por wuwei (natàlia)
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Tercera parte. El mes de Abril de 2016 se celebraron las I Jornadas Desorientadas en Madrid. En esas jornadas di una charla sobre monosexismo, su discurso y de como se ha construído este discurso. El audio de la charla lo tenéis aquí (aviso de contenido del audio: lenguaje cisexista e intersexfóbico debido a estar explicando el discurso médico entorno a las orientaciones). Esta es la tercera parte. La primera la podéis leer aquí, la segunda aquí, la cuarta aquí, la quinta aquí y la sexta aquí.
Aviso de contenido: lenguaje heterosexista, monosexista, cisexista e intersexantagónico por estar explicando el discurso médico alrededor de las orientaciones.
Antes de sumergirnos en la historia de cómo se ha conceptualizado la plurisexualidad, a través de la ciencia y a través de los intereses sociales que había detrás, conviene comentar algunas cosas.
En primer lugar, tal como se conceptualizaron y crearon las orientaciones sexuales en la ciencia, desde el siglo XIX, no se hablaba de atracción entre ‘géneros’, ni de relaciones entre personas de un ‘género’ o de otro. El género no estaba conceptualizado ni tenido en cuenta en ciencia. Todas las teorías giraban en torno a lo que llamaban ‘sexo’, o sea, entorno a lo que se leía por la genitalidad de las personas a las que se estudiaba. La razón principal por la que se hizo de esta manera era porque, no solamente se estaba construyendo el concepto de orientación sexual, sino también se estaba intentando hacer una separación entre dos sexos opuestos. Una separación definida por la genitalidad de las personas, e imponiendo a la vez que esa diferenciación fuera la base para una diferenciación de comportamientos y roles.
Las personas que no se sentían identificadas con esta imposición asignada, personas trans, fueron a través de esta historia, también invisibilizadas. Evidentemente, esta no solamente es una historia sobre el monosexismo, también lo es de la transfobia, de la homofobia, del sexismo, y todo aquello tan ligado a nuestra cultura patriarcal.
Muchas prácticas sexuales o afectivas que se leían como ‘homosexuales’ o entre personas del mismo ‘sexo’, podrían tratarse de relaciones que no fueran ‘homosexuales’, por tratarse de personas que se leían desde estos paradigmas de una forma que no era correspondida en cómo se identificaban. No obstante, no puedo hablar de estas teorías a través de cómo hablamos hoy en día sobre las orientaciones y los géneros, por lo que tendré que hablar de ‘sexos’, y solamente de dos.
También habrá algunos momentos en los que hable sobre hermafroditismo. Veremos más adelante que el término bisexual nació en la biología y era un término que se relacionaba con lo que llamaban en biología hermafroditismo (no solamente para referirse a personas humanas, sino a organismos en general). Mi intención no es igualarlo a la intersexualidad, aunque son discursos que evidentemente también han afectado a todas aquellas personas que no caían exactamente en los dos sexos que se querían imponer de alguna forma.
También existe una invisibilización total de la posibilidad de la existencia de géneros no binarios, que no son ni hombre ni mujer. No puedo, por tanto, en esta historia de hablar de géneros no binarios, porque para ese discurso ni tan solo existían los géneros, como ya he comentado.
Y, aunque hoy en día las personas plurisexuales hablamos de atracción hacia géneros, hacia algunos, muchos, todos, lo que sea, y no hablamos solamente de dos géneros, ni nos centramos en los sexos, la historia con la que se nos ha ‘construído’ habla solamente de ‘sexos’ y específicamente de dos ‘sexos’, y es por eso que estaré hablando a partir de aquí.
Tenemos que recordar que tanto socialmente como científicamente se ha hablado de nosotres desde fuera, desde arriba, desde el ‘poder’. En esta historia nosotres solamente éramos meros objetos de estudio donde constantemente se nos definía sin que nosotres tuviéramos ningún poder en toda esta definición y explicación. Y actualmente se nos ve socialmente de unas formas concretas y con unos estereotipos justamente por cómo se nos ha definido desde fuera en esta historia, no desde nosotres mismes.
Teoría de la inversión sexual
Antes de que aparecieran los conceptos de orientación sexual, en el s.XIX, las prácticas entre personas del mismo ‘sexo’ eran penalizadas en muchos países ‘occidentales’, y también moralmente y socialmente castigadas. Se las llamaban prácticas ‘contra natura’. No se veían igual si eran personas leídas como de un ‘sexo’ u otro, como tampoco según como eran esas prácticas, pero no tengo tiempo para entrar mucho aquí.
En ese contexto empezaron las primeras teorías sobre la homosexualidad que intentaron, sobre todo, ‘naturalizar’ estas prácticas, verlas como algo que no se escogía, sino que eran innatas, para que dejaran de ser castigadas. Recordemos que lo natural es exento de ‘carga’ moral, ya que no se escoge. El problema es que aunque se ‘naturalicen’, al ser algo que realmente no es aceptado socialmente, no están exentas de querer ser corregidas, y por tanto, se tratará de hacerlas entrar en la enfermedad para que se las someta a ‘tratamiento’. No todos los que hicieron teorías al respecto querían que fueran tratadas como una enfermedad, pero al final lo que perduró y se cogió fue eso.
La teoría que más resonó fue la de la inversión. Esta teoría partía de la idea de que la atracción tenía que ser siempre por narices entre personas de los dos sexos opuestos, y que por tanto, cuando te sentías atraída por una persona del mismo sexo quería decir que tu psique, tu mente, era del sexo opuesto al que se te leía físicamente. O sea, que eras invertida.
Hermafroditismo psicosexual
En esta teoría de la inversión sexual las personas que se sentían atraídas por los dos ‘sexos’ eran personas que tenían psicológicamente los dos ‘sexos’, y se las llamaba ‘hermafroditas psicosexuales’. En este caso, mi psique ‘femenina’ se sentiría atraída por los hombres y mi psique ‘masculina’ por las mujeres.
Pero no es tan simple. De hecho, aunque apareció y se usaba el término, a las personas que se dedicaban a estudiar nuestras sexualidades, la trataban de una forma particular. En realidad, la atracción hacia los dos ‘sexos’ será tratada como algo que molesta incluso en los datos y como algo más bien irreal.
Podemos ver, por ejemplo, una cita de Havellock Ellis, donde habla del hermafroditismo psicosexual en la última edición del ‘Sexual Inversion’. Al ser la última versión del texto, en vez de utilizar hermafroditismo psicosexual ya usa la palabra bisexual. Pero para que nos entendamos el concepto era el mismo, atracción hacia los dos sexos con una idea de inversión sexual. En esta cita, que es un poco larga, aparecen las metáforas que he comentado anteriormente (en negrita):
“La más simple de todas las clasificaciones posibles, y aquella que yo he adoptado en ediciones anteriores del presente estudio, simplemente busca distinguir entre esos que, no sintiéndose a traídos exclusivamente hacia el sexo opuesto, se sienten atraídos exclusivamente hacia el mismo sexo, y aquellos que se sienten atraídos por los dos sexos. El primero es el homosexual, se origine o no su atracción por una inversión genuina. Los segundos son los bisexuales, o, como fueron a menudo antes denominados, siguiendo a Krafft-Ebing, hermafroditas psicosexuales. Parecería que habría una amplia y simple agrupación de todas las personas sexualmente funcionales en 3 divisiones completas: el heterosexual, el bisexual y el homosexual.
No obstante, esta clasificación primaria parece que no tiene utilidad práctica. El grupo bisexual introduce incertidumbre y duda. No solo que una gran proporción de personas que podría considerarse normalmente heterosexuales han experimentado en sus vidas un sentimiento que podría llamarse sexual hacia individuos del mismo sexo, sino que además una gran proporción de personas que son definitivamente y remarcadamente homosexuales se ha visto que han experimentado atracción sexual hacia, y han tenido relaciones con, personas del sexo opuesto. La presión social, instando a todas las personas a pasar por el canal sexual normal, es suficiente para desarrollar este tipo de gérmenes de heterosexualidad que las personas homosexuales pueden poseer, que las haría bisexuales. En la mayoría de las personas adultas bisexuales parecería que la tendencia homosexual es más grande y más orgánica que la tendencia heterosexual. (…) Por tanto, aunque la división en heterosexual, bisexual y homosexual es una útil división superficial, apenas es una división científica.”
“La mayoría de los bisexuales prefieren a su mismo sexo. Es curiosamente raro encontrar una persona, sea hombre o mujer, que, por elección tuviera relaciones con los dos sexos y prefiera al sexo opuesto. Esto parecería indicar que los bisexuales realmente serían invertidos.”
Queriendo crear un aparato de discursos en el que se quiera, sobre todo, salvaguardar a la heterosexualidad de una posición de privilegio (o sea, imponer que sea la mayor de las verdades y realidades) todo aquello que pueda llegar a molestar son cosas que crean duda e incertidumbre. Y como sabréis, lo que molesta hay que quitarlo de en medio.
Aunque se nos diga a menudo de nosotres que estamos confundides y no sabemos lo que queremos, ya sabemos que no somos las personas bisexuales las que realmente creamos la duda o la incertidumbre, sino aceptar nuestra posible existencia cuando se intenta pasar por un aparato de control como es el de la heterosexualidad obligatoria.