plurisexualidades y estereotipos VI: plurisexuales y traidores al sistema patriarcal

por wuwei (natàlia)

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Este texto es el sexto y último de un conjunto de textos que he escrito alrededor de los estereotipos asignados a las personas bisexuales y plurisexuales como herramientas de empoderamiento y reapropiación. El primero lo podéis encontrar aquí, el segundo aquí, el tercero aquí , el cuarto aquí y el quinto aquí.

Aviso de contenido: monosexismo, monogamia, sexismo y cisexismo

Este es el sexto y último texto que escribo para hablar sobre los estereotipos de que asignan a las personas bisexuales y de otras plurisexualidades. He dejado para el final el estereotipo de la traición porque creo que es un estereotipo del que es muy difícil reapropiarse y del que poder sentir cierto orgullo. Cuando menos, ¿a quién le gusta que le digan que es une traidore? No obstante, a la vez, es un estereotipo que puede ser muy potente y empoderante y es por esto que cierro esta serie con este estereotipo: la traición. Las personas bisexuales (juntamente con el resto de plurisexualidades) somos consideradas traidoras. La traición es una característica que constantemente se nos impone allí donde estemos: por parte de nuestras relaciones afectivas, familiares o en el trabajo. Incluso se extiende a través de los movimientos LGBTI+ donde también se nos considera traidoras del propio colectivo. Allí donde vayamos, da igual, la carga de la traición siempre viene con nosotres: siempre se cree que engañaremos, que no sabremos llevar a cabo compromisos, sean los que sean.

¿Pero por qué se tiene tanta obsesión en atribuirnos la traición? Este estereotipo no se nos asigna al azar. Las personas plurisexuales podemos representar una amenaza para el patriarcado y para muchas estructuras, de la misma manera que lo son otras alternativas a la heterosexualidad o al cis-tema. Es una amenaza al heterosexismo, al sexismo, al cisexismo, a la monogamia, y también, incluso, al capacitismo (por el hecho de ser consideradas personas confundidas, como ya he tratado en anteriores textos, como aquí). Podríamos decir que, en consecuencia, el miedo que se nos tiene es porque podemos suponer una traición al sistema: somos seres que contaminamos barreras que se han impuesto para separar los mundos más privilegiados (como son la heterosexualidad y la masculinidad) de los excluidos (la no heterosexualidad y la feminidad y otras alternativas a la masculinidad), para que se pueda seguir perpetuando el privilegio.

Uno de los motivos por los cuales representamos una amenaza es por la supuesta posibilidad de escoger que tenemos. Normalmente a las personas plurisexuales se nos dice que podemos escoger entre ser heterosexuales u homosexuales. Lo que me hace más gracia es por qué no se nos dice que también podemos escoger ser plurisexuales, que es lo que finalmente la mayoría escogemos ser. Pero el problema no es la elección en sí misma (si escogemos una cosa u otra, aunque obviamente las consecuencias de escoger una u otra son muy diferentes), el problema principal en nuestro caso es tener la posibilidad de escoger, esto se ve que molesta.

¿Por qué poder escoger supone un problema? El discurso mayoritario que pretende hacernos aceptar la no-heterosexualidad nos dice que la orientación no se puede escoger, que es una cosa innata que no se puede cambiar, y que por tanto se tiene que aceptar. Pero así solamente reproducimos la idea de que la homosexualidad es en sí un problema, y que el único motivo que tenemos para aceptarla es porque no se puede cambiar. Básicamente es resignación, no aceptación. La posibilidad de elección a quien más daño hace, por tanto, es a la heterosexualidad ya que se cuestiona directamente su privilegio: según el pensamiento heterosexual y patriarcal, si pudieras escoger, escogerías la heterosexualidad sin duda, y la posibilidad de elección se acabaría aquí. Que existan seres que aunque puedan escoger no escojan este lado es poner la heterosexualidad y su privilegio en una posición totalmente cuestionable.

Por otro lado, también, las plurisexualidades pueden cuestionar la construcción de los dos géneros impuestos: la estructura sexista y cisexista establece un modelo de dos géneros, forzando a las personas a ser de un género concreto según una asignación determinada al nacer, y a ser heterosexuales. Los dos géneros dictan una estructura opuesta de deseo y mutuamente excluyente. Dentro de este marco la posibilidad del deseo hacia más de un género se hace poco comprensible y supone una amenaza a esta construcción binaria en la que el género siempre tiene que ir ligado a la elección del objeto sexual y opuesto. Y, de paso, también amenaza y pone en peligro la cultura monógama impuesta. Siguiendo la línea anterior, la construcción de la idea de que necesitamos a una persona de un género concreto para completarnos, hace que la atracción hacia más de un género complique la monogamia impuesta ya que existiría la necesidad de tener relaciones con más de una persona.

Sí, las personas plurisexuales podemos ser unas traidoras. No digo que lo seamos solamente por el hecho de existir, todo depende de cómo nos situemos, claro está, pero tenemos entre nuestras manos el poder de elección; un poder de elección de traición a un sistema que jerarquiza, violenta y discrimina. Podemos contaminar la barrera, podemos saltarla, podemos cuestionarla, podemos poner en entredicho qué privilegios otorga y podemos destruirla. Sí, somos plurisexuales y podemos escoger ser traidores al sistema patriarcal.

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mesa redonda sobre bisexualidad, plurisexualidades, bifobia y monosexismo el 17 de febrero en Madrid

por wuwei (natàlia)

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El domingo día 17 de febrero estaré en Madrid participando de un evento organizado por el grupo de bisexuales de COGAM. A las 14h haremos un encuentro/comida informal para hablar sobre activismos bisexual y plurisexual (¡tráete comida!) y después a las 18h participaré en una mesa redonda con otres 3 activistes (Joss, Esdras y Manuel). ¡Nos vemos en Madrid!).

Dirección: Calle Puebla, 9 (Local), Madrid (Metro Callao)

Hora: 14h comida informal, 18h mesa redonda

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plurisexualidades y estereotipos V: bisexualidad y promiscuidad, brechas a la monogamia y al consumo relacional

por wuwei (natàlia)

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Este texto es el quinto de un conjunto de textos que he escrito alrededor de los estereotipos asignados a las personas bisexuales y plurisexuales como herramientas de empoderamiento y reapropiación. El primero lo podéis encontrar aquí, el segundo aquí, el tercero aquí, el cuarto aquí y el sexto y último aquí.

Este texto lo escribí y se publicó en El Salto el 7 de Enero. Podéis ver el original aquí . 

Aviso de contenido: monosexismo, bifobia, panfobia, estereotipos, promiscuidad, consumo relacional, consumo sexual, monogamia

Las personas bisexuales (y de otras plurisexualidades, como las pansexuales) estamos en constante lucha contra un montón de estereotipos que se nos asignan. De hecho la violencia que solemos recibir es bastante simbólica y rodeada de muchos misterios a resolver; muchas veces imposible de detectar, y por tanto muy difícil de luchar contra ella. Una violencia que, aun siendo simbólica, acaba afectando mucho nuestras vidas, como por ejemplo a nuestra salud mental, a la pérdida de relaciones afectivas, a la inestabilidad laboral (y por tanto económica) y/o, en el caso específico de las mujeres y personas femeninas, a una exposición más grande a la violencia sexual.

Uno de estos muchos estereotipos es el de la promiscuidad (juntamente con la inestabilidad, la indecisión, la infección o la traición). Muchas reaccionamos delante de un estereotipo como éste negando la posibilidad de que las personas bisexuales podamos ser promiscuas (también llamándolo “mito”, como si fuera irreal), e incluso lo hacemos aquellas que lo podríamos ser o que lo hemos sido. Negando la posibilidad de la promiscuidad en las plurisexualidades estamos negando una buena parte de personas de nuestra comunidad, o a nosotras mismas. Y no solamente las negamos, sino que muchas veces las responsabilizamos de la violencia que recibimos y de la propia asignación de un estereotipo como éste, especialmente si eres mujer: “por culpa de las mujeres bisexuales promiscuas, al resto se nos señala también como promiscuas y acabamos padeciendo un montón de violencia sexual”. Una gran estrategia del patriarcado para desviar la atención de quien realmente es responsable del machismo y las violaciones: la culpa, como siempre, de la víctima.

Todos los estereotipos de las plurisexualidades se han construido alrededor de la mirada monosexual: según esta mirada solamente existen dos estados posibles, el heterosexual y el homosexual, y todo lo que salga de estas dos posibilidades se expresará como combinación de ellas. Mirada dual, mirada monosexista. De esta manera, entre todas las combinaciones posibles, las personas bisexuales somos vistas como el doble de sexuales, ya que somos la suma de la sexualidad de cada uno de los estados considerados como existentes: somos la suma de la sexualidad de una persona heterosexual y la de una persona homosexual, somos el doble de sexuales. De aquí proviene el estereotipo de nuestra promiscuidad.

Vista de esta forma, ¿no parece la orientación sexual una herramienta de consumo sexual? Si siendo heterosexual consumes X y siendo homosexual Y, es obvio que siendo bisexual consumirás X+Y (además suponiendo una mirada totalmente binaria del género). El capitalismo relacional ha tenido también influencia en la construcción conceptual de una cosa como es la orientación sexual (como lo ha tenido con el género, la raza, las capacidades, etc).

A través de su mirada, las personas nos convertimos en objetos que tienen que ser deseados y utilizados para la satisfacción de quien nos mira (tanto sea para convertirla en una pareja, como simplemente en un consumo de otro tipo, en este caso sexual). Dentro de esta visión, la orientación sexual es la herramienta a través de la cual nos dirigimos a las demás para consumirlas. Y si no, ¿de dónde salen expresiones como “te gusta tanto el pescado como la carne”? (Expresión que no solamente denota consumo, sino además es extremadamente especista).

Quiero, no obstante, diferenciar el consumo sexual de la promiscuidad o del hecho de tener relaciones sexuales con personas con quien no se mantienen relaciones afectivas de ningún tipo; el consumo tiene que ver con el proceso de objetificación y de no consideración de la otra persona como un ser que también desea y que puede tener voluntades propias que se tienen que tener en cuenta más allá de las nuestras, tiene que ver con el respeto de los consentimientos y con el cuidado y responsabilidad de cómo nos relacionamos con alguien o como nos alejamos de alguien. Se pueden tener relaciones “sólo” sexuales y/o de corta duración sin que sean de consumo (igual que se pueden tener relaciones no sexuales y de larga duración que sean de consumo emocional o intelectual). Es muy fácil caer en la trampa sexófoba de culpar a las personas que tienen relaciones sexuales fuera de lo que se ha estipulado como una cantidad “normal” y señalarlas como responsables del consumo sexual, de la misma manera que querer culpar a las bisexuales promiscuas de la violencia sexual ejercida sobre todas las mujeres bisexuales.

El consumo relacional y sexual va muy ligado a la monogamia, otra estructura muy paralela al monosexismo y que también pone la mirada a unas formas muy concretas de relacionarnos. La monogamia nos dice que solamente nos podemos sentir atraídas por una persona; el monosexismo por un género. La monogamia nos dice que cuando nos sentimos atraídas por una persona esta atracción y este tipo de relación tiene que cumplir todas nuestras necesidades: románticas, afectivas, sexuales, etc. El monosexismo nos dice que tenemos que sentir atracción romántica, afectiva, sexual, estética, etc, hacia un solo género. La monogamia nos dice que si nos “gustan” dos personas tenemos que escoger, igual que hace el monosexismo donde tienes que escoger un solo género. La monogamia nos dice que tener relaciones sexuales y románticas con más de una persona es exceso, llamándola promiscuidad y cargándola de conceptos negativos. El monosexismo nos dice que si tienes relaciones sexuales y románticas con más de un género eres… promíscua.

La orientación sexual ha sido una herramienta (entre muchas) que se ha sumado a la monogamia para poder perpetuar el matrimonio patriarcal monógamo entre un hombre y una mujer (a través de una asignación de género al nacer) que se unen para tener descendencia (una descendencia propiedad del hombre). En este marco es donde se construyeron todo de teorías científicas e imaginarios sociales para crear los dos roles de género duales y totalmente diferenciados donde existía una complementariedad: dos géneros que se buscaban uno a otro y una vez se habían encontrado ya no necesitaban nada más para completarse.

Las teorías científicas “arreglaron” el problema de la homosexualidad encajándola en la enfermedad, donde la complementariedad se buscaba en el mismo género asignado ya que psicológicamente se era del género “equivocado” (contrario desde el punto de vista dual). De esta manera, la bisexualidad (y obviamente el resto de plurisexualidades) se borraría para poder mantener la monogamia (como también el privilegio heterosexual): imaginémonos tener que aceptar, según estas teorías de la complementariedad, a seres que necesitasen a más de un género para completarse… tiraría por tierra todas las teorías, así como también la monogamia. De aquí también sale el estereotipo de la promiscuidad, juntamente con nuestra no-existencia ya que las teorías intentaron borrarnos y erradicarnos. Según la monogamia monosexista somos unas promiscuas no existentes: muy contradictorio pero este punto de vista atraviesa constantemente nuestras vidas.

La existencia de las personas bisexuales pone en cuestión la monogamia a través de un estereotipo como el de la promiscuidad. Esto es una brecha a las estructuras. Este cuestionamiento, no es solamente sobre la obligatoriedad en la cantidad de relaciones románticas y sexuales que podemos tener, sino también cuestiona a toda la estructura y el consumo sexual del que hablaba al principio. Se nos lee como promiscuas porque existiendo ponemos en peligro la imposición de una forma relacional insensible y jerárquica. La monogamia no nos permite tejer relaciones horizontales ni solidarias, sensibles a nuestras necesidades, deseos, ni a las estructuras que nos atraviesan. De esta manera ponemos en valor todo aquello que la monogamia y el capitalismo relacional nos quitan: un mundo relacional sensible y que nos tiene en cuenta a todas desde nuestra multiplicidad, nuestras diferencias y nuestras responsabilidades hacia las otras.

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plurisexualidades y estereotipos IV: no existir, existir o existir entremedio como seres híbridos

por wuwei (natàlia)

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Este texto es el cuarto de un conjunto de textos que he escrito alrededor de los estereotipos asignados a las personas bisexuales y plurisexuales como herramientas de empoderamiento y reapropiación. El primero lo podéis encontrar aquí, el segundo aquí, el tercero aquí, el quinto aquí y el sexto y último aquí.

Aviso de contenido: monosexismo, bifobia, panfobia, alosexismo, erradicación, borrado, estereotipos

Según el imaginario social las plurisexualidades no existen. En realidad se dice que la bisexualidad no existe, y a las demás plurisexualidades ni tan siquiera se las nombra, se las borra todavía más. A la vez, este imaginario también nos dice que todas las personas somos en realidad bisexuales (borrando de esta manera la especificidad de la violencia que recibimos) y, para hacerlo aún más redondo, el mismo imaginario añade que las personas bisexuales somos medio heterosexuales y medio homosexuales. En resumen: nadie lo es, todes lo son y somos mitad-mitad otras cosas.  Parte de la reacción del colectivo bisexual ha sido buscar maneras de defenderse de esto gritando fuertemente que existimos y que no somos mitad-mitad nada, que somos 100% bisexuales. ¿Pero qué tipo de identidad, orientación u opción estamos creando con esto? ¿Somos realmente 100% algo que nos representa a todes? El problema de generar este tipo de discurso es que no analiza ni va más allá para intentar entrever cuál es la problemática que ocasionamos que hace que se nos lea como seres híbridos que a la vez no existimos y que formamos parte de todas las personas.

La famosa escala de Kinsey ejemplifica muy bien este entramado tan complicado y a la vez tan simple. Kinsey, intentando visibilizar la pluralidad de la atracción sexual acabó, sin él darse cuenta, reproduciendo la misma idea que acabo de plantear (y por tanto la falta de pluralidad): creó una escala del 0 al 6, donde todes estamos en algún punto, donde 0 representa “exclusiva” heterosexualidad y 6 “exclusiva” homosexualidad. El resto de puntos acaban representando escalas de supuesta mezcla. Aunque Kinsey llama a muchos de los estados intermedios como “bisexualidad”, en realidad su forma de representarlo es como un estado combinatorio de hetero/homo, y de hecho es así como casi siempre se presenta en la actualidad. Todas las personas, después de responder un cuestionario, sacamos un número en la olimpiada monosexista (y alosexista, ya que no considera la posibilidad  de no sentirse atraíde por nadie ni ningún género) en la que se nos sitúa en algún punto de esta escala.

Esta escala acaba reproduciendo todo el imaginario social junto: en esta escala solamente están representadas las monosexualidades (les bisexuales no existimos), acaba demostrando que la mayoría caen entremedio de los dos extremos y que muy poques son exclusivamente monosexuales (todes somos bisexuales), y que estas personas que están “entremedio” pueden, en realidad, representar su sexualidad como combinación de los dos extremos (somos medio heterosexuales y medio homosexuales).

¿Os podríais imaginar una escala que, en vez de ir de “totalmente” heterosexual a “totalmente” homosexual, pasando por todas las escalas de supuesta “bisexualidad” (como es la escala de Kinsey), fuera de “totalmente” asexual (sin atracción hacia ningún género) a “totalmente” omnisexual (atracción hacia todos los géneros), pasando por la “supuesta” monosexualidad (solamente atracción hacia un género), y todo el abanico de plurisexualidades hasta llegar a la omnisexualidad? ¿O bien pasar de la atracción donde es muy importante el género (la monosexualidad) a donde es totalmente indiferente (pansexualidad o asexualidad)? ¿O de totalmente asexual a totalmente hipersexual? Estos ejercicios se han planteado anteriormente (no he encontrado las referencias, pero existen estudios que lo plantean) y nos ayuda a entender que vemos las orientaciones sexuales de forma totalmente construida. ¿Por qué vemos la bisexualidad como un paso entre medio de las dos monosexualidades y no vemos, por ejemplo, ser monosexual como una cosa que está de camino entre la asexualidad y la bisexualidad, pansexualidad u omnisexualidad? En realidad, si vemos las plurisexualidades como mitad y mitad las dos monosexualidades reconocidas (heterosexualidad y homosexualidad) es porque culturalmente lo único que reconocemos como estados posibles son estas dos monosexualidades.

Nuestra cultura y nuestras estructuras leen e interpretan a las personas plurisexuales como seres híbridos. Ser híbrides es parte de nuestra forma de estar y existir en un sistema monosexista que siempre nos lee a través de esta mirada monosexual. Formamos parte de dos mundos y a la vez de ninguno. Por esto existimos y no existimos. Somos todas pero no somos ninguna. Somos mitad y mitad. Somos frontera entre dos mundos que no tendrían que poder tocarse. Contaminamos la frontera. Una frontera construida para mantener el privilegio y el poder heterosexual. Y por este motivo molestamos.

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plurisexualidades y estereotipos III: el cambio, las fases y las no estabilidades como forma de construir un mundo más sensible

por wuwei (natàlia)

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[imagen: manifestación de la comisión unitaria del 28J del 2016 de temática plurisexual. Se ve una pancarta donde dice «La nostra fase, la nostra indecisió. @FemEnrenou»]

Este texto es el tercero de un conjunto de textos que he escrito alrededor de los estereotipos asignados a las personas bisexuales y plurisexuales como herramientas de empoderamiento y reapropiación. El primero lo podéis encontrar aquí, el segundo aquí, el cuarto aquí, el quinto aquí y el sexto y último aquí.

Aviso de contenido: monosexismo, estereotipos, neurocapacitismo, obligatoriedad de la estaticidad, inestabilidad, insensibilidad

El paradigma monosxual con el que vemos y describimos el mundo nos dice que, según lo que el mismo paradigma define como “orientación sexual”, solamente hay dos posibles estados/opciones: la heterosexualidad (la opción “correcta” o “buena”) o la homosexualidad (la opción “incorrecta” o “mala”). Estas dos opciones no tienen que poder mezclarse ni tocarse ya que si lo hicieran no podríamos distinguir lo que es bueno, perfecto y puro, de lo que es impuro, malo o negativo. Por este motivo estamos obligades a decidirnos cuando maduramos para podernos colocar de forma clara en uno de los dos lados, para que se nos pueda encajar y juzgar contundentemente y saber a quién se tiene que premiar (privilegiar) y a quien castigar.

Según esta forma de ver las orientaciones sexuales, aquelles que no encajamos en este supuesto imaginario porque nos sentimos atraídes por más de un género (o bien, como yo prefiero definirlo, no filtramos a todos los géneros excepto uno cuando nos atrae/gusta alguien) se nos ve como personas que van saltando constantemente de un estado a otro: ahora somos heteros, ahora lesbianas o gays. De esta manera, porque se nos ve siempre saltando de un estado a otro, las personas bisexuales y en general las plurisexuales somos estereotipadas como inestables, que cambiamos constantemente y que estamos siempre en una fase.

El hecho de tenernos que definir y fijar en un estado concreto (en un estado que además seguramente no nos representa en la mayoría de momentos de nuestra vida) no es solamente una demanda que se hace a nuestra orientación sexual, es un hecho sistemático que va más allá del monosexismo: también es una característica de muchas estructuras de poder, del neurocapacitismo que estipula que tenemos que estar en un solo estado emocional/mental de una forma constante que puede variar un poco pero dentro de unas frecuencias determinadas, de la monogamia que nos obliga a escoger una sola relación reconocida (y de propiedad), y del capitalismo de forma general.

El sistema nos necesita estátiques (con sus contradicciones, como comentaré más adelante). Lo que es leído como no estable (entendido como no estático dentro de unos parámetros), escoger opciones no consideradas como existentes, los cambios, las transformaciones, las fases, son bastante incomprendidas en nuestra cultura, que todo lo quiere dominar, que todo lo quiere fijado en puntos muy definidos y concretos para tenerlo todo bajo el control, para que podamos también ser productivas y/o reproductivas.

Poder cambiar, fluctuar, ser no estables en cuanto a no ser estátiques, no tiene porqué ser nada negativo en sí mismo, y no es la causa real ni directa de la inestabilidad que nos aporta de rebote el sistema, que tiene unas consecuencias devastadoras en nuestras vidas. La inestabilidad sistemática (económica y relacional) es el resultado de cómo interacciona el sistema (a través de su ideología, el imaginario social y las estructuras de poder) con nuestros cambios y fluctuaciones, o estos estados no permitidos. Por tanto, es el resultado que nos otorga la insensibilidad con la que opera el sistema sobre nuestros cambios y nuestros funcionamientos desviados de la norma. El resultado es que no podamos obtener lo que necesitamos, y que estemos a la deriva, que estemos siempre sintiendo que necesitamos cosas distintas (que no son precisamente las que necesitamos), que no lleguemos nunca a encontrar lo que nos va bien o lo que queremos, y que estemos, por tanto, perdides en un mar de consumo acrítico absurdo, tanto relacional como económico (tanto como consumides como consumidores).

Es por esto que el sistema se asegura muy bien de, por un lado, prohibirnos ciertos estados y a la vez aprovecharse de ellos cuando existen para su beneficio, pareciendo de esta manera que somos castigades por no seguir las normas que tendríamos que seguir. El resultado es, pues, una inestabilidad económica, afectiva y emocional (más allá de la que se acostumbra a señalar como inestabilidad emocional debida a un funcionamiento diferente a nuestra cabeza) que se señala a menudo como el resultado directo de ser una persona que no está fijada en el estado al que le han obligado a fijarse: o sea, siempre se responsabiliza a las características de los colectivos oprimidos y no a la insensibilidad del propio sistema o a la apropiación que hace este de nuestras vivencias romantizándolas y utilizándolas fuera de nuestros contextos.

Quien acaba recibiendo más esta inestabilidad sistemática son aquelles que están más excluides, explotades y oprimides, y que además serán les que acaben siendo más leídes como “no estables” y acaben recibiendo por partida doble esta negativización de sus vivencias. Las más privilegiadas tendrían medios para obtener sus necesidades y por tanto no estarían afectadas. No obstante, se nos hace creer que son nuestros cambios, nuestras fases, nuestros estados mentales y emocionales “no estables”/no estáticos, los que producen que no podamos acceder a poder cubrir nuestras necesidades.

El monosexismo se sirve de esta ideología para negarnos la posibilidad del cambio y las fases, y a la vez se acusa a nuestra propia no estabilidad y la supuesta no aclaración sobre nuestra opción sexual como culpable de nuestros problemas de salud mental, económicos y relacionales (las personas no monosexuales tenemos más tendencia a perder relaciones sexo/afectivas debido a nuestra desorientación sexual ya que se nos percibe como personas con las que no se puede confiar, traidoras e infieles).

Por tanto, el monosexismo no solamente nos otorga estereotipos, sino que además niega las fases, los cambios y todo aquello leído como “no estable” debido a no tener la estaticidad que tiene que tener. El monosexismo nos insensibiliza, igual que lo hace el capitalismo, de las voluntades y deseos de les demás, y de sus diferentes necesidades. El monosexismo nos niega los cambios, las fases y las transformaciones. El monosexismo nos niega la posibilidad de no ser tan estables como el sistema nos exige y nos culpa de la inestabilidad relacional actual (cuando es a nosotres, les no monosexuales, entre muchas otres, a quien se objetifica y se abandona).

Tenemos que construir otras formas de sentirnos, que nos permitan poder cambiar, transformarnos, abrazar nuestras “no estabilidades” emocionales, mentales, físicas, nuestras discapacidades. Tenemos que construir formas de vivirnos más sensibles a la multiplicidad y al cambio haciendo que a la vez podamos, a través de formas relacionales horizontales, encontrar entre todes como obtener nuestras necesidades, a través de los compromisos y a través de la responsabilidad compartida. No aceptar el cambio ni la transformación es no aceptar la posibilidad ni la necesidad de cambiar un sistema insensible, jerárquico y de control.

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ser una mala bisexual en tiempos de bisivilización

por wuwei (natàlia)

en català aquí.

Aviso de contenido: monosexismo, normativización, asimilación, instrumentalización, estructuras de poder, capacitismo, neurocapacitismo, sexofobia (slut-shaming), mención de cisexismo, lenguaje capacitista (uso del sufijo –fobia para hablar de violencia estructural)

 

Se acerca el 23 de Setiembre, día internacional para la visibilización de la bisexualidad, y tiemblo al pensar en las campañas que muchas activistas habrán estado preparando: una demostración constante de nuestra “normalidad” a través de mensajes como “las bisexuales no somos promiscuas”, “las bisexuales no somos inestables”, “las bisexuales sabemos lo que queremos”, o perlas como “somos 100% bisexuales”. Sé que todos estos mensajes y estas campañas las hacen activistas que dedican mucho tiempo y amor a lo que hacen y reconozco el trabajo que supone hace un activismo que es muy negado y marginado dentro de los colectivos LGBTI+. Tengo mucha estima a muchas de estas personas, así como también necesito decir que esto que estoy haciendo no pretende ser un ataque hacia ellas, sino más bien hacia el sistema que nos lleva a tener que defendernos de esta manera. Es, por tanto, un proceso de autocrítica interna hecha desde el afecto que tengo hacia todas aquellas con las que comparto opresión monosexista y activismos.

Tengo que reconocer que todo este discurso que pretende hacernos más aceptables socialmente es el que ha hecho que durante los últimos años me haya identificado mucho menos con la bisexualidad, porque siento que me excluye y no siento encajar en este ser 100% capaz de sobrevivir en este sistema patriarcal y capitalista. Hemos intentado muchas radicalizar una identidad como esta, reapropiándonosla, intentando hacerla nuestra, diferente, desmedicalizarla, etc; pero es una lucha invisible al lado de campañas que lo que hacen finalmente (sin que sea esta la intención) es marginar a muchas bisexuales que son/somos promiscuas, inestables, que pasamos fases, que no sabemos lo que queremos o que no encajamos en un sentimiento 100% puro de alguna cosa, en vez de luchar contra lo que no nos permite vivir, opinar, sentir, compartir.

No entraré en batallas absurdas diciendo que la bisexualidad es binaria y tránsfoba, mi crítica no va hacia aquí, y si cada vez me identifico menos con ella no es precisamente por este motivo. La transfobia se reproduce según como quieras definir tu misma tu orientación o identidad, no en la identidad en sí misma. Y en tu actitud cuando te relacionas, obviamente. Tampoco quiero decir que las demás plurisexualdiades, como son la pansexualidad, polisexualidad, omnisexualidad, escoliosexualidad, etc, sean bífobas, ya que es una lucha que proviene del mismo sistema que nos oprime: el que nos quiere divididas, el que nos quiere distraídas en peleas internas para no tener tiempo para luchas contra él. Es más, todas estas “peleas” son debidas al mismo monosexismo que nos obliga a definir nuestras orientaciones alrededor del género y que nos obliga a expresarnos con términos que nos excluye y que forman parte de un paradigma que es puramente monosexual. Yo, de hecho, me identifico como polisexual y como bisexual (no entraré en más detalles de los motivos porque el artículo no va sobre definir identidades ni explicar el porqué yo me identifico con unas y no con otras), y mis “identidades” son más bien cambiantes, políticas, desorientadas, confundidas y más sensibles que estáticas. Prefiero enfocarme en luchar contra las estructuras que en enfatizar y realzar identidades concretas.

El monosexismo se basa en la erradicación de cualquier opción no monosexual (en la que te puedes sentir atraída hacia más de un género): no puede existir nada fuera del binario hetero/homosexual. De esta manera se consigue que no pueda existir nada que pueda confundir la barrera que tiene que haber entre la heterosexualidad y la homosexualidad para que así la heterosexualidad siga manteniendo su privilegio: si aceptamos la existencia de plurisexualidades no se puede demostrar la existencia de la heterosexualidad como algo estático, puro y único. De esta manera, conceptualmente, las plurisexualidades se han construido como combinación de las dos monosexualidades, leyéndonos, por tanto, como suma de dos sexualidades (por eso se nos hipersexualiza y se nos atribuye el estereotipo de la promiscuidad), como saltando entre dos estados (por esto se nos ve como confundidas y que no sabemos lo que queremos o que estamos en una fase), o como combinación de dos orientaciones (por esto se nos dice que somos 50% heteros y 50% homosexuales).

Delante de esto el activismo bisexual más visible lo que hace es básicamente negar los estereotipos que nos otorgan, juntamente con “visibilizarnos” para combatir la erradicación. ¿Pero qué resultado obtenemos de todo esto? ¿Quién se beneficia más de este tipo de campañas y activismo? ¿Cómo es que (misteriosamente) este sea el activismo bisexual más aceptado dentro de un activismo hegemónico LGBTI+ que hasta hace muy poco negaba nuestra propia existencia, incluyendo nuestra discriminación y opresión?

Hasta no hace muchos años la negación de nuestra existencia y nuestra discriminación era el pan de cada día dentro de los grupos LGBTI+. Hace 15 años tenía casi prohibida la palabra “bifobia” dentro del colectivo donde me movía. En la mayoría de grupos la B se incorporó hace poco más de 10 años, y no fue una lucha fácil. Todavía, de hecho, se niega en muchos entornos, aunque ya no es un pensamiento tan aceptado de cara al exterior. Ahora todas se suman a hacer campañas para el 23 de Septiembre, y a abanderarse (muchas veces desde el privilegio monosexual) de la lucha contra la bifobia. Pero no nos engañemos mucho porque parte de este proceso ha concluido en una normativización, en una asimilación y en una instrumentalización por parte de estos colectivos hacia nosotras, ya que las personas bisexuales o plurisexuales seguimos siendo utilizadas solamente como ítem exótico: seguimos sin tener voz, seguimos necesitando nuestros espacios de seguridad fuera de estos grupos, seguimos siendo invisibles en jornadas, y a la vez se nos utiliza para llenar programas pero solamente como lavado de cara o como forma de hacer creer que se nos tiene en cuenta.

En este proceso ha sido donde toda nuestra energía ha ido a parar en hacernos más aceptables socialmente, para que también se nos aceptara en estos grupos. ¿Quién quiere a unas promiscuas inestables? ¿Quién nos querrá si seguimos aceptando que se puede estar confundida? ¿Quién nos quiere incapaces o discapacitadas en nuestras decisiones? Es así como poco a poco hemos ido convirtiendo nuestro activismo en una lucha para la aceptación, en la construcción de una identidad estática y súper estable, 100% ella, 0% todo aquello que la pueda hacer menos asimilable.

Pero en este proceso hemos dejado atrás a compañeras, a personas que también padecen el monosexismo, y que además padecen también otras estructuras. Hemos dejado la transversalidad de lado, hemos dejado de luchar contra un sistema para pasar a aplaudir la discriminación a la promiscuidad, a la confusión, a la discapacidad en la decisión o la inestabilidad. Hemos creado una barrera dentro de nuestro colectivo (como suele pasar siempre): una barrera que separa entre las “buenas” bisexuales y las “malas” bisexuales. Lo peor de todo es que las que son acusadas de malas bisexuales son también aquellas que les atraviesan otras estructuras y que, por tanto, padecen todavía más discriminación. Las mismas jerarquías siempre se acaban colando en todos los sitios.

Yo durante años intenté ser una muy buena bisexual, negué muchas partes de mí. Durante tiempo procuré hacerme ver cómo querían que fuera, para no sentir que yo era la culpable o responsable de la violencia que padecíamos. Me costó años, y una buena entrada de discurso crítico, darme cuenta de que yo no era la responsable de la violencia que recibía, que yo no era la culpable de que las personas plurisexuales se las estereotipara por el simple hecho de reproducir ese estereotipo, y que la responsabilidad era estructural y de todas aquellas personas que desde el privilegio procuraban que día tras día yo no olvidara que mi valor, mi sentir, mi poder para decidir sobre mi vida, dependía más de ellas que de mí.

Obviamente que se nos asignen estereotipos por defecto solamente por el hecho de ser bisexuales o plurisexuales es violencia estructural y es monosexismo. Pero afirmar que no somos de una manera concreta no es muy diferente a asignarnos estereotipos: también es una imposición de una forma de ser, además atravesada por una expectativa social que nos normativiza. Por tanto, esta negación no deja de ser una reproducción monosexista también. Las personas plurisexuales podemos ser (y somos) de muchas maneras, y no por este motivo menos merecedoras de ser o estar. Las promiscuas, las confundidas, las que no sabemos lo que queremos o las que pasamos por fases también somos plurisexuales.

 

imagen: puntos de libro (y plantillas) de la Colectiva Desorientada (I Jornadas Desorientadas en Madrid)

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plurisexualidades y estereotipos II: la infección y el peligro como formas de ensuciar y contaminar las estructuras impuestas

por wuwei (natàlia)

en català aquí.

aviso de contenido: monosexismo, monogamia/pensamiento monógamo, infecciones, heterosexismo

Ésta es la segunda parte de ‘plurisexualidades y estereotipos’. La primera la podéis leer aquí, la tercera aquí, la cuarta aquí, la quinta aquí y la sexta y última aquí.

A las personas plurisexuales (aquellas orientaciones donde nos sentimos atraídes por más de un género, como les polisexuales, pansexuales o bisexuales, entre otres) socialmente se nos ve como portadores y fuentes de ITS (infecciones de transmisición sexual). Pero este estereotipo de infección va mucho más allá: es la metáfora del peligro que podemos llegar a representar a las estructuras de poder, especialmente al heterosexismo y a la monogamia. Las personas plurisexuales somos aquellas que podemos ensuciar y contaminar la barrera que se ha construido entre dos mundos que han estado creados para que estén separados infectándolos entre ellos (el bueno del heterosexual y el malo del homosexual) y aquellas que ponemos en cuestión algunas de las ideas con las que se sustenta la insensibilidad relacional de la cultura monógama. Las personas plurisexuales en este marco simbólico somos consideradas (y somos) infeccionas y peligrosas.

Una parte del peligro que representamos es la posibilidad de contaminar y desdibujar el privilegio heterosexual. Imaginémonos una persona que en un momento dado tiene o está teniendo una práctica sexual, afectiva y/o romántica que se lee socialmente como heterosexual (debido a que es una práctica con una persona de un género diferente al suyo): si aceptas la existencia de opciones, orientaciones o identidades donde existe una atracción hacia más de un género, no puedes demostrar de ninguna manera que aquella persona por el simple hecho de tener aquellas prácticas es heterosexual, ya que podría ser bisexual, pansexual o polisexual, o bien incluso también asexual/arromántica (ya que también cabe la posibilidad de que no exista atracción aún con las prácticas que podamos tener). De hecho, es imposible delante de esta posibilidad demostrar que la heterosexualidad existe en sí misma: esto pone en peligro la situación de privilegio y ‘norma’ de la heterosexualidad. Por este motivo uno de los funcionamientos del monosexismo (estructura que oprime a las personas plurisexuales o no monosexuales) es negar la posibilidad de que existan personas que se puedan sentir atraídas hacia más de un género, mientras por otro lado nos define como peligrosas, infecciosas y ‘contaminantes’: precisamente lo que contaminamos es la barrera hetero/homosexual, lo que infectamos son dos mundos que no pueden tocarse, y lo que ponemos en peligro es el privilegio que todo esto le da a la heterosexualidad.

Por otro lado, la monogamia (como estructura de poder) se sustenta a través de la idea de que el género de la persona con la que mantienes una relación romántica y sexual es lo que te completa y por tanto una de las cosas que necesitas buscar (de hecho, los dos géneros binarios ‘aceptados’ e impuestos se han construido a través de roles que se consideran totalmente diferentes y ‘complementarios’). Esta idea se construyó juntamente con la heterosexualidad para hacer de las mujeres una propiedad de los hombres, pero se ha reproducido después también en la homosexualidad con teorías muy diversas con la idea de que la búsqueda de la completitud puede estar también en el mismo género. Si seguimos esta suposición construida y que no se te muestra de forma directa (tienes que zambullirte en el pensamiento monógamo, monosexista y patriarcal para darte cuenta), las personas plurisexuales, al sentirnos atraídas hacia más de un género, necesitaríamos más de una persona para completarnos y romperíamos con la misma necesidad de mantener la monogamia como estructura social. Por tanto, las personas plurisexuales representamos también un peligro para el pensamiento monógamo y este es uno de los muchos motivos por los cuales siempre se nos estereotipa como a no monógames y promíscues, representando un peligro social que ha de borrarse y eliminarse.

Sí, las personas plurisexuales somos infeccionas, contaminamos, ensuciamos y somos peligrosas. Infectamos dos mundos que han sido construidos para que no se toquen: el heterosexual (el bueno) y el homosexual (el malo). Dos mundos que no se pueden tocar porque si se tocaran el  privilegio de la heterosexualidad quedaría cuestionado. Contaminamos y ensuciamos porque representamos una amenaza hacia las jerarquías de orientación y por tanto a las de género, incluyendo las múltiples identidades. Somos peligrosas porque nuestra existencia pone en duda las bases con las que se sustenta el pensamiento monógamo que acaba imponiendo las relaciones basadas en la propiedad y en el consumo.

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mujeres y no binaries plurisexuales y no monógames: objetificación y falta de pertenencia

por wuwei (natàlia)

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Las mujeres plurisexuales (y otros géneros no binarios que puedan estar atravesados por el machismo) sufrimos los efectos del monosexismo juntamente con el machismo, que afecta nuestras vidas a través sobre todo de la violencia simbólica. El monosexismo, para contextualizar, es aquella opresión que padecemos las personas que nos sentimos atraídas por más de un género (les plurisexuales o aquelles que no se identifican con una monosexualidad, como les pansexuales, bisexuales, polisexuales, entre otres). Un ejemplo de esta intersección es la vulnerabilidad que padecemos por estar más expuestas a la violencia sexual debido a estar más objetificadas por la mirada del hombre que construye una plurisexualidad ‘femenina’ para su placer.

Algunos estudios del Reino Unido, Canadá y Estados Unidos, mostraron que también somos más vulnerables a padecer más problemas de salud mental (intentos de suicidio, ansiedad, depresión, estrés post-traumático, autolesión, etc) que las mujeres monosexuales (tanto lesbianas como heterosexuales). La diferencia entre lesbianas y plurisexuales especialmente se agravaba en áreas urbanas, debido a que las plurisexuales nos cuesta mucho más encontrar espacios que podemos sentir seguros y donde podamos trabajar nuestras vulnerabilidades, incluso en áreas donde hay activismo y espacios LGBT+/queer: o sea, que muchos espacios LGBT+/queer no son espacios seguros para nosotras. A la vez, las mujeres y personas no binarias plurisexuales hemos dedicado muchos años a adaptarnos a las necesidades de otros colectivos porque no solemos tener espacios propios donde hablar y tratar nuestras propias vivencias y debido a esto a menudo tenemos que definir nuestros problemas y opresiones utilizando otros tipos de experiencias (especialmente las monosexuales).

Cuando, además de ser plurisexuales, también somos ‘no monógamas’, tenemos que ir todavía con más cuidado con nuestras vulnerabilidades ya que la violencia sexual se incrementa (las mujeres y personas no binarias no monógamas también podemos ser vistas por la mirada masculina como más accesibles y objetificables), sumándose a la particularidad de la objetificación que supone la búsqueda de unicornios (aquellas mujeres bisexuales buscadas por parejas hombre-mujer para satisfacer sus fantasías y deseos sexuales y/o afectivos). Aún la importancia de tener espacios seguros para las que también somos no monógamas, lo que normalmente nos encontramos es que la mayoría de los espacios construidos y que son de más fácil acceso son espacios monosexuales (sobre todo heterosexuales) donde sufrimos violencia.

Por otro lado, los espacios plurisexuales (donde la mayoría de ellos son bisexuales ‘normativos’) borran a las personas plurisexuales no monógamas diciendo que las personas plurisexuales no somos promíscuas y somos monógamas. La razón por la cual pasa esto es porque uno de los estereotipos de las plurisexualidades es que somos promíscues e hipersexuales. Que te asignen un estereotipo como este es una reproducción de monosexismo, esto está claro; no obstante, en muchos espacios bisexuales normativos existe normalmente la idea de que luchar contra los estereotipos significa negarlos: haciendo esto niegan la existencia de una parte de la comunidad (aquellas plurisexuales que no somos monógamas) y señala nuestra no-monogamias como la causa de la violencia sexual y la objetificación que sufrimos después. Esto hace que muchos espacios bisexuales sean muy hostiles para les plurisexuales no monógames.

Es de vital importancia para las mujeres y personas no binarias plurisexuales y no monógamas crear nuestros espacios seguros, mientras a la vez podemos hacer que los nuevos espacios que se creen donde se tocan diversos ejes (queer, feministas o no monógamos) sean más seguros para nosotras, y donde podamos hablar y tener en cuenta nuestras vulnerabilidades. En estos espacios el monosexismo se tiene que aceptar como una estructura de poder, como también tienen que tener el feminismo y la sensibilidad transversal en sus bases.

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monosexismo y monogamia (intervención para la mesa redonda en las primeras jornadas de amors plurals)

por wuwei (natàlia)

en català aquí.

El día 14 de diciembre de 2015 participé en una mesa redonda en las primeras jornadas de Amors Plurals. Ésta es mi intervención traducida del catalán (la original en catalán la podéis encontrar aquí), y anteriormente ya había colgado ésta intervención aquí.

 

Buenas tardes a todas. Me llamo Natàlia, soy kuirfeminista y soy activista bisexual. Soy miembro del colectivo Enrenou, donde hacemos activismo bisexual y de otras identidades plurisexuales. Antes de empezar mi intervención me gustaría explicar qué quiere decir ‘plurisexual’ y porque utilizo este término. Plurisexual es un término paraguas que estamos usando muchas activistes para referirnos a todas esas identidades u orientaciones donde hay una atracción afectiva y/o sexual hacia más de un género. La plurisexualidad más conocida es la bisexualidad, pero hay otras como son la polisexualidad, la pansexualidad, etc (no entraré a definirlas todas o a explicar sus diferencias, pero si en el debate o después alguien tiene curiosidad yo y otras personas de Enrenou que están aquí podemos explicarlo). Sé que para mí y para muchas sería mucho más fácil que utilizara la palabra bisexual porque es la que la mayoría conoce, pero si hago esto invisibilizo a una buena y gran parte de mi comunidad, e intentando ser sensible a no hacerlo intentaré utilizar plurisexual. Aun así, yo me identifico mayoritariamente como bisexual (a veces como polisexual) y por tanto cuando me refiera a mí seguramente utilizaré bisexual.

 

Otro termino contrapuesto es el de ‘monosexual’. Monosexuales son las orientaciones donde hay una atracción hacia solamente un género. Monosexualidades son, por ejemplo, la heterosexualidad y la homosexualidad. Y, finalmente, también usaré el término ‘monosexismo’ para referirme al sistema o estructura de poder a través del cual se reproduce la bifobia y las discriminaciones y opresiones hacia todas aquellas personas plurisexuales o no monosexuales.

 

Quiero además enfatizar que cuando hablo de géneros no solo me estoy refiriendo a los géneros binarios, hombre y mujer, sino también a todos esos géneros que no caen dentro de los binarios. Además, también se tiene que tener en cuenta que hay personas que no se identifican con ningún género, como son las personas agénero.

 

He estado pensando un poco como hacer esta intervención y qué traer a esta mesa, y la verdad es que hay tantas coses que considero importantes o que despiertan en mí mucha inquietud que me costó decidir por dónde empezar, ya que para mí la plurisexualidad y la no monogamia tienen muchas coses en común. Al final encontré que había dos temas que encontraba muy importantes y muy interesantes y me quedé solo con uno de ellos por cuestiones de tiempo y porque pudiera desarrollarlo mínimamente. El tema que finalmente descarté es el de la intersección, de cómo vivimos las personas plurisexuales la no monogamia o como vivimos las personas no monógamas la plurisexualidad. Aunque es un tema muy importante lo descarté, per seguro que da para nuevas intervenciones o para escribir artículos. Finalmente el tema que decidí tratar es como se relaciona el monosexismo con la monogamia, o sea como las discriminaciones y opresiones que recibimos las personas plurisexuales están relacionadas con el sistema de monogamia impuesta. Lo que iré haciendo es ir desglosando el monosexismo y a la vez lo iré comparando con la monogamia.

 

La plurisexualidad es normalmente discriminada de dos formas: a través de la invisibilidad y de los estereotipos. La invisibilidad es el borrado constante de nuestra existencia y de nuestras vivencias, emociones y experiencias. Así como la heterosexualidad es la orientación considerada buena y por defecto, ‘normal’ y sana, la homosexualidad es la orientación considerada una enfermedad, discriminable y menospreciable, la bisexualidad u otras plurisexualidades por otro lado es considerada inexistente. Las personas plurisexuales no existimos y no estamos representadas en el vocabulario y la forma de expresarnos diarias. Pondré un ejemplo así simple que casi siempre pongo, de cuando nos referimos a las relaciones. Cuando hablamos de relaciones, hablamos de relaciones heterosexuales u homosexuales según los géneros de las personas que forman parte de la relación; el sexo también lo llamamos hetero o lésbico o gay, obviando la orientación de las personas que participan. Si por ejemplo yo voy por la calle de la mano de una mujer dirán que mi relación es lésbica y automáticamente se me leerá como lesbiana, invisibilizando la posibilidad de que yo sea bisexual, que es realmente como me identifico. Es más, si yo tengo otras relaciones con personas de otros géneros en ese momento no se tendrá en cuenta, ya que la lectura es siempre monógama.

 

Además también es bastante común que cuando una persona plurisexual cambia de una relación con una persona de un género a una relación con una persona de otro género se acostumbre a decir que ha cambiado su orientación (¡oh, antes era hetero y ahora está con una mujer y es lesbiana!),, suponiendo evidentemente que dejo de sentirme atraída por otras personas o que podría si quisiera tener otras relaciones. Por tanto, nuestras relaciones se leen a través de una mirada monosexual (o sea, heterosexual u homosexual) y a la vez también monógama. Dos visiones que se alimentan entre sí. Aquí, a lo mejor, ya se empieza a ver un poco la relación que tiene con la monogamia, ¿no creéis? Pero bien, no todo se arregla tan fácilmente como rompiendo con la monogamia, porque si yo ahora decidiera ir por la calle de la mano de dos personas de géneros diferentes (así, para que se enteren) seguramente no dirán ‘oh, mira qué bisexual más cuki’, no. Entonces lo más probable es que me digan que estoy confundida o que aún no he sabido escoger uno de los dos género… ¿O entre una de las dos personas? O sea, que tanto las personas plurisexuales como las no monógamas básicamente estamos confundidas o no sabemos escoger. Básicamente algún día cuando crezcamos todas tendremos que escoger un solo género y dejar de ser plurisexuales y tendremos que escoger a una personas y dejar de ser no monógamas y quedarnos allí para toda la vida, no sea que nos descontrolemos. Parece como si las personas plurisexuales y la no monogamia se considerasen estados de inmadurez relacional.

 

Esto de la confusión y de la inmadurez nos conecta con los estereotipos que rodean a la bisexulidad. Como he comentado, a parte de la invisiblidad, otra forma con la que se nos discrimina a personas plurisexuales es a través de los estereotipos. A las personas bisexuales, comúnmente, cuando no se nos borra del mapa, se nos asocia con un conjunto de estereotipos, que son connotaciones socialmente consideradas como negativas: como he comentado, la confusión, pero también hay otras como la inestabilidad, el no saber escoger, no saber lo que se quiere, la promiscuidad… pero estos estereotipos son una trampa, porque son connotaciones consideradas negativas solo debido a vivir en una sociedad capitalista y patriarcal. Normalmente el problema que nos encontramos es que debido a la presión social y al estigma relacionado con todos estos estereotipos, ya que está mal visto estar confundida, ser inestable o ser promiscua, muchas personas bisexuales se sienten con la necesidad de negarlos diciendo que las personas plurisexuales no somos así, llamándolos ‘mitos’, y diciendo que las personas bisexuales no somos inestables, sabemos lo que queremos, no estamos confundidas, no somos promiscuas, y evidentemente somos monógamas… discriminando así una parte de nuestra comunidad, y ejerciendo violencia hacia personas que reproducen estos estereotipos y que ya están suficientemente discriminadas por el hecho de ser así, invisibilizándolas dentro de nuestra propia comunidad.

 

Pero si lo miramos con atención, ya no solo el estereotipo de la promiscuidad, que es bastante obvio de entender que tiene una base patriarcal y sexófoba en hacernos creer que en la promiscuidad hay algo de malo, sino que además, estar confundida o no saber qué quieres o no saber escoger, cuando vives en una sociedad que te obliga a escoger entre dos opciones entre las que no tienes por qué escoger, es incluso un acto revolucionario. ¿Qué quiere decir ‘saber escoger’? ¿Escoger entre ser hetero o homo? ¿Escoger entre dos relaciones que te gustan? ¿Escoger entre qué? ¿Estabilidad? ¿Qué quiere decir ‘ser estable’? ¿reproducir el tipo de estabilidad concreta para la producción en una sociedad capitalista, para la reproducción, para aislarme en una unidad familiar? ¿Una estabilidad que me obliga a ser la misma personas desde el día que nazco hasta el que muera? ¿Además aceptando ser lo que me han dicho que tengo que ser el día que nací? Visto así, prefiero estar confundida, ser inestable y no saber lo que quiero. Y si además la única opción que me da este sistema es aislarme en una unidad familiar, lejos de las redes y las comunidades, prefiero ser considerada promiscua. Con todo esto no quiero decir que las personas plurisexuales seamos inherentemente promiscuas (de hecho dentro de la comunidad plurisexual hay personas asexuales o hiposexuales), o inestables o confundidas, sino que el activismo bisexual que invisibiliza todas estas posibilidades en el fondo está obligando a una parte de la comunidad a adecuarse a unas normas que reproducen un montón de discriminaciones y opresiones e incluso reproduce bifobia (ya que marca una línea entre cuales son las buenas bisexuales, aquellas que son monógamas y que deciden seguir el camino ‘marcado’ por la norma, y cuales las malas bisexuales), y evidentemente monogamia obligatoria.

 

¿No os recuerdan, además, todos estos estereotipos con los estereotipos con los que se nos asocia a las personas poliamorosas o no monógomas en general? Yo veo realmente una relación bastante directa. Promiscuas, no saben escoger entre las relaciones que tienen, no saben lo que quieren, están confundidas y por esto van ‘probando’… a las personas plurisexuales y a las no monógamas se nos asocia con el ‘exceso’ y el vicio. Dentro del sistema monógamo en el que vivimos no tener ninguna relación es considerado un desastre (tendría que sentirme triste todo el día y llorando), tener una es la perfección (el ideal romántico de la media naranja), y tener más… para, tener más es pasarse, ¿Dónde vas? Con los géneros es lo mismo, que no te atraiga ningún género es un desastre (mirad las personas asexuales que son consideradas personas enfermas o que tienen algún error), que te atraiga uno es la perfección (el ideal de la media naranja pero con los géneros), y que te gusta más de uno… stop, no te pases.

 

Todo esto que acabo de comentar es una parte de cómo se expresa la bifobia, o sea las discriminaciones y violencias simbólicas a las que nos enfrentamos las personas bisexuales y plurisexuales, y como ya he explicado también parece que tenga una relación íntima con la monogamia. Este sistema de opresión y discriminación lo llamamos monosexismo. Y podríamos analizar cuáles son las razones por las cuales en este sistema existe el monosexismo. ¿Cuáles son las razones por las cuales el monosexismo existe como sistema que discrimina y oprime a las personas plurisexuales? El monosexismo existe para reforzar otras estructuras como el sexismo, la transfobia, la homofobia y la monogamia. Por ejemplo, refuerza el sexismo y la transfobia y la diferenciación jerárquica entre los géneros (tanto los impuestos como aquellos escogidos o sentidos) ya que nuestra supuesta no preferencia en el género de las personas por las cuales nos sentimos atraídas cuestiona estas diferenciaciones, imposiciones y jerarquías. Por ejemplo, refuerza la homofobia, ya que nuestra existencia cuestiona esta división tan clara entre lo que es definido como ‘correcto’, que es la heterosexualidad, y lo que es incorrecto, que la homosexualidad, y nosotras somos consideradas algo que contamina esta frontera y barrera (y por tanto la pone en cuestión). Y, por último, y esta es la que viene más a cuento ahora mismo, refuerza la monogamia obligatoria, ya que nuestra supuesta promiscuidad, confusión e inestabilidad y nuestra propia existencia que cuestiona lo que es definido como exceso y no exceso hace temblar el sistema monógamo impuesto. Por tanto, reproducir monosexismo es indirectamente reproducir sexismo, transfobia, homofobia y monogoamia obligatoria.

 

Hay otra cosa curiosa con la monosexualidad y la monogamia. Normalmente las monosexualidades son percibidas de una forma bastante monolítica; por ejemplo, se percibe que una persona heterosexual tiene que sentir atracción afectiva, romántica y sexual hacia el ‘otro’ género, y la homosexualidad hacia el ‘mismo’. O sea, que se tiene que sentir todas las atracciones (sexual, afectiva y romántica) hacia un solo género. Dentro de las plurisexualidades una cosa que pasa mucho es la pluralidad y la multiplicidad en la diversidad en la atracción afectiva y sexual, hasta llegar al punto de poder diferenciarla. Por ejemplo, la posibilidad de que yo me sienta atraída sexualmente hacia dos, tres, cuatro géneros y afectivamente hacia solo uno. También contemplando la posibilidad de que a lo mejor no me sienta atraída sexualmente hacia ninguno (ser asexual) pero afectivamente o románticamente hacia todos, o al revés, sentirme atraída sexualmente hacia todos y ser una persona arromátinca. Por otro lado, pasa algo muy parecido con la monogamia y la no monogamia. Normalmente la monogamia es un paradigma en las relaciones donde se cree que tienes una pareja, que es una persona por la que tienes que sentir una atracción sexual, afectiva y romántica. Si una de estas falla, entonces toda la relación falla. Y la relación que tienes que tener tienes que ser compartiendo todos estos factores. La no monogamia, contemplada como una cosa múltiple, puede contemplar una diversidad y multiplicidad de relaciones, desde la más afectiva con un vínculo emocional importante sin sexo, a la más sexual sin tener un vínculo afectivo importante, pasando por relaciones platónicas, o relaciones donde se comparta todas las combinaciones posibles, etc. Puede pasar que una persona no monógama tenga varias relaciones y ninguna de ellas sexual, o al revés. Esto me recuerda mucho a la plurisexualidad y a su inherente multiplicidad.

 

Solo quería para terminar poder concluir que vista esta relación que tienen tanto el monosexismo como la monogamia, para mí las comunidades plurisexuales y las no monógamas tienen una íntima conexión. Como hemos visto tenemos muchas cosas en común, ya no solo porque compartimos personas (es, obvio, sino no estaría yo aquí), sino también porque además tenemos un fondo común interesante e importante, que es lo que he expuesto. Por eso creo que nuestras comunidades tendrían que ser sensibles las unas con las otras y poder tejer red y alianza, y así, además, poder de una vez romper con el estigma que arrastramos dentro del activismo bisexual más mainstream y normativo que nos hace siempre salir a la calle para decir ‘hola, soy bisexual, soy monógama y soy normal’. Por eso estoy muy contenta de estar hoy aquí con todas vosotras, de tener la oportunidad de tejer esta alianza, y por esto también os estoy muy agradecida de haberme invitado. Gracias por haberme dado la oportunidad de compartir todo esto y además, poder decir alto y claro al fin ‘hola, soy bisexual, no soy monógama y no soy normal’.

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bisexualidad: historia de un borrado

por wuwei (natàlia)

en català aquí.

Este artículo lo escribí y se publicó en eldiario.es el 23 de Septiembre en motivo de la celebración del día internacional de la visibilidad bisexual, o como me gusta a mí llamarlo: día de lucha contra el monosexismo.  Podéis ver el artículo original aquí.

 

La bisexualidad (como también el resto de plurisexualidades,  orientaciones donde existe una atracción hacia más de un género) es normalmente borrada y estereotipada. El borrado o erradicación se caracteriza por la negación de la existencia de estas orientaciones, tanto de forma explícita diciendo que no existimos como de forma simbólica a través del lenguaje con expresiones que nos invisibilizan (como por ejemplo llamando a las relaciones ‘relación heterosexual’ o ‘relación lésbica’ sin tener en cuenta las orientaciones de las personas que forman parte de la relación). Otra forma de borrarnos es con expresiones como ‘todas somos bisexuales’, que niegan de forma indirecta la experiencia diferenciada a la de la monosexualidad (la heterosexualidad o la homosexualidad). Pero eso no es todo, ya que socialmente también somos consideradas promíscuas, que nunca sabemos lo que queremos y que por tanto siempre dudamos, y que somos inmaduras (entre muchos otros estereotipos).

La primera vez que apareció la palabra ‘bisexual’ no fue para referirse a una orientación sexual, sino que apareció a mitad de s. XIX, antes de que aparecieran los conceptos de heterosexualidad y homosexualidad, y se definió por primera vez en el contexto de la biología para referirse a organismos hermafroditas u organismos que en un desarrollo temprano su ‘sexo’ era indiferenciado y que más adelante al desarrollarse se diferenciaría entre lo que llamaban ‘macho’ o ‘hembra’. Durante la misma época, y paralelamente a la aparición de este concepto, se empezó a creer que el hermafroditismo era un estado primitivo de las especies, anterior a la diferenciación sexual, y que por lo tanto era menos ‘evolucionado’, con toda la carga socialmente negativa con la que se ha estado usando desde entonces conceptos como ‘primitivo’ o ‘menos evolucionado’, siempre señalando como máxima evolución la cultura occidental, el capitalismo y todo lo relacionado con las personas con privilegios en las estructuras de poder como el patriarcado, el racismo o el clasismo.

En este contexto, la bisexualidad, entendida como hermafroditismo o indiferenciación sexual, se consideró una fase inmadura del desarrollo humano y se relacionó con niños, personas no blancas (a las que llamaban de ‘razas primitivas’, ya que también se relacionó a las personas no blancas con el primitivismo y lo ‘no evolucionado’), la conducta animal y lo que no es del todo humano (teniendo como lo que es totalmente humano la cultura occidental, evidentemente, a través de una visión totalmente colonialista).

En esa época las prácticas sexuales (y por extensión las románticas o de ‘pareja’) entre personas asignadas con el mismo género eran penalizadas en muchos países occidentales europeos, y también moralmente y socialmente castigadas. Eran llamadas prácticas ‘contra natura’. A finales de s. XIX empezaron las primeras teorías sobre la homosexualidad que intentaron ‘naturalizar’ estas prácticas, verlas como algo que no se escogía sino que eran innatas, para que dejaran de ser castigadas. El problema es que aunque se ‘naturalicen’, al ser algo que realmente no es aceptado socialmente, no están exentas de querer ser corregidas, y por tanto, se tratará de hacerlas entrar en la enfermedad para que se las someta a ‘tratamiento’.

La teoría que más resonó fue la de la ‘inversión sexual’, que partía de la idea de que la atracción tenía que ser siempre entre personas de los dos géneros asignados opuestos. Por tanto, cuando te sentías atraída por una persona del mismo género asignado quería decir que tu psique, tu mente, era del género opuesto al que se te asignaba. En esta teoría de la inversión sexual las personas que se sentían atraídas por lo dos eran personas que tenían psicológicamente los dos géneros, y se las llamaba ‘hermafroditas psicosexuales’. En este caso, la psique ‘femenina’ se sentiría atraída por los hombres y la ‘masculina’ por las mujeres.

Pero esa supuesta atracción hacia los dos géneros se trató como algo que molestaba en las investigaciones que se hacían y lo visibilizaban como si fuera algo más bien irreal. En algunos estudios se pueden observar expresiones como que este tipo de personas creábamos ‘duda e incertidumbre’ para finalmente decir que en realidad no existíamos y que se trataba de personas ‘totalmente invertidas’. Debido a la molestia de que pueda existir algo que pueda ensuciar y no dejar clara la diferencia entre lo que querían hacer entender que era lo ‘correcto’ (la heterosexualidad) y lo que tendría que ser incorrecto (la homosexualidad), las personas que no caíamos en ninguno de los dos estados creábamos incretidumbre y duda, o molestábamos en sus datos, y se intentará a partir de ese momento negar nuestra existencia. Podemos ver aquí uno de los estereotipos de los que hablaba al principio: que las personas que nos sentimos atraídas hacia más de un género somos personas que dudamos y que no sabemos lo que queremos.

Otra cosa que peligraba aceptando la bisexualidad como una opción válida era la monogamia. Uno de los motivos de crear los dos roles de género como totalmente diferentes y complementarios era (a parte de crear la jerarquía hombre/mujer) la de perpetuar la idea de que el género de la otra persona era lo importante en la atracción y lo que te complementaba; una vez encontrada una persona de esas características ya no necesitabas nada más para completarte. La atracción hacia más de un género implicaría la ‘necesidad’ de más de una persona para completarse y eso haría que la monogamia no se perpetuase. Este es uno de los motivos por los que siempre se ha relacionado la bisexualidad y otras plurisexualidades con prácticas poco monógamas e hipersexuales.

Más adelante empezó a usarse también la palabra bisexual para referirse a la orientación y Freud cogió la conceptualización que ya se había hecho con la bisexualidad como indiferenciación sexual o hermafroditismo y lo copió para hablar de la atracción o, como llamaba él, la ‘elección del objeto’, a lo que antes llamaban hermafroditismo psicosexual. Según Freud todas las personas nacemos sin una distinción entre objetos sexuales (bisexuales) y cuando crecemos acabamos escogiendo un objeto.  De las dos opciones una era la aceptada (si elegías como objeto el género que te hacía ‘heterosexual’) y la otra la no aceptada (si elegías tu mismo género). Para Freud, la naturaleza humana es bisexual, pero no obstante es imposible practicarla para una persona humana moderna ya que el ‘progreso humano’ (la evolución hacia la cultura occidental) hace que se tenga que escoger una monosexualidad. Por tanto, la atracción hacia más de un género se relacionó también (como se hizo con el hermafroditismo) con los niños, la inmadurez, con las personas no blancas, etc. De ahí viene nuestro estereotipo de que somos personas inmaduras, como también la relación que se hace a menudo entre la bisexualidad y las personas no blancas (a quienes también se ha hipersexualizado a través de la estructura racista y colonialista).

A partir de aquí el único binario considerado ‘real’ será el monosexual heterosexual/homosexual. Los famosos posteriores estudios de Kinsey con su famosa escala de Kinsey como conclusión, reforzaron también este binario ya que construye la bisexualidad a través de la combinación de los dos ‘polos’ que define en los extremos: la homosexualidad y la heterosexualidad ‘puras’. Y, a la vez, refuerza la idea de que ‘todas somos bisexuales, pero en realidad no somos bisexuales’ ya que casi todas las personas monosexuales se acaban encontrando en un punto intermedio (porque no existe tal ‘pureza’).

Supuestamente las plurisexuales tendríamos que estar contentas de que se nos diga que ‘todas somos bisexuales’ (o pansexuales), pensando que así se visibilizan de alguna forma nuestras orientaciones. El problema es que esto se utiliza como técnica de dominación desde el privilegio monosexual para decirnos una y otra vez ‘no os quejéis tanto, en realidad todas somos bisexuales, pero ya sabemos que al final siempre acabas escogiendo un lado; y cuando crezcas y madures lo entenderás’.

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