plurisexualidades y estereotipos III: el cambio, las fases y las no estabilidades como forma de construir un mundo más sensible

por wuwei (natàlia)

en català aquí.

[imagen: manifestación de la comisión unitaria del 28J del 2016 de temática plurisexual. Se ve una pancarta donde dice «La nostra fase, la nostra indecisió. @FemEnrenou»]

Este texto es el tercero de un conjunto de textos que he escrito alrededor de los estereotipos asignados a las personas bisexuales y plurisexuales como herramientas de empoderamiento y reapropiación. El primero lo podéis encontrar aquí, el segundo aquí, el cuarto aquí, el quinto aquí y el sexto y último aquí.

Aviso de contenido: monosexismo, estereotipos, neurocapacitismo, obligatoriedad de la estaticidad, inestabilidad, insensibilidad

El paradigma monosxual con el que vemos y describimos el mundo nos dice que, según lo que el mismo paradigma define como “orientación sexual”, solamente hay dos posibles estados/opciones: la heterosexualidad (la opción “correcta” o “buena”) o la homosexualidad (la opción “incorrecta” o “mala”). Estas dos opciones no tienen que poder mezclarse ni tocarse ya que si lo hicieran no podríamos distinguir lo que es bueno, perfecto y puro, de lo que es impuro, malo o negativo. Por este motivo estamos obligades a decidirnos cuando maduramos para podernos colocar de forma clara en uno de los dos lados, para que se nos pueda encajar y juzgar contundentemente y saber a quién se tiene que premiar (privilegiar) y a quien castigar.

Según esta forma de ver las orientaciones sexuales, aquelles que no encajamos en este supuesto imaginario porque nos sentimos atraídes por más de un género (o bien, como yo prefiero definirlo, no filtramos a todos los géneros excepto uno cuando nos atrae/gusta alguien) se nos ve como personas que van saltando constantemente de un estado a otro: ahora somos heteros, ahora lesbianas o gays. De esta manera, porque se nos ve siempre saltando de un estado a otro, las personas bisexuales y en general las plurisexuales somos estereotipadas como inestables, que cambiamos constantemente y que estamos siempre en una fase.

El hecho de tenernos que definir y fijar en un estado concreto (en un estado que además seguramente no nos representa en la mayoría de momentos de nuestra vida) no es solamente una demanda que se hace a nuestra orientación sexual, es un hecho sistemático que va más allá del monosexismo: también es una característica de muchas estructuras de poder, del neurocapacitismo que estipula que tenemos que estar en un solo estado emocional/mental de una forma constante que puede variar un poco pero dentro de unas frecuencias determinadas, de la monogamia que nos obliga a escoger una sola relación reconocida (y de propiedad), y del capitalismo de forma general.

El sistema nos necesita estátiques (con sus contradicciones, como comentaré más adelante). Lo que es leído como no estable (entendido como no estático dentro de unos parámetros), escoger opciones no consideradas como existentes, los cambios, las transformaciones, las fases, son bastante incomprendidas en nuestra cultura, que todo lo quiere dominar, que todo lo quiere fijado en puntos muy definidos y concretos para tenerlo todo bajo el control, para que podamos también ser productivas y/o reproductivas.

Poder cambiar, fluctuar, ser no estables en cuanto a no ser estátiques, no tiene porqué ser nada negativo en sí mismo, y no es la causa real ni directa de la inestabilidad que nos aporta de rebote el sistema, que tiene unas consecuencias devastadoras en nuestras vidas. La inestabilidad sistemática (económica y relacional) es el resultado de cómo interacciona el sistema (a través de su ideología, el imaginario social y las estructuras de poder) con nuestros cambios y fluctuaciones, o estos estados no permitidos. Por tanto, es el resultado que nos otorga la insensibilidad con la que opera el sistema sobre nuestros cambios y nuestros funcionamientos desviados de la norma. El resultado es que no podamos obtener lo que necesitamos, y que estemos a la deriva, que estemos siempre sintiendo que necesitamos cosas distintas (que no son precisamente las que necesitamos), que no lleguemos nunca a encontrar lo que nos va bien o lo que queremos, y que estemos, por tanto, perdides en un mar de consumo acrítico absurdo, tanto relacional como económico (tanto como consumides como consumidores).

Es por esto que el sistema se asegura muy bien de, por un lado, prohibirnos ciertos estados y a la vez aprovecharse de ellos cuando existen para su beneficio, pareciendo de esta manera que somos castigades por no seguir las normas que tendríamos que seguir. El resultado es, pues, una inestabilidad económica, afectiva y emocional (más allá de la que se acostumbra a señalar como inestabilidad emocional debida a un funcionamiento diferente a nuestra cabeza) que se señala a menudo como el resultado directo de ser una persona que no está fijada en el estado al que le han obligado a fijarse: o sea, siempre se responsabiliza a las características de los colectivos oprimidos y no a la insensibilidad del propio sistema o a la apropiación que hace este de nuestras vivencias romantizándolas y utilizándolas fuera de nuestros contextos.

Quien acaba recibiendo más esta inestabilidad sistemática son aquelles que están más excluides, explotades y oprimides, y que además serán les que acaben siendo más leídes como “no estables” y acaben recibiendo por partida doble esta negativización de sus vivencias. Las más privilegiadas tendrían medios para obtener sus necesidades y por tanto no estarían afectadas. No obstante, se nos hace creer que son nuestros cambios, nuestras fases, nuestros estados mentales y emocionales “no estables”/no estáticos, los que producen que no podamos acceder a poder cubrir nuestras necesidades.

El monosexismo se sirve de esta ideología para negarnos la posibilidad del cambio y las fases, y a la vez se acusa a nuestra propia no estabilidad y la supuesta no aclaración sobre nuestra opción sexual como culpable de nuestros problemas de salud mental, económicos y relacionales (las personas no monosexuales tenemos más tendencia a perder relaciones sexo/afectivas debido a nuestra desorientación sexual ya que se nos percibe como personas con las que no se puede confiar, traidoras e infieles).

Por tanto, el monosexismo no solamente nos otorga estereotipos, sino que además niega las fases, los cambios y todo aquello leído como “no estable” debido a no tener la estaticidad que tiene que tener. El monosexismo nos insensibiliza, igual que lo hace el capitalismo, de las voluntades y deseos de les demás, y de sus diferentes necesidades. El monosexismo nos niega los cambios, las fases y las transformaciones. El monosexismo nos niega la posibilidad de no ser tan estables como el sistema nos exige y nos culpa de la inestabilidad relacional actual (cuando es a nosotres, les no monosexuales, entre muchas otres, a quien se objetifica y se abandona).

Tenemos que construir otras formas de sentirnos, que nos permitan poder cambiar, transformarnos, abrazar nuestras “no estabilidades” emocionales, mentales, físicas, nuestras discapacidades. Tenemos que construir formas de vivirnos más sensibles a la multiplicidad y al cambio haciendo que a la vez podamos, a través de formas relacionales horizontales, encontrar entre todes como obtener nuestras necesidades, a través de los compromisos y a través de la responsabilidad compartida. No aceptar el cambio ni la transformación es no aceptar la posibilidad ni la necesidad de cambiar un sistema insensible, jerárquico y de control.

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inestabilidades, flujos y devenires

por wuwei (natàlia)

en català aquí.

Las estructuras de poder nos obligan a estar y existir en cajas estáticas y a no podernos mover de lo que se ha definido para nosotres qué tenemos que ser. Esta es una forma para que podamos ser más productivas y además seamos útiles de alguna forma a quien tiene más privilegios que nosotres (como por ejemplo la jerarquía hombre/mujer o de clase). También otras veces sirven para fortalecer jerarquías entre lo que es ‘aceptado’ (que colabora mejor en que podamos ser más re/productivas), como por ejemplo la heterosexualidad) y lo que es ‘nocivo’ y por tanto tiene que estar controlado en una caja y que no se mueva para no ensuciar lo que es aceptado (como por ejemplo, la homosexualidad). En esta forma de situarnos, el hecho de poder escoger libremente no es bien visto ya que tenemos que escoger lo que tendría que ser correcto para nosotres y a la posición donde estamos. Dentro de este contexto, poder cambiar en el tiempo, pedir sensibilidad al respecto, poder escoger, poder ser una persona que no sabe lo que quiere, devenir, fluctuar/fluir, está totalmente vetado. Además, todo lo que es leído como inestable también está vetado, especialmente si esta inestabilidad te hace ser menos productiva para el capitalismo (capacitismo). Aún así, evidentemente según cuál sea tu estatus social, te será más fácil poder reproducir lo que se considera inestable, fluir, devenir, o poder escoger.

De las personas plurisexuales normalmente se dice que somos inestables, que no sabemos lo que queremos o que estamos en una fase. Todos estos estereotipos son asignados otrogándoles, además, connotaciones negativas. Eso es parte de la estructura monosexista (que oprime a les plurisexuales y otorga privilegios a las personas hetero/homosexuales). Per una cosa que llevamos criticando algunes dentro de activismos críticos contra el monosexismo es que el problema no es que las personas plurisexuales seamos o no inestables, o fluides, o que estemos en una fase: el problema es también que las fases, los cambios, las inestabilidades son consideradas negativas precisamente por lo comentado anteriormente, porque nos hace ser menos interesantes para el sistema, menos productivas, menos capaces de producir o de servir para la estabilidad de jerarquías (en el caso del monosexismo, por ejemplo, las jerarquías hombre/mujer, hetero/homosexual, cis/trans, monógama/no-monógama). El monosexismo no solo ataca las plurisexualidades, ataca las fases, los cambios, las leídas inestabilidades, la libertad de escoger, la sensibilidad con nuestro entorno y nuestras relaciones… Y, curiosamente, muchos de los estereotipos que se nos asigna tmaién nos pueden recordar a como se leen las personas neurodivergentes en el capitalismo y a les más jóvenes atravesadas por el adultismo.

Se tienen que definir, pero, dos tipos diferentes de inestabiliad, ya que el capitalismo nos lleva actualmente a muchas situaciones de inestabilidad sistemática que nos hace la vida más difícil de llevar: económica, emocional y afectiva, etc. Pero este es otro tipo de inestabilidad a la leída por el sistema qe comentaba en los párrafos anteriores. La intestabilidad vetada por el sistema no es de por sí misma una inestabilidad, es definida como tal por el sistema, ya que como que el sistema ‘requiere’ personas que no cambien, que no escojan libremente, etc, las que no cumplen estos requisitos son tachadas de inestables y serán, además, condenadas a una inestabilidad sistemática dada por el sistema (emocional, económica, etc) como consecuencia, haciéndonos creer que el resultado de esta inestabilidad sistemática es debido a ser una persona leída e interpretada como inestable. Por defecto, caemos en la trampa de culpar al cambio, a la fluctuación, al poder escoger, devenir, etc, de la inestabilidad económica o emocional que resulta de ella, cuando no es la verdadera cuasante de todo esto, es el propio sistema el que nos lo da y nos hace ir a buscar constantemente una falsa estabilidad que (irónicamente) nos obliga a tenere el sistema, aquél que huye de lo que es leído como inestable: cambiar, fluir, poder escoger, devenir, referirse a contextos concretos, ser una persona que puede cambiar emocionalmente a lo largo del ía, o bien tener las características que tiene que reunir una personas para ser considerada ‘normalmente estable’ dentro de los baremos sociales establecidos.

Una de las grandes forrmas que ha tenido el mismo sistema en engañarnos en este sentido, ha sido con la apropiación de conceptos como el ‘fluir’ en las relaciones. Tal como he explicado anteriormente, el fluir, cambiar, es vetado. Ahora bien, una cosa que actualmente se lleva mucho es el de ‘fluir’ en las relaciones (donde otras personas también dependen de nosotres y nosotres de elles), tanto sean relaciones personales como compromisos y relaciones colectivas (por el simple hecho de movernos socialmente donde estamos). Este ‘fluir’ relacional no está referido a que las relaciones puedan cambiar, puedan adaptarse a ciertas situaciones, puedan tener relaciones disfrutadas sin todo el control que el sistema relacional y monógamos. Este ‘fluir’ es más bien un ‘arrastre’ por el sistema que lleva a personas con menos privilegios a vivir situaciones de vulnerabilidad e inestabilidad sistemática (económica y emocional/relacional). Este tipo de fluir es en realidad: falta de comunicación entre as personas que se están relacionando, falta de querer comprometerse, falta total de intentar entender qué quieren las personas que la componen e intentar encontrar maneras todes de llevarla, objetificación (debido a la falta de comunicación y a la posición supuesta en la que se colocan a muchas personas), falta de voluntad de querer ser conscientes de que afectamos nuestro entorno. De esta manera, se crea un marco donde las personas con menos privilegios se verían arrastradas por este fluir a situaciones de vulnerabilidad (y por tanto también a situaciones donde elles no pueden ‘fluir’), mientras que las personas con más privilegios podrían disfrutar de todo aquello que el sistema les da por defecto.

¿Se pueden tener relaciones y vivencias no estáticas y sensibles a los cambios sin que acaben reproduciendo este tipo de arrastre que beneficíe a las personas con más privilegios? Creo que la clave está en la comunicación, en la sensibilidad a como tratamos nuestros propios cambios referente a lo que nos rodea, a la posibilidad de los cambios de les demás, como acompañamos, como cuidamos, y como nos implicamos y desimplicamos de lo que nos rodea. No existe una fórmula única de pueda describir o escribir aquí, es complejo. Las relaciones tienen que poderse transformar, pero no al devenir solo de quien tiene más privilegios, sino de forma también compartida.

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