir. Imaginaos, por ejemplo, cuando el encuentro es de más de veinte personas, la cantidad de veces que me tengo que encontrar en esta situación en un intervalo corto de tiempo me dispara totalmente la angustia. Esto hace que muchas veces no explique que sigo una dieta, y no decir que sigo una dieta implica que no se tenga en cuenta y que, por tanto, acabe también saltándomela en estos casos, bajo el riesgo de encontrarme peor.

Finalmente, una situación habitual con la que me encuentro es la sensación de autocastigo cuando, por el motivo que sea, necesito o quiero saltarme esta dieta (porque tengo un trastorno de la conducta alimentaria y ansiedad, porque me siento baja de carbohidratos y decido comer cereales que no puedo comer, o simplemente porque ese día me apetece  mucho comer alguna cosa que no me va bien y tomo la decisión personal de comerlo sabiendo las consecuencias para mi cuerpo). Siento una presión muy grande para no saltármela cuando estoy con personas que saben que sigo la dieta y que me ha costado mucho que la tengan en cuenta (o simplemente me ha costado mucho explicárselo). Siento que si me la salto hará que se me tenga menos en cuenta a partir de ese momento, o que se me criticará.

Existe en muchos de nuestros espacios una crítica muy contundente contra las dietas (una crítica que comparto por la presión que tenemos muches para tener que adelgazar, especialmente aquelles a quien les atraviesa la gordofobia). No obstante, la crítica, tal como se lleva muchas veces, borra que no todas las dietas son iguales, no todas se basan en una restricción en el número de calorías o son para adelgazar, y algunes las podemos estar necesitando. Algunas veces me han dicho que en este caso utilice otras palabras distintas a “dieta” para diferenciarla. Pero después de haber probado otras formas de llamarla sigo sintiendo que “dieta” es lo que más encaja: ésta, igual que cualquier dieta, afecta toda mi vida, muchas de mis decisiones, donde voy, con quien me relaciono, incluso cómo me relaciono con mi trabajo, etc. Creo que el problema no es la palabra que utilizo, sino más bien la insensibilidad sobre un tipo de no-privilegio bastante poco reconocido y que va ligado a los problemas de salud y a las discapacidades.

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salud mental en las personas bisexuales y de otras identidades plurisexuales y el monosexismo como causa: bifobia, erradicación, invisibilización e imperialismo cultural

por wuwei (natàlia)

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En noviembre de 2015 escribí esta ponencia como miembre del colectivo Enrenou para los 27 Encuentros Estatales LGTBI.

Mi nombre es Natàlia Climent, soy activista bisexual y kuirfeminista, y formo parte del colectivo Enrenou, que es un grupo donde hacemos activismo bisexual y de otras identidades plurisexuales. Las identidades plurisexuales son todas aquellas donde existe una atracción sexual y/o afectiva hacia más de un género, entre las que se encuentran, no solamente la bisexualidad, sino también la polisexualidad, la pansexualidad, la skoliosexualidad, la pomosexualidad, entre otras. Lo que desde Enrenou nos gustaría tratar en estos encuentros es la problemática de la salud mental en las personas plurisexuales, ya que muchas veces no se tratan de forma diferenciada de las que puedan haber en el colectivo gay y lésbico, y por tanto no se pueden tratar las especificidades de nuestro colectivo, que no solamente puede padecer en cierta medida de homofobia, sino que también padece de discriminación debido a sentir atracción por más de un género. Quiero añadir, que aunque desde Enrenou no nos gusta hablar solamente de bisexualidad, ni nos gusta invisibilizar otras identidades plurisexuales, que comparten con la bisexualidad el tipo de discriminación y violencia, en esta ponencia solamente hablaré de bisexualidad en muchas ocasiones debido a que los pocos estudios que se han hecho solo se habla de bisexualidad, y no de otras identidades.

Las personas no heterosexuales, debido al estigma, la marginación, la discriminación, y la violencia sufrida, tendemos más a sufrir depresiones, ansiedad, a autolesionarnos, o a intentar el suicidio, que las personas heterosexuales. Según muchos estudios, como por ejemplo los de King et al. (2008), Llhomond y Saurel-Cubizolles (2009), Marshal et al (2011), Ploderl et al. (2013), Warner et al. (2004), McManus et al. (2007) o bien el de Chakraborty et al. (2011), ponen de relieve que existe esta tendencia a sufrir de problemas en el ámbito de la salud mental.

El problema que nos encontramos es que la mayoría de los estudios los datos no distinguen entre las personas homosexuales y las bisexuales o plurisexuales, poniéndolas todas en el mismo saco. Esto ocurre porque se cree que las personas bisexuales padecemos solamente de homofobia y lesbofobia (se cree que solamente padecemos discriminación cuando tenemos relaciones con personas del mismo género), borrando la especificidad de la experiencia bisexual y definiéndola como una experiencia mitad heterosexual y mitad homosexual. Pero la bifobia es una violencia y una discriminación diferenciada de la homofobia y la lesbofobia, y se reproduce por el hecho de que nos sentimos atraídas por más de un género, y no porque tengamos relaciones con personas del mismo género al nuestro. Por poner un ejemplo, cuando a mí se me discrimina por ir de la mano de una persona del mismo género estoy padeciendo, aun siendo bisexual, homofobia o lesbofobia; pero cuando se me discrimina porque puedo sentir atracción hacia varios géneros (como explicaré más adelante) a través de estereotipos, o diciéndome que esto no puede existir, u obligándome a definirme como lesbiana, entonces estoy padeciendo bifobia.

Habitualmente cuando se habla de bifobia se habla de los estereotipos. Los estereotipos de la bisexualidad (como la promiscuidad, la inestabilidad, la confusión, etc) son connotaciones socialmente negativas que ponen a las personas bisexuales en un lugar simbólicamente dañino para la sociedad. Esto no quiere decir que ser promiscua, estar confundida o ser inestable, sean cosas inherentemente malas; pero al ser conceptos que socialmente son discriminables y a la vez se te otorguen por el simple hecho de tu orientación sexual hace que esta asociación pueda sentirse como violenta.

Pero la bifobia no termina aquí. Para que nos hagamos una idea, la bifobia, en forma de discriminación directa, visible solo a través de estereotipos, es solo la punta del iceberg. Es por esta razón que muchas personas utilizamos el concepto del monosexismo, que nos permite entender donde la bisexualidad está estereotipada, prohibida, negada y borrada, y también por qué lo está, y además nos permite ver que todo esto tiene unas consecuencias en, por ejemplo, la salud mental de las personas bisexuales. Definimos el monosexismo como una estructura social que opera bajo la presunción de que todas las personas son monosexuales (heterosexuales o homosexuales) y que sistemáticamente discrimina o borra a todas aquellas que no lo son (como las plurisexuales). Por tanto, el monosexismo, al ser una estructura social, no solamente se expresa en forma de violencia directa, sino también indirecta o simbólica.

Yoshino, en su artículo ‘Epistemic contract of bisexual erasure’ apuntaba que el monosexismo opera bajo la presunción de que la bisexualidad debe ser borrada a través del propio conocimiento cultural. La erradicación de la bisexualidad es un fenómeno social en el que ésta es borrada de cualquier discurso donde pueda ser relevante (como, por ejemplo, en los estudios sobre salud mental, que he señalado al principio), incluso en la esfera privada o cuando una persona sale del armario consigo misma. La erradicación de la bisexualidad es el aspecto más relevante de la estructura monosexista: la mayor parte del tiempo nuestra cultura opera bajo la presunción de que la bisexualidad no existe y no puede existir. Yoshino apuntaba también en su artículo que uno de los motivos de esta erradicación es porque la bisexualidad pone en duda la existencia de la monosexualidad (la heterosexualidad y la homosexualidad), y para que las monosexualidades puedan mantenerse (especialmente la heterosexualidad, que es la que tiene más privilegios), la bisexualidad debe borrarse como posibilidad.

Pondremos un ejemplo simple de esta erradicación. La mayor parte del vocabulario diario no nos contempla, y no representa lo que sentimos o con lo que nos identificamos. Casi siempre que hablamos de relaciones hablamos de relaciones heterosexuales, homosexuales o lésbicas; si voy por la calle de la mano de una mujer dirán que mi relación es lésbica y automáticamente a mí se me dirá que soy lesbiana, invisibilizando de esta manera la posibilidad de que yo no sea lesbiana, sino bisexual, que es precisamente como me identifico.

Como también se comenta en el informe Bisexual Invisibility, de la comisión de derechos humanos de San Francisco, las personas bisexuales experimentamos altas tasas de discriminación, de ser ignoradas o invisibilizadas. A menudo la orientación sexual en sí se considera inválida o irrelevante.

Por tanto, si mezclamos el hecho de que la bisexualidad es estereotipada y además invisibilizada, nos encontramos con lo que Obradors en su artículo ‘Deconstructing biphobia’ describe como el imperialismo cultural: “El imperialismo cultural… tiene un significado paradójico… Por un lado, el imperialismo cultural invisibiliza a un grupo de personas negándoles su existencia. Por el otro lado, este grupo de personas está descrita a la vez a través de un número de prejuicios que crea una imagen clara (y desviada) de ellas.”. Este marco descrito, de la negación de nuestra existencia, junto con la asignación de estereotipos, hace que las discriminaciones que padezcamos las personas bisexuales y plurisexuales sean diferentes al tipo de discriminación directa o violencia física o verbal; es un tipo de violencia más simbólica. Es un tipo de violencia poco visible, palpable, pero que repercute a la larga en nuestras vidas y tiene consecuencias. Una de las consecuencias más frecuentes es en la salud mental de las personas bisexuales y plurisexuales en general.

En Marzo de 2011, la comisión de derechos humanos de San Francisco (cuerpo gubernamental de los EEUU) recogió datos de diferentes estudios de EEUU, Reino Unido y Canadá donde se tenía en cuenta a la bisexualidad de forma diferenciada en un informe llamado ‘Bisexual Invisibility’. Algunos de los resultados que se reflejan son:

Las personas bisexuales experimentaban mayores disparidades en la salud que el resto de población, incluyendo más probabilidad de sufrir depresiones y desórdenes de ansiedad y ánimo (Miller et al., 2007; Steele et al., 2009)

Las mujeres bisexuales mostraban tasas significativamente más altas en mala salud en general y de angustia más frecuente que las lesbianas y las heterosexuales, especialmente en áreas urbanas, donde las mujeres lesbianas podían encontrar un respaldo en una comunidad, pero no las mujeres bisexuales. Además, las mujeres bisexuales eran un 64% más propensas a padecer un trastorno alimentario, un 37% más propensas a autolesionarse, un 26% más propensas a sentirse ansiosas o nerviosas, comparado con las lesbianas (Fredriksen-Goldsen, et al., 2010).

Las personas bisexuales tenían más tendencia al suicidio: 9.6% de las mujeres heterosexuales, 29.5% de las mujeres lesbianas y el 45.4% de las mujeres bisexuales; 7.4% de los hombres heterosexuales, el 25.2% de los hombres gays, y el 34.8% de los hombres bisexuales (Brennan et al., 2010; Steele et al.; 2010)

Por desgracia no tenemos estudios específicos en el estado español sobre la salud mental de las personas plurisexuales y no podemos mostrar cuales son los efectos de la bifobia y el monosexismo aquí. Teniendo en cuenta lo presentado y expuesto cabe esperar que haya diferencias específicas en la salud mental de las personas plurisexuales. Es por esta razón que desde Enrenou creemos que estos estudios son necesarios e importantes. Es más, los resultados de estos estudios deben tenerse en cuenta para dejar de erradicar nuestras experiencias, nuestras identidades y las violencias simbólicas a las que nos enfrentamos cada día. Creemos también que en el ámbito de la salud mental las profesionales tienen que sensibilizarse con nuestras experiencias, ya que si somos una población vulnerabilizada de esta manera, y específicamente por nuestra orientación no monosexual, los tratamientos que recibamos tendrían que tratar este tema con especial atención.

Referencias

Brennan, D.J., Ross, L.E., Dobinson, C., Veldhuizen, S., Steele, L.S. (2010). Men’s sexual orientation and health in Canada. Canadian Journal of Public Health, 101: 3, 255-258

Chakraborty, A., McManus, S., Brugha, T.S. (2011). Mental health of the non-heterosexual population of England. British Journal of Psychiatry 198(2):143.8

Fredriksen-Goldsen, K.I., Kim, H., Barkan, S.E., Balsam, K.F., Mincer, S.L. (2010). Disparities in health-related quality of life: a comparison of lesbians and bisexual women. American Journal of Public Health, 100(11), 2255-2261

King, M., Semlyen, J., Tai, S.S., Killaspy, H., Popelyuk, D., Nazaret, I. (2008) A systematic review of mental disorder, suicide, and deliberate self harm in lesbian, gay and bisexual people. BMC Psychiatry8:70.

Llhomond, B., Saurel-Cubizolles, M.J. (2009). Sexual orientation and mental health: a review. Revue d’Epidemiologie et de Sante Publique 57:e44-58

Marshal, M.P., Dietz, L.J., Friedman, M.S., Stall, R., Smith, H.A., McGinley, J., Thoma, B.C., Murray, P.J., D’Augelli, A.R., Brent, D.A. (2011). Suicidality and depression disparities between sexual minority and heterosexual youth: a meta-analytic review. Journal of Adolescent Health 49:115-23

McManus, S., Meltzer, H., Brugha, T., Bebbington, P., Jenkins, R. (2007). Adult psychiatric morbidity in England, 2007: results of a household survey. Leeds: NHS Information Centre for Health and Social Care.

Miller, M., André, A., Ebin, J., Bessonova, L. (2007). Bisexual health: an introduction and model practces for HIV/STI prevention programming. National Gay and Lesbian Task Force Policy Institute, the Fenway Institute at Fenway Community Health, and BiNet USA.

Obradors, M. (2010). Deconstructing biphobia. Journal of Bisexuality 11:2-3

Ploderl, M., Wagenmakers, E.J., Tremblay, P. (2013). Suicide risk and sexual orientation: a critical review.Archives of Sexual Behaviour 42:715-27

San Francisco Human Rights Comission LGBT Advisory Committee (2011) Bisexual Invisibility: Impacts and Recommendations. San Francisco, California.

Steele, L.S., Ross, L.E., Dobinson, C., Veldhuidzen, S., Tinmouth, J.M. (2009). Women’s sexual orientation and health: results from a Canadian population-based surve. Women & Health; 49:5, 353-367

Warner, J., McKeown, E., Griffin, M., Johnson, K., Ramsy, A., Cort, C., King, M. (2004). Rates and predictors of mental illness in gay men, lesbians and bisexual men and women: results from a survey based in England and Wales. British Journal of Psychiatry 185:479-85

Yoshino, K. (2000). Epistemic contract of bisexual erasure. Stanford Law Review 52(2) p. 353

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