más allá de lo que llamamos «responsabilidad afectiva»

por wuwei (natàlia)

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contenido: monogamia, estructura monógama, consumo relacional 

En la monogamia el concepto de la responsabilidad en las relaciones está muy asociada a las relaciones de pareja e íntimamente ligada a la fidelidad monógama (sexual, económica, de proyectos, crianza, etc), donde existe un tipo de pacto implícito de responsabilidad mutua donde existe un supuesto apoyo hacia el otro en cuanto se hace el “sacrificio” de no compartir ciertos aspectos de nuestra vida con otres (aunque las responsabilidades en la relación son diferentes según el género, y también el supuesto sacrificio y fidelidad se reparten de forma desigual). Romper con este tipo de fidelidad comporta abrirse a un abanico muy grande de posibilidades, pero a la vez también comporta dejar un vacío muy grande en como entendemos la responsabilidad en las relaciones, para acabar finalmente borrándola, ya que coloca a estas relaciones en una posición muy parecida a aquella en la que se pone a las relaciones de amistad o que no caen en el vínculo de pareja, familiar tradicional o el del trabajo (un vínculo estructuralmente capitalista). Es por este motivo que el consumismo relacional es tan fácilmente reproducible en las no-monogamias, y es uno de los grandes problemas del pensamiento liberal cuando hablamos de relaciones. Es en este contexto donde se puede generar mucha violencia relacional invisible y donde, por tanto, se ha creado la necesidad de hablar más de temas como la responsabilidad. 

Desde hace un tiempo se está compartiendo mucho el concepto de la “responsabilidad afectiva” para intentar romper con este liberalismo/individualismo y recalcar que la responsabilidad no es solamente individual, sino que lo que haces no solamente te afecta a ti misme y que tenemos una responsabilidad hacia las demás personas a través de cómo nos relacionamos y como nos vinculamos.  Así se pueden construir otras maneras de relacionarnos que rompan con el individualismo con el que normalmente se abordan algunas no-monogamias. Tenemos una responsabilidad con nuestros afectos. Aunque en algún momento he visto aparecer por las redes alguna versión de este concepto bastante individualista definiéndola como la responsabilidad que tenemos en no afectar con “nuestros problemas emocionales” a les demás, esta versión no es la mayoritaria, por suerte, y es la excusa con la que típicamente las personas más privilegiadas se han desresponsabilizado de sus relaciones. 

No obstante, sobre esto ya hay muches que están hablando y creo que no siento la necesidad de añadir mucho para intentar explicar que somos responsables de cómo nos relacionamos y cómo afectamos a las personas. Sobre esto está lleno este blog sin tener que usar este concepto concretamente. Solamente siento una falta, que no es pequeña para mí, y es sobre quien se aplica este concepto, sobre qué tipo de relaciones y sobre cuáles no. Y de aquí la necesidad de escribir este texto. El problema es que no me acabo de sentir del todo cómoda con cómo se utiliza este concepto haciendo énfasis en el “afectiva” como eufemismo para acabar casi siempre hablando, en realidad, de lo romántico y/o sexual (aunque a veces quien utilice el concepto en sí no lo esté asociando solamente a este tipo de relaciones). Muchas veces se enfatiza que este tipo de responsabilidad se tiene que aplicar en las relaciones sin “etiquetas” o sin un compromiso explícitamente de pareja, pero se sobreentiende la mayoría de veces que estamos hablando de relaciones sexuales o que tienen algún componente sexual y/o romántico: o sea, relaciones sexoafectivas no etiquetadas, fluidas o “rollos” sexuales. Casi nunca se habla de amigues, de compañeres, de aquelles con quien compartes proyectos o espacios

Pocas veces se habla o se entiende que las relaciones tradicionalmente de amistad se incluyen. Socialmente parece como si el resto de tipo de relaciones no necesiten de responsabilidad, o bien se da por supuesto que existe por defecto. Por tanto, nos encontramos que, aun ser un paso adelante para romper con discursos liberales de las relaciones, deja fuera todas aquellas relaciones que ya se dejaban fuera de toda responsabilidad también en la monogamia y se sigue dejando la puerta abierta al consumo en este tipo de relaciones. 

Ser responsables de nuestras relaciones implica aceptar y reconocer que nos estamos relacionando múltiplemente y que fuera de la pareja o de las relaciones sexuales también nos estamos diariamente sustentando, ayudando, cuidando, viviéndonos y atravesándonos. Y si no lo sentimos o no lo vemos es porque tenemos suficientes privilegios como para que muchas de nuestras necesidades se nos den por defecto socialmente sin que ni lo tengamos que percibir. Hablar de responsabilidad “afectiva” sin hablar de todo tipo de relaciones donde se comparte cierto tipo de afecto, o bien, digámoslo claramente, obviar la responsabilidad relacional también más allá de lo que consideramos “afecto”, es olvidarnos de que la responsabilidad es social y es muy amplia. Si no, ¿qué quiere decir relacionarnos con nuestro entorno? No somos seres aislados que solamente nos vinculamos a través del afecto o de lo romántico o sexual. Hablar de relaciones es hablar de vínculo con lo que nos rodea, es hablar de inter-dependencia (o intra-dependencia), y es, por tanto, hablar de responsabilidad mutua con todo lo que nos rodea, sea a través del tipo de relación que sea. O a lo mejor lo que tendríamos que hacer es, simplemente, ampliar el propio concepto de afecto

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¿qué se esconde detrás de las relaciones no-serias?

por wuwei (natàlia)

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Aviso de contenido: objetificación y consumo relacional

Quiero empezar diciendo que no soporto desde hace mucho tiempo las expresiones “relación seria” o “relación no seria”. Al principio era más bien una reacción visceral, emocional, a la que no le había asignado ningún tipo de reflexión, ni había entendido el motivo por el cual me removía tantas cosas dentro de mí. Sabía, eso sí, que tenía alguna relación también con lo que sentía por la expresión “sólo una amistad” (este “sólo” siempre me ha molestado). Y, de hecho, la experiencia en el mundo de las relaciones me confirmaba constantemente este rechazo que sentía hacia todas estas expresiones.

La expresión “relación seria” a menudo hace referencia a una relación de pareja, donde hay un vínculo romántico, de referencia, principal y donde el compromiso se basa buena parte con la limitación de los vínculos fuera de la relación, con un tipo de exclusividad compleja que va más allá de la exclusividad sexual (de cuidados, de tiempo, de las cosas que se comparten, como la economía, la crianza, la vivienda o las respectivas familias de origen). “Yo no quiero nada serio” sería la típica frase que te dice alguien que está buscando un tipo de relación que no es la que pensamos como pareja. En realidad se suele decir cuando lo que buscamos es un simple rollo, algo “sólo” sexual y sin las “complicaciones” de una relación amorosa romántica con un cierto grado de “compromiso”. Que conste que las comillas no las pongo de decoración, sino para cuestionar el contexto y cómo se utilizan estos conceptos.

A menudo se relaciona la seriedad de una relación con la cantidad de compromiso que tenemos en ella. Pero en este contexto cuando se piensa en “compromiso” se piensa en un tipo de compromiso que nos viene impuesto cuando pensamos en relaciones. La mayoría de las veces cuando se piensa en ello se relaciona el compromiso con la fidelidad, entendida de la forma más monógama: no tener relaciones sexuales ni románticas con otras personas (o limitarlas de alguna forma), priorizar a aquella persona por delante de cualquier otra relación y además muchas veces acompañado de algún tipo de sacrificio. O sea, se piensa el compromiso especialmente como un sinónimo de exclusividades, que no sólo son sexuales, sino que van más allá, como comentaba en el inicio del texto.

¿Pero qué ocurre cuando no existe el compromiso? Normalmente, se presenta por defecto un binario bastante extremo: o nos relacionamos a través de un compromiso implícito, jerárquico y opresor, o bien nos encontramos en un vacío de consumo relacional y de objetificación (también opresor, pero de otro tipo). Por esto, cuando una persona repite que no busca nada serio, normalmente acaba perpetuando este tipo de relaciones objetificadas y de consumo (no solamente consumo sexual, también muchas veces de consumo emocional). La propia expresión cae por su propio peso, porque no querer tratar a una persona de forma seria significa no tenerla en cuenta ni creer que sus problemas y voluntades no son importantes (te impliques o no en ellos o quieras o no acompañarlos).

¿Qué quiere decir, pues, no querer tener relaciones serias? ¿Tiene que significar que una persona con la que no tienes un tipo de compromiso de pareja, se tiene que tratar sin responsabilidad? ¿Qué es el compromiso? Algunes me podrían decir que esto es hilar fino y que esta expresión simplemente significa que no quieres un tipo concreto de exclusividad y no quieres jerarquizar aquella persona. Pero la experiencia que hemos vivido muches no es esta cuando nos han tratado de forma “no seria” (que es muy cercana a la de cuando te dicen que “sólo quieren una amistad”). La experiencia mayoritaria ha sido un tipo de relación donde si surgía algún problema, alguna preocupación, no se podía hablar, que si le otre un buen día decidía no volver a ponerse en contacto podía pasar sin más (y las normas sociales se lo permitían sin que se viera como violento), y cuando quería acercarse también. La experiencia mayoritaria siempre ha sido una falta de responsabilidad y una relación que se ha mantenido gracias a la responsabilidad y sacrificio de una de las partes (precisamente la otra parte, la que no estaba pidiendo una relación “no seria”, normalmente la menos privilegiada).

Para tener relaciones responsables tenemos que tratar a las personas de forma seria. O sea, tenemos que reconocerlas por lo que son, con sus propias voluntades, deseos, problemas y necesidades. Lo que hace falta, de hecho, es cambiar qué quiere decir compromiso, y no dejar de responsabilizarnos de lo que hacemos con aquellas personas con las que nos relacionamos. No me extenderé a hablar de compromiso y de responsabilidad, porque ya he hablado de ello, por ejemplo, aquí y aquí.

Cada vez que escucho estas expresiones como “no quiero una relación seria” me saltan todas las alarmas. Y no porque quiera una relación de pareja del tipo que muchas personas podrían estar pensando, sino porque siento que en algún momento se me tratará de forma no-seria, como persona, una cosa que para mí implica una falta de consideración hacia mis deseos, necesidades, o como yo me pueda estar sintiendo y como me puedan afectar las cosas. En el fondo es una falta de reconocimiento a la importancia que pueda tener hacia parte de mi vida por el simple hecho de existir. Todes merecemos ser tratades de forma seria. Que no tiene porqué ser sinónimo de no poder pasárselo bien o disfrutar.

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charla sobre no-monogamias en Girona el 18 de marzo

por wuwei (natàlia)

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El próximo lunes día 18 de marzo, a las 18h, estaré en la Biblioteca Pública de Girona Carles Rahola, hablando sobre no-monogamias desde una perspectiva crítica, feminista y responsable. La charla será divulgativa, para introducir conceptos básicos. ¡Nos vemos el lunes en Girona!

Día: 18 de marzo
Hora: 18h
Lugar: Biblioteca Carles Rahola (C/ Emili Grahit, 4C, 17002 Girona)

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responsabilidad compartida

por wuwei (natàlia)

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[imagen: texto en inglés que dice «accountability and responsability must be thought in terms of what matters and what is escluded from mattering» (Karen Barad)]

 

Aviso de contenido: individualismo, dominación, estructuras de poder, falsa independencia, relaciones de poder

 

No podemos escapar de nuestro entorno ya que nosotres somos parte de éste. No formamos parte de la naturaleza, somos naturaleza; igual que no formamos parte de una sociedad o de un entorno o momento concreto, sino que lo somos y somos parte de su proceso de creación. Somos, en cuanto a que afectamos, aquello con lo que nos relacionamos y esta afectación es un tipo de interacción que va más allá de una interacción “externa” a nosotres: la propia interacción (la relación) se podría considerar también un individuo en sí mismo. Somos contexto.

Definir y diferenciar qué es un individuo o lo que no es un acto (que afecta a cómo nos movemos y relacionamos) que creamos nosotres mismes, y que también es social y cultural; es un acto que generamos con el lenguaje, la simbología, la cultura, el razonamiento o también físicamente cuando creamos objetos suponiendo esta diferenciación (cuando creamos el tipo de mobiliario como bancos, sillas, u otros objetos definidos a través de lo que es un individuo y/o las relaciones, y como los distribuimos), y es un acto a través del cual sentimos, pensamos, creamos, amamos, pero también dominamos, generamos poder o nos solidarizamos. Lo que quiero enfatizar de todo esto es que ver a los individuos separados del resto de objetos de su entorno tiene parte de realidad, pero también de elección (mayoritariamente social y cultural) que puede devenir diferente si lo trabajamos y lo queremos.

Es imposible describir a una persona sin describir lo que le rodea, su contexto. Si pensamos un momento en cuáles son las características que utilizaríamos para describir a una persona nos encontraríamos con una lista de rasgos comparativos (decir que una persona, por ejemplo, es alta es decir que lo es respecto otres), o bien con adjetivos que no tendrían sentido sin un contexto social (cuando decimos que una persona, por ejemplo, es extrovertida o tiene una cierta edad, un género, una orientación sexual, o una clase social) o natural (cuando describimos cuales son sus necesidades, qué necesita comer, por ejemplo). Y es que la frontera entre nosotres y este entorno no es más que una frontera que nosotres mismes hemos creado, que nos ayuda a definir conceptos para expresarnos, pero que su realidad es contextual. Es una separación que se mueve entre la realidad, su interpretación y la interacción de ésta interpretación con unas voluntades sociales y personales: podemos configurar o desconfigurar según criterios que queramos o necesitemos.

Desde la mirada occidental esto no se interpreta de esta manera. Nuestra cultura nos hacer ver a las personas como seres totalmente externos a lo que les rodea, totalmente individuales, independientes, desconectados, y ve este hecho como una cosa irrefutable y “objetiva”. La forma con la que vivimos conceptos como son la responsabilidad está muy vinculada con esta sensación de no-dependencia con nuestro entorno: existe la posibilidad y el hecho de ser totalmente independientes les unes de les otres y la responsabilidad, por tanto, recae en cada une por separado y sin afectación (cada une es responsable de su vida).

Sin embargo, como esto no es posible, no podemos ser independientes de lo que nos rodea ya que en realidad tenemos una afectación con nuestro entorno y relaciones (hay una cierta dependencia), lo que acaba pasando es que para poder recrear esta falsa independencia tenemos que dominar nuestro entorno (para no sentir que nos afecta) creando relaciones de poder y, por tanto, de dominación: quien domine (el privilegiado) será quien se podrá sentir más independiente. Esto es el mismo paradigma que solemos llamar individualismo, y el motivo por el cual el individualismo lleva a una situación de constante dominación.

No obstante, la responsabilidad también se puede conceptualizar y entender desde la visión de que formamos parte de nuestro propio contexto, y entenderla y vivirla de una forma diferente al paradigma del individualismo. Para mí, y desde un punto de vista de co/inter/dependencia con nuestro entorno, la responsabilidad es la consciencia de la conexión que tenemos con nuestro entorno y la afectación constante con esta (y por tanto también la afectación que este entorno tiene debido a nosotres).

Karen Barad introdujo el prefijo “intra” para hablar de la relación entre objetos, personas y discursos (como por ejemplo intra-acción, en vez de hablar de interacción) y da una idea de que el proceso es interno del propio fenómeno-relación. Dentro del marco de la intra-conexión, la responsabilidad se convierte en otra cosa que a mí me gusta llamar “responsabilidad compartida” y que viene inspirada por el concepto que introduce también karan Barad como “response-ability”: partiendo desde el paradigma en el que formamos parte de lo que nos rodea la responsabilidad es un acto de intra-dependencia, es una consciencia de esta conexión, es compartida entre todas las partes del sujeto “relación” y es consciencia de cómo ponemos o quitamos estas barreras y fronteras para decidir qué es importante, qué no es importante, qué cosas decido tener en cuenta y cuáles no, a la hora de tomar decisiones sobre mis actos sabiendo que estoy afectando y soy afectada por mi entorno y mis relaciones. También, además, es un acto de consciencia, respeto y aceptación de nuestras diferencias sin que esto implique sentirnos externes, sino más bien sensibilidad, conexión y compromiso. Y estos actos parten de decisiones tomadas, obviamente. En realidad siempre tomamos estas decisiones, lo que pasa es que normalmente las tomamos dejándonos arrastrar por lo que nos imponen las estructuras en vez de convertirlas en actos políticos, sensibles y/o revolucionarios.

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después de romper con la monogamia

por wuwei (natàlia)

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Este artículo lo escribí como resumen (muy resumido) de una charla que di en las II Jornades d’Amors Plurals y se publicó en el número 422 de la Directa. Podeis ver el artículo original (en catalán) aquí.

(**) He añadido al final una aclaración a raíz de algunos comentarios que se hicieron cuando se publicó el artículo.

La versión extendida (‘no resumida’) de la charla la publicaré más adelante en este blog dividida en diferentes secciones.

 

La manera que tenemos de relacionarnos forma parte de un sistema o estructura de poder muy ligada a la estructura monógama. La monogamia no sólo es un recuento de relaciones, es también un sistema: está en el lenguaje, en la lógica construída socialmente, en la forma de pensar. Y va más allá de la normatividad entorno a las relaciones de pareja, ya que nos dice también como nos tenemos que relacionar en general con las personas, es un sistema relacional.

La monogamia nos aisla en unidades familiares no permitiendo generar redes solidarias, afectivas y sensibles a las estructuras que nos atraviesan. La no-monogamia tiene un gran potencial, no sólo para romper el propio sistema relacional, sino también otras estructuras de poder ya que éstas se elimentan de la estructura monógama y también porque te permite construir relaciones que rompen con los sistemas de privilegios y opresiones. Ahora bien, es necesario un punto de vista crítico en las propuestas que se plantean, sino se reproduce el mismo pensamiento.

Individualismo, dominación y objetivización

Nuestra forma occidental de ver el mundo se basa en la idea de que somos individuos externos al mundo que nos rodea (no formamos parte de nuestro entorno) y accedemos a nuestro entorno para cubrir nuestras necesidades a través de la dominación. Esta visión fomenta la creación de estructuras de poder que permiten a quien domina obtener lo que necesita sin tan siquiera tener que comprender que las está obteniendo de su entorno: sus necesidades quedan cubiertas de forma sistemática a través de las estructuras. Se crean, por tanto, privilegios hacia estas personas de grupos dominantes y les da un falso sentimiento de independencia.

En nuestros entornos no monógamos a menudo se intenta romper con la idea de la dependencia total a una sola persona (que proviene de la estructura monógama y que genera relaciones de poder) diciendo que las personas somos independientes y no tenemos necesidad de nada o nadie. De esta manera se estigmatiza la dependencia, se invisibiliza la dependencia con el entorno de las personas con privilegios y se crea un discurso de la no-monogamia a la que sólo pueden acceder personas con más privilegios.

Tratamos nuestro entorno como un objeto debido a verlo como una cosa externa a nosotres donde accedemos para cubrir nuestras necesidades. Las personas con las que nos relacionamos también forman parte de este entorno-objeto, y por tanto nos acercamos teniendo en cuenta las propias necesidades y deseos però no los de les demás. Este es un proceso de objetivización. Para resumirlo un poco, objetivizar es tratar a las personas como si no tuvieran voluntades o deseos propios, o bien no permitiendo que tengan un espacio para consentir u oponerse a una cosa, o también que no puedan expresar emociones ni opiniones al respecto de cosas que les afectan. Esta última es bastante común en las realciones no monógamas jerárquicas, donde a menudo personas que se ven afectadas por decisiones que se toman en las relaciones primarias no pueden opinar, o expressar emociones, o plantear alternativas, o ni siquiera se les informa de que se han tomado. En definitiva, objetivizar es no tener en cuenta a la otra persona, quitarle voz.

Compromiso e implicación

La monogamia suele llevar una carga muy grande de compromiso implícito y de expectativas relacionadas con la escalera de las relaciones. Este tipo de compromiso no suele ser un compromiso que se haya pactado, hablado o que se pueda cuestionar por ninguna de las partes. Además, suele implicar el hecho de no poder compartir compromisos, proyectos o afectos con otras personas y que además recaiga sobre una persona generar todo lo que necesita la otra.

Muchas personas delante de esto reaccionan planteando como alternativa no tener que comprometerse y no generar ninguna expectativa. Esto da una ventaja a las personas que tienen más privilegios, ya que estas tienen sus necesidades más cubiertas y no necesitan del compromiso para obtener nada. Por otro lado, las personas con menos privilegios, se verían la mayoría de veces arrastradas a vivir situaciones de vulnerabilidad. Normalmente quien rechaza el compromiso son las personas con más privilegios, ya que el sistema no les cubre sus necesidades y necesitan el compromiso para enteder como cubrirlas y poder acceder a aquello a lo que no pueden acceder sin privilegios.

No querer implicarse es una forma de no querer aceptar las cosas que obtenemos de nuestro entorno y no querer aceptar que el entorno nos afecta y nosotres lo afectamos. La implicación es necesaria para generar relaciones no objetivizadas donde las personas puedan tener voz en las cosas que las afectan. Las relaciones se tienen que construir a través de compromisos e implicaciones explícitas y que no vengan dadas por normas sociales estructurales ni que nos imposibiliten generar otros compromisos.

Responsabilidad compartida

La monogamia te da la idea de que una persona es totalmente responsable de tu felicidad o infelicidad. Para romper con esta idea que genera relaciones de poder se acostumbra a decir que cada persona es totalmente responsable de sus emociones, incluídas aquellas emociones que se generan a través de una relación y de lo que se comparte. Esta es una visión individualista, y no muy diferente a la anterior: o las responsabilidades son totalmente separadas o recae toda en una sola persona. En este paradigma la relación se borra completamente.

La responsabilidad en una relación tendría que ser responsabilidad compartida: tendría que ser de las personas que generan el espacio y la relación, no de forma separada (cada una la suya), no de forma vertical (toda la responsabildiad es solo de una persona), sino como combinación, teniendo en cuenta los contextos de cada persona y lo que se está compartiendo. Tener en cuenta el contexto de la persona significa que cuando tenemos una relación con una persona sobre la cual tenemos un privilegio, queramos o no nos beneficiamos de este privilegio y por tanto, tenemos una responsabilidad sobre la violencia etructural que podamos generar en esa relación. La responsabilidad compartida nos permite, además, reconocer explícitamente todas aquellas cosas que nos aporta la relación y lo que la otra persona está compartiendo.

Cuidados y el significado de ‘cuidar’

Ser conscientes de que cubrimos nuestras necesidades a través de nuestro entorno y, por tanto, a través de nuestras relaciones, nos permite tratar el tema de los cuidados desde un punto de vista crítico. Las tareas de cuidados siempre han recaído en las mujeres. No obstante, las tareas de cuidados de las cuales siemrpe hablamos en el contexto del feminismo se limitan sólo a la diferencia de género. Hay muchas más necesidades que tenemos que no recaen en las tareas que se han definido como cuidados (tareas del hogar, cocinar, o cuidar cuando le otre está enferme), así como necesitamos ser conscientes de las diferencias que van más allá de las de género, ya que hay muchas más estructuras o tipos de relaciones (no todas las relaciones las trabajamos en un contexto heterosexual, binario, romántico y sexual).

Cuidar implica entender qué necesita le otre, no para sentirnos obligades a cubrirle las necesidades, sino para tenerlas en cuenta y ser sensibles a ellas. Tampoco tenemos que obligar a que le otre tenga que entender cuáles son sus necesidades, sino dejarle espacio para que lo pueda expressar cuando quiera y se de cuenta de cuáles son. Y, sobre todo, no se tiene que obligar a tener necesidades que no se tienen. Debido a que los cuidados son un tema recurrente en nuestros espacios a veces caemos en el error de realizar tareas hacia otres que no necesitan para sentir que le estamos cuidando, y a menudo utilizamos estas tareas innecesarias como excusa para no tener que escuchar las verdaderas necesidades de le otre o no reconocer una necesidad cuando la expresa. Vivimos en lo que yo llamo la ‘cultura del tupper’: preparar tuppers a les compañeres sin pararnos a reflexionar qué queremos decir con ‘cuidar’, y mientras no dejamos a les demás expressarse cuando algo les afecta. Esto es un acto de objetivización.

(**) Añado una aclaración a raíz de algunos comentarios al respecto del artículo diciendo que lo que publiqué es aplicable también a relaciones monógamas. No creo que el tema de los cuidados pueda realmente aplicarse en relaciones monógamas ni relaciones no monógamas jerárquicas, ya que la monogamia implica jerarquía, y en ninguna jerarquía los cuidados son reproducibles, solo sucedáneos de cuidados, que no son cuidados. Estoy hablando de todas aquellas personas que no forman parte de la relación principal. Mi discurso quiere enfatizar el hecho de que estamos tratando a todes les demás muy mal y de forma muy objetivizada, tanto en responsabilidades, como en compromisos, como en cuidados. Por eso ni la monogamia ni la no-monogamia jerárquica nos salvarán nunca de todos los sistemas de opresión, sólo los seguirán reproduciendo, además a través de sus propios baremos.

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