memorias de una C (II – la monogamia como estructura de poder)

por wuwei (natàlia)

en català aquí.

Ésta es la segunda parte de la charla ‘Memorias de una C‘. La primera parte la podéis leer aquí, la tercera aquí, la cuarta aquí, la quinta aquí y la sexta aquí.

Aviso de contenido: pensamiento monógamo, relaciones jerárquicas, jerarquías, exclusión, objetificación.

 

Sistema relacional/monógamo

 Nos relacionamos con las personas a través de una estructura, de un pensamiento, de unas ideas y unas normas que nos dicen cómo nos tenemos que relacionar. Estas normas sociales privilegias una forma concreta de relacionarse y generan cierto tipo de jerarquías y violencias, entre muchas otras cosas. A este sistema relacional lo podríamos llamar monogamia, sistema monógamo, estructura monógama, cultura de la monogamia o pensamiento monógamo; y lo llamamos así ya que aunque es un sistema que afecta a más personas más allá de la pareja monógama, está muy relacionado con la pareja (especialmente monógama), ya que es lo que normalmente privilegia.

La monogamia normalmente la definimos y la entendemos como una cuestión de número de parejas o de demanda de exclusividad romántica y sexual: si eres monógame sólo estarás abierte a la posibilidad de tener una pareja y pedirás exclusividad romántica y sexual a ésta, y si no eres monógame supuestamente estás abierte a la posibilidad de tener más de una relación romántica y/o sexual y/o a no pedir estas exclusividades. Pero la monogamia va más allá del recuento del número de relaciones de pareja, ya que además es un sistema, una estructura de poder, un pensamiento, que nos dice cómo nos tenemos que relacional con las personas según cada uno de los estatus diferentes relacionales (pareja, amistad, familiar, etc) y que coloca cada una de estas según unas jerarquías concretas, sumándose o mezclándose, además, con las demás jerarquías que ya existen de otras estructuras (machismo, heterosexismo, racismo, clasismo, capacitismo…). Y no solamente se suma de éstas, sino que también está relacionada con ellas y se alimenta de ellas, como ellas se alimentan de la monogamia (como pasa siempre con las estructuras de poder).

Y, evidentemente, no ser monógame (o sea, tener más de una pareja, o más de une compañere romántique y sexual, o no pedir exclusividad a tu pareja) no implica necesariamente romper con este sistema relacional. Se puede ser no monógame y seguir reproduciéndolo y perpetuándolo, a través de las no-monogamias de pensamiento monógamo.

Se ha hablado ya un poco de cómo funciona este pensamiento, pero la mayoría de las veces ha sido para hablar sobre cómo afecta a las relaciones de pareja: que hay unas normas que nos imponen como tienen que ser nuestras relaciones de pareja,  cuantas tenemos que tener, que funciona a través de la apropiación y la exclusividad (especialmente atravesado por el género, y por tanto, la apropiación se produce normalmente del hombre hacia la mujer) y de la violencia que genera este tipo de relación, especialmente mezclado con los mitos del amor romántico. Pero en todo este discurso muchas veces nos olvidamos de cómo afecta todo esto a las demás relaciones.

La demanda de exclusividad en la pareja es solamente una demanda de exclusividad sexual, sino también muchas otras cosas, que a menudo están implícitas (o sea, que muchas veces no hace falta que funcione a través de una demanda o una exigencia explícita por parte de la pareja, sino que hay unas normas que por defecto hacen que se otorguen). Estas exclusividades se alargan a muchas otras cosas, como son el tiempo que se pasa juntas, el tipo de actividades a las que están limitadas otras relaciones (como la crianza o las vacaciones), o incluso, y muy importante, el reconocimiento de la relación. Todas estas demandas dentro de la pareja van más allá de la pareja, ya que afectan a las relaciones que las rodean.

Aún la violencia que puede haber en una relación de pareja, existe un privilegio social hacia este tipo de relación (por este motivo la pareja tiene el privilegio de demandar estas exclusividades, especialmente la del reconocimiento). El resto de relaciones (las que no son ‘familiares’, ya que la familia a lo mejor podría encontrarse en otro rango), debido a no formar parte de este tipo de ‘privilegio’ (otorgado especialmente para la exclusividad de reconocimiento), quedan más al margen y se crea, a parte de las jerarquías entre personas que puedan haber de género, racialización, o capacidades, entre otras, una jerarquía entre relaciones.

Las relaciones jerárquicas implican un seguido de normas que se imponen desde la relación de pareja (o la que se considera principal en la jerarquía) y que limitan el resto de relaciones que pueden tener con otres. Estas normas se imponen evitando que las personas que no componen la relación de pareja (o más ‘principal’) puedan presentar alternativas o formar parte de procesos de decisión en cosas que las afectan (ya que son normas y limitaciones que afectan directamente a su relación y persona). Normalmente las normas o limitaciones les vienen de fuera y solo pueden aceptarlas o rechazarlas, sin poder plantear alternativas. Todos éstos son actos de objetificación hacia estas personas que no forman parte de la relación de pareja. Las relaciones fuera de la relación de pareja vienen definidas por estas relaciones de pareja y externas a la relación que se está jerarquizando. Las relaciones jerárquicas quitan voz a las personas que no forman parte de la relación ‘principal’ y dan más voz para definir las relaciones fuera de la pareja a personas de las relaciones de pareja que no forman parte de estas relaciones (por este motivo se llaman jerárquicas).

Hace falta enfatizar que normalmente cuando se critica la jerarquía relacional se señala el poliamor jerárquico, pero se suele olvidar la monogamia como sistema que jerarquiza entre relaciones. Es más, el poliamor jerárquico ha copiado de la monogamia: es una ideología del pensamiento monógamo.

Este pensamiento se puede reproducir también aunque no llamemos esa relación como ‘pareja’, por ejemplo, si llamamos nuestras relaciones como ‘sexoafectiva’, ‘compañere’, o no etiquetándola; también se puede jerarquizar unas relaciones respecto otras cuando son más románticas o se comparte sexo, ya que estos factores pueden subir la escalera de la jerarquía; o bien se puede reproducir cuando la configuración es parecida a la de una pareja con más de dos personas, o en las no-monogamias donde existe una relación de pareja ‘principal’ o desde las ‘parejas’ hacia el resto de relaciones. No obstante, también se pueden construir relaciones jerárquicas respecto otras por otros motivos que no sean los románticos y/o sexuales.

Se tiene que diferencias la jerarquía de la importancia, la prioridad o el hecho de compartir cosas diferentes con diferentes personas. Que una relación sea menos importante, sea menos prioritaria en un momento dado, o se compartan más o menos cosas, no implica que se le tenga que objetificar ni quitarle la voz en cosas que le afectan. Quien tiene que poder limitar y poner normas en una relación son las personas que la componen, siendo sensibles a otras relaciones, pero no terceras personas que no forman parte de ella.

Este pensamiento también borra relaciones, emociones o violencias. Hace que cuando digamos ‘relación’ siempre se piense en ‘relación de pareja’, que cuando digamos ‘sentimientos’ por defecto se piense en los ‘románticos’, o también que cuando hablemos de violencias como las ‘de género’ o el ‘maltrato’ se piense normalmente solamente en violencia en las parejas, escondiendo todas las de fuera de la pareja. También se suelen comprender mucho más todas las emociones que provengan de la pareja que la de otra relación, como por ejemplo los celos (a las personas de fuera de la relación de pareja muchas veces se les niega la importancia de lo que sienten por el simple hecho de no reconocerlas, haciendo de esta manera, que no se acompañe emocionalmente emocionalmente o se les niegue poderlas expresar).

Me gustaría aclarar una cosa sobre el tema de los celos. No quiero para nada estigmatizar los celos. Los celos, de hecho, es un conjunto muy complejo de emociones, que no siempre tiene que tener el mismo origen o motivación. El problema, lo que objetifica (y jerarquiza), no son los  celos, es cómo se decide gestionar una situación así, objetificando o quitándoles voz a otra persona. Además, no todos los celos provienen de una situación donde se está tratando de una forma injusta o se te está borrando o negando, cómo podría pasar en los casos de las relaciones jerarquizadas: irónicamente yo he vivido emociones que se podían leer como celos por el hecho de estar apartada, borrada o invisibilizada, cuando todo esto estaba pasando para poder ‘empatizar’ con los celos de una pareja, mientras a mí no se me compañaba.

Una vez en un taller que estaba dinamizando sobre relaciones, una persona me dijo: “La amistad no hace falta cuidarla ni dedicarle mucho tiempo porque ‘siempre está allí’, pero a las parejas o posibles parejas (aquellas de las que te enamoras) se les tiene que dedicar mucho tiempo y cuidar porque se pueden perder.”

 

Diario de una C (Historia 1)

 Constantemente sentía que mi relación con B iba cambiando y no entendía el porqué. Lo que más me jodía es que yo no podía decidir nunca cómo era la relación. Y cada vez que me acostumbraba y me adaptaba (tal y como había intuido que tenía que ser), pam, cambiaba la situación y yo lo tenía que volver a interpretar y me tenía que adaptar. Hace un año lo que tuve que percibir fue que la relación cambiaba hacia más distanciamiento, más límites emocionales y físicos, más límites de lo que se podía compartir o de lo que podía pedir. Me sentía muy desempoderada en esta relación.

De golpe, después de mucho tiempo, hoy B se ha presentado en mi casa y me ha pedido que le ayude a solucionar problemas con su relación con A. Tal y como iba relatando todo yo me sentía muy incómoda, me siento muy descuidada y me está pidiendo ayuda y consejo para entender cómo cuidar de su relación con A. No es que me moleste que me pida ayuda, es que siento un desequilibrio muy grande que no sé cómo describir.

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memorias de una C (I – introducción y contexto)

por wuwei (natàlia)

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Ésta es la primera parte de la charla ‘Memorias de una C‘. La segunda parte la podéis leer aquí, la tercera aquí, la cuarta aquí, la quinta aquí y la sexta aquí.

 

‘Memorias de una C’ es una charla que preparé inspirada a través de una larga época emocionalmente muy mala debido a las vivencias y los traumas que me produjeron ciertas relaciones jerárquicas. En aquella época, de forma muy inconsciente, empecé a usar la metáfora de las C en las redes sin saber que sería una metáfora que me ayudaría a mostrar la problemática de las jerarquías relacionales. Me apeteció hacer una serie de vídeos cortos bajo el título de ‘Diario de una C’, donde quería mostrar estas problemáticas de las jerarquías a través de escenas de humor; en la serie la protagonista era una tal ‘C’ que se veía envuelta en relaciones con A y B que la llevaban a situaciones absurdas, irónicas, y muchas de ellas dolorosas.

Finalmente no pude hacer la serie por falta de tiempo, pero la idea y las ganas quedaron. Cuando decidí hacer la charla para explicar todo este tema quise rescatar aquella idea del diario y nació ‘Memorias de una C’, una charla donde mezclo teoría con experiencias relatadas a través de un diario donde se habla siempre desde la posición de C. Decidí que todas las experiencias que relataría serían mías, así que en todos los relatos del diario la C soy yo y son experiencias mías; A y B en cada historia son personas diferentes. Espero que se recojan mis experiencias con el cuidado que necesitan, ya que estoy mostrando situaciones de mi vida que me vulnerabilizaron, y lo hago porque creo que es una buena forma de mostrar las violencias que vivimos día a día (ya sabemos que lo personal es político).

 

1ª parte de ‘Memorias de una C’

 Introducción y contexto

 A y B tienen una relación. B conoce a C. A y B empiezan a hacer gestiones y a tomar decisiones sobre su relación. Pero estas decisiones no sólo son sobre su relación, sino de rebote también sobre la relación entre B y C, y esta relación también se va afectada. Es igual cuál sea el motivo: puede ser que sea por cuestiones de cómo se decide gestionar posibles celos hacia C (que es a lo mejor el ejemplo más habitual y que se muestra más), o puede ser simplemente por algún otro motivo. C no es informada en ningún momento. C desaparece del mapa discursivo. En grupos de debate todes opinan: sobre A, sobre B, pero nadie se pregunta qué siente, qué quiere, o qué necesita C. Finalmente hay una sentencia final y es posible (sólo posible, no siempre pasa) que se informe a C del veredicto de todo lo que le afecta, y a lo mejor incluso podrá decir ‘sí o no’ (sin muchos más matices). Pero muchas veces se lo tiene que imaginar. Y tragar.

De historias como éstas hay muchas. La que acabo de plantear es bastante típica en las relaciones jerárquicas (monógamas o no monógamas), y es una situación que puede o suele venir de un conflicto debido a la propia existencia de C (como por ejemplo para gestionar celos u otros ‘conflictos’ debido a la aparición de esta ‘otra’ relación); pero a veces también se quita del discurso a C en situaciones donde ni tan siquiera se paran a pensar en su existencia, donde básicamente la borran. Por ejemplo, A y B deciden hacer planes de viaje para todo el verano. Pero antes de esto, B ya había medio hablado con C de hacer alguna cosa durante las vacaciones, y esto se obvia la toma de decisiones entre A y B, que hacen planes sin tener en cuenta lo que ya se había hablado con C, y a lo mejor sólo al final se le informa un poco de las decisiones. ¿Por qué suele pasar esto? Puede haber muchos motivos, pero el más habitual suele ser que A y B sean pareja, pero B y C no (o no son pareja ‘principal’, mientras que A y B sí), y hay una norma social implícita que dice que las parejas (o las más ‘principales’) tienen siempre preferencia y que obviar cosas que afectan a quien no son pareja no es nada negativo.

Yo empecé a preocuparme por las C (y quien dice las C dice también todo el resto de letras del abecedario que van detrás) cuando después de un tiempo en grupos de ‘discusión’ y debate sobre relaciones (especialmente sobre no-monogamias) se ponían los típicos ejemplos A, B y C (utilizando las letras para mantener el anonimato), y por un extraño motivo me di cuenta de que la C aparecía en el primer párrafo, como ‘problema’, como ‘objeto’, pero no como ‘sujeto’, y después desaparecía totalmente. O sea, se empezaban a opinar sobre cosas que afectaban a C pero nadie se preguntaba cómo se sentía C o qué quería C. también se podía observar que en casi todos los comentarios de las demás personas la C no estaba, y cuando estaba, casi siempre era a través de decisiones sobre C, que afectaban a C, siempre hablando de ella, pero ella no participaba del proceso, ella nunca decidía, simplemente esperaba ‘tranquilamente’ su veredicto (la mayoría de veces sin saber que se estaba juzgando un posible veredicto que le podía afectar). O sea, A y B hablaban de C, pero nunca hablaban con C.

Paralelamente a estar dándome cuenta de todo esto, yo estaba en una situación relacional donde constantemente sentía que todo me venía definido desde fuera y nunca podía escoger nada, ni opinar, ni tener voz, ni decidir, ni entender, ni consentir… Como también constantemente se borraban o menospreciaban sus emociones, necesidades o deseos. Era extremadamente doloroso, pero me costaba entender el porqué de mi dolor, ya que era una situación muy normalizada en todos los sitios (o sea, no sólo normalizada para mí, sino que las normas sociales así me lo hacían sentir). Por tanto, sentir dolor en una situación como aquella podía verse incluso como un acto de egoísmo en vez de una reacción por una situación de exclusión o injusticia. Me sentía culpable para sentirme mal, y con poco derecho a pedir nada.

Finalmente uní las dos cosas: lo que estaba viendo sobre las C y mi situación relacional. Además, se juntó en un momento en el que estaba leyendo mucho sobre relaciones jerárquicas poliamorosas y las consecuencias de éstas jerarquías y sin poderlo evitar mucho ni entender el porqué me ponía a llorar. Poco a poco extendí toda aquella información sobre jerarquías en el poliamor a otros tipos de relaciones (también en la monogamia o en el poliamor no jerárquico o cualquier sistema relacional), y finalmente un día me empezaron a salir palabras, como objetificación, violencia, o desempoderamiento. Una vez encontradas las palabras y poderlo señalar, pude empezar a romper un poco más con el sentimiento de culpa y empoderamiento delante de las situaciones que estaba viviendo en mi vida.

Desde entonces llevo desahogándome sobre este tema por las redes sociales, en mi vida personal y en algunos talleres. La primera vez que utilicé la metáfora de las C lo hice para desahogarme en un momento bajo. No sabía que otras personas lo acabarían utilizando también, y la verdad es que me encontré que a muches les resonaba mucho la historia y empezaron a utilizar esta metáfora. También a la vez que ha llevado a algunas confusiones y a definir o interpretar lo que son las ‘C’ de una manera que no es la que yo pretendía. Llevaba tiempo queriéndolo explicar un poco ‘mejor’, y este es el motivo de la charla.

Tampoco quiero ir solamente de víctima en todo esto, claro, ya que aunque yo me di cuenta de todo esto debido a que me atravesaba como C, no quita que yo no haya podido aplicar este tipo  de violencia hacia otras personas. Tenemos que entender que a todes nos han educado para tratarnos mal entre nosotres: objetificarnos, dominarnos, consumirnos o apropiarnos les nues de les otres, y por tanto es una cosa en la que casi todes hemos caído. Ahora bien, intentaré hablar desde la posición de C, porque es como siento que tengo que mostrar todo esto, sin que esto quiera decir que yo no haya podido hacerlo a otres.

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encuentros sobre anarquía relacional – segundo encuentro el 14 de abril

por wuwei (natàlia)

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El día 14 de Abril haré el taller de ‘deconstruir contextos para construir relaciones‘, el segundo taller que dinamizaré dentro del ciclo que organiza  Veusambveu titulado ‘Trobades sobre anarquisme relacional’. Si os interesara y os fuera bien asistir os tendríais que inscribir en el correo electrónico de  veusambveu.editorial@gmail.com  ya que hay un límite de plazas de 20 personas. El lugar donde se realizará el taller es C/ Picalquers, 2, Barcelona. No hace falta haber asistido al primer encuentro para inscribirse, aunque se dará preferencia a quien ya haya venido al primero.

Aquí tenéis el evento de facebook donde también se anuncia el último encuentro, un espacio de debate el día 5 de Mayo por la tarde. Más info en: https://www.facebook.com/events/171593670142565/

 

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pensamiento monógamo más allá de las parejas (o porque detesto realmente la monogamia)

por wuwei (natàlia)

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aviso de contenido: monogamia/pensamiento monógamo, jerarquías, relaciones jerárquicas, violencia monógama, violencia simbólica

Este artículo lo escribí como resumen (muy resumido) de la charla ‘Memorias de una C‘ que hice el pasado Noviembre y repetí en las 3as Jornadas de Amors Plurals y se publicó en el número 449 de la Directa. Podéis ver el artículo original en catalán aquí.

 

A y B tienen una relación. B conoce a C. A y B empiezan a tomar decisiones sobre su relación, pero estas decisiones afectan también la relación entre B y C. No obstante, C no es informada en ningún momento. En grupos de debate opinan: sobre A, sobre B, pero nadie se pregunta qué siente o qué necesita C. Finalmente hay una sentencia final y es posible que se informe a C del veredicto donde a lo mejor podrá decir si lo acepta o lo rechaza (sin más matices). Esta situación se suele dar por un “conflicto” que surge entre A y B debido a la existencia de C, pero a veces también pasa en situaciones donde la borran.

Me empecé a preocupar por las C (y por el resto de letras que van detrás) cuando me fijé que en grupos de debate se ponían ejemplos sobre conflictos entre A, B y C (utilizando letras para mantener el anonimato), y C aparecía en el primer párrafo, como “problema”, como “objeto”, pero no como “sujeto”: se opinaba sobre cosas que afectaban a C pero nadie se preguntaba cómo se sentía o qué quería C. se hablaba de C, pero no con C. A la vez yo estaba en una situación relacional donde sentía que todo me venía definido desde fuera y nunca podía tener voz, decidir, ni entender… y también se borraban o se menospreciaban mis emociones o necesidades.

 

El pensamiento monógamo más allá de la pareja

Las normas que impone el pensamiento monógamo a las relaciones románticas y sexuales afectan de rebote a todo el resto de relaciones: nos dice como nos tenemos que relacionar según cada uno de los estatus relacionales (pareja, amistad, etc) y coloca a cada estatus en unas posiciones diferentes, creando jerarquías. Este pensamiento genera una demanda de exclusividad a la pareja no sólo sexual: abarca casi todos los aspectos de la vida, como la cantidad de tiempo que se pasa juntas, el tipo de actividades que no pueden dedicarse a otras personas (como las vacaciones o la crianza), o el reconocimiento de la relación. El reconocimiento es lo que nos ayuda a valorar cada una de las relaciones que tenemos y a “reconocer” su existencia (sin reconocimiento todo lo que nos aporta se borra con mucha facilidad y no se reconoce la posibilidad de tener compromisos, como tampoco de cuidados), y suele ser sólo hacia las relaciones de pareja.

Aún toda la violencia que puede haber en una relación de pareja, existe un privilegio social hacia este tipo de relación. A través de las demandas de exclusividades, especialmente la de reconocimiento, se genera una jerarquía entre relaciones que permite que se puedan crear “normas” que se imponen desde la relación de pareja hacia las “otras” relaciones, que acaban siendo dominadas por las parejas sin que las personas que forman parte de estas “otras” relaciones puedan tener voz sobre su propia relación. Se tiene que matizar que jerarquía e importancia o prioridad no son lo mismo: tener diferentes relaciones de diferentes grados de importancia o que se prioricen unas sobre otras no quiere decir que sean jerárquicas, ya que se pueden tener relaciones de diferente importancia y prioridad, o compartiendo cosas totalmente diferentes, sin necesidad de quitar voz a aquellas personas en las cosas que le afectan.

Este pensamiento también borra relaciones, emociones o violencias. Hace que cuando digamos “relación” siempre se piense en “relación de pareja”, que cuando digamos “sentimientos” por defecto se piense en los “románticos”, o también que cuando hablemos de violencias como la “de género” o el “maltrato” se piense normalmente sólo en violencia en las parejas, escondiendo todas las de fuera de la pareja. También se suelen comprender mucho más todas las emociones que provengan de la pareja que las de otra relación, como por ejemplo los celos (a las personas de fuera de la relación de pareja muchas veces se les niega la importancia de lo que sienten por el simple hecho de no reconocerlas, haciendo de esta manera que no se les acompañe emocionalmente o se les niegue poderlas expresar).

Este pensamiento se puede reproducir también cuando llamamos a nuestras relaciones como “sexoafectiva”, “compañera”, o no etiquetándola; también se puede jerarquizar unas relaciones respecto otras cuando son más románticas o se comparte sexo, ya que estos factores pueden subir la escalera de la jerarquía; o bien se puede reproducir cuando la configuración es parecida a la de una pareja con más de dos personas, o en las no-monogamias donde existe una relación de pareja “principal” o desde las “parejas” hacia el resto de relaciones. No obstante, también se pueden construir relaciones jerárquicas respecto otras por otros motivos que no sean los románticos y/o sexuales.

 

Violencia monógama

La violencia monógama se expresa de diferentes formas según el tipo de relación: hay un tipo que se reproduce en la relación de pareja, pero hay otro que se reproduce en las demás relaciones y que se basa en el borrado. Un ejemplo es que no se reconozca la relación, que se estereotipe la propia relación con expresiones como la “otra”, o la “amante” (conceptos que marcan una “alteridad”), o se les recuerde que “sólo” son amistades (colocándolas en una posición inferior). Violencia es que intenten demostrar que no eres “nadie” porque no se enfade la pareja de la persona con quien tienes una relación, o que no se te escuche cuando expresas algún tipo de incomodidad sobre la relación y que se prioricen siempre los problemas de otra persona siempre, sean cuales sean, y sea cuál sea el contexto.

Quien suele ser más sensible a padecer esta violencia son aquellas personas que son atravesadas por otras estructuras (como el machismo, el heterosexismo, el racismo, el clasismo, el capacitismo, etc). Me preocupa el riesgo de que personas con muchos privilegios se apropien de este discurso para victimizarse y decir que están muy oprimidos. Las que normalmente quedan más marginadas en las relaciones son personas que las atraviesan otras estructuras. Además, las personas con muchos privilegios, podrían, en algunos casos, beneficiarse, debido a que relaciones con poca implicación les supondría por su parte no tener que sacrificar ningunos de sus privilegios para mantener sus relaciones (dedicar tiempo, atenciones, compromisos o cuidados).

 

Romper con el pensamiento monógamo

El consumismo relacional nos pone a muchas en situaciones muy vulnerables. La pareja parece el único sitio donde encontrar resguardo en una sociedad patriarcal, capitalista y agresiva, especialmente a quien nos atraviesa la violencia estructural. A menudo se hace este apunte, pero se olvida de señalar la falta de cuidados fuera de la pareja (o de cierto tipo de relaciones y las jerarquías) como también uno de los problemas principales, dejando abierta la puerta a seguir reproduciendo siempre lo mismo para centrarnos en la pareja como la “salvación” a todos los males.

Llevo tiempo criticando (mucho) la monogamia. La detesto. Pero casi siempre que la critico siento una reacción muy fuerte de otras personas suponiendo que lo que critico es la falta de liberación sexual de las que se identifican como monógamas; no es esta mi principal intención, ya que supondría mucha insensibilidad para no querer entender las limitaciones que nos encontramos muchas personas en un proceso como es cualquier “liberación”. A mí lo que más me preocupa es la base de cómo nos relacionamos, las jerarquías, la dominación y abuso de poder. Me duele el proceso en el que se nos quita voz tan a menudo a tantas personas, especialmente las que ya padecen vulnerabilidades. Las C, y todas las letras que van detrás, se han convertido en mi principal obsesión.

Romper con la monogamia no tendría “sólo” que implicar romper con el pensamiento que no nos permite tener más “parejas” o poder tener más sexos con otras; tampoco tendría “sólo” que implicar aprender a hacer esto sin maltratarnos entre parejas o amantes sexuales. Para mí, romper con la monogamia, es ir a su raíz: es romper con esta constante jerarquía, la objetificación que borra relaciones, sus cuidados, compromisos, así como sus violencias y maltratos. Es decir, romper con la monogamia, para mí, es aprender a ser más conscientes de las “otras”: de todas las personas con las que nos relacionamos, y también con aquellas que se relacionan con nuestras relaciones. Todas tenemos que ser merecedoras de ser reconocidas, así como también de afecto, de cuidados y de poder “ser”.

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plurisexualidades y estereotipos II: la infección y el peligro como formas de ensuciar y contaminar las estructuras impuestas

por wuwei (natàlia)

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aviso de contenido: monosexismo, monogamia/pensamiento monógamo, infecciones, heterosexismo

Ésta es la segunda parte de ‘plurisexualidades y estereotipos’. La primera la podéis leer aquí, la tercera aquí, la cuarta aquí, la quinta aquí y la sexta y última aquí.

A las personas plurisexuales (aquellas orientaciones donde nos sentimos atraídes por más de un género, como les polisexuales, pansexuales o bisexuales, entre otres) socialmente se nos ve como portadores y fuentes de ITS (infecciones de transmisición sexual). Pero este estereotipo de infección va mucho más allá: es la metáfora del peligro que podemos llegar a representar a las estructuras de poder, especialmente al heterosexismo y a la monogamia. Las personas plurisexuales somos aquellas que podemos ensuciar y contaminar la barrera que se ha construido entre dos mundos que han estado creados para que estén separados infectándolos entre ellos (el bueno del heterosexual y el malo del homosexual) y aquellas que ponemos en cuestión algunas de las ideas con las que se sustenta la insensibilidad relacional de la cultura monógama. Las personas plurisexuales en este marco simbólico somos consideradas (y somos) infeccionas y peligrosas.

Una parte del peligro que representamos es la posibilidad de contaminar y desdibujar el privilegio heterosexual. Imaginémonos una persona que en un momento dado tiene o está teniendo una práctica sexual, afectiva y/o romántica que se lee socialmente como heterosexual (debido a que es una práctica con una persona de un género diferente al suyo): si aceptas la existencia de opciones, orientaciones o identidades donde existe una atracción hacia más de un género, no puedes demostrar de ninguna manera que aquella persona por el simple hecho de tener aquellas prácticas es heterosexual, ya que podría ser bisexual, pansexual o polisexual, o bien incluso también asexual/arromántica (ya que también cabe la posibilidad de que no exista atracción aún con las prácticas que podamos tener). De hecho, es imposible delante de esta posibilidad demostrar que la heterosexualidad existe en sí misma: esto pone en peligro la situación de privilegio y ‘norma’ de la heterosexualidad. Por este motivo uno de los funcionamientos del monosexismo (estructura que oprime a las personas plurisexuales o no monosexuales) es negar la posibilidad de que existan personas que se puedan sentir atraídas hacia más de un género, mientras por otro lado nos define como peligrosas, infecciosas y ‘contaminantes’: precisamente lo que contaminamos es la barrera hetero/homosexual, lo que infectamos son dos mundos que no pueden tocarse, y lo que ponemos en peligro es el privilegio que todo esto le da a la heterosexualidad.

Por otro lado, la monogamia (como estructura de poder) se sustenta a través de la idea de que el género de la persona con la que mantienes una relación romántica y sexual es lo que te completa y por tanto una de las cosas que necesitas buscar (de hecho, los dos géneros binarios ‘aceptados’ e impuestos se han construido a través de roles que se consideran totalmente diferentes y ‘complementarios’). Esta idea se construyó juntamente con la heterosexualidad para hacer de las mujeres una propiedad de los hombres, pero se ha reproducido después también en la homosexualidad con teorías muy diversas con la idea de que la búsqueda de la completitud puede estar también en el mismo género. Si seguimos esta suposición construida y que no se te muestra de forma directa (tienes que zambullirte en el pensamiento monógamo, monosexista y patriarcal para darte cuenta), las personas plurisexuales, al sentirnos atraídas hacia más de un género, necesitaríamos más de una persona para completarnos y romperíamos con la misma necesidad de mantener la monogamia como estructura social. Por tanto, las personas plurisexuales representamos también un peligro para el pensamiento monógamo y este es uno de los muchos motivos por los cuales siempre se nos estereotipa como a no monógames y promíscues, representando un peligro social que ha de borrarse y eliminarse.

Sí, las personas plurisexuales somos infeccionas, contaminamos, ensuciamos y somos peligrosas. Infectamos dos mundos que han sido construidos para que no se toquen: el heterosexual (el bueno) y el homosexual (el malo). Dos mundos que no se pueden tocar porque si se tocaran el  privilegio de la heterosexualidad quedaría cuestionado. Contaminamos y ensuciamos porque representamos una amenaza hacia las jerarquías de orientación y por tanto a las de género, incluyendo las múltiples identidades. Somos peligrosas porque nuestra existencia pone en duda las bases con las que se sustenta el pensamiento monógamo que acaba imponiendo las relaciones basadas en la propiedad y en el consumo.

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mujeres y no binaries plurisexuales y no monógames: objetificación y falta de pertenencia

por wuwei (natàlia)

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Las mujeres plurisexuales (y otros géneros no binarios que puedan estar atravesados por el machismo) sufrimos los efectos del monosexismo juntamente con el machismo, que afecta nuestras vidas a través sobre todo de la violencia simbólica. El monosexismo, para contextualizar, es aquella opresión que padecemos las personas que nos sentimos atraídas por más de un género (les plurisexuales o aquelles que no se identifican con una monosexualidad, como les pansexuales, bisexuales, polisexuales, entre otres). Un ejemplo de esta intersección es la vulnerabilidad que padecemos por estar más expuestas a la violencia sexual debido a estar más objetificadas por la mirada del hombre que construye una plurisexualidad ‘femenina’ para su placer.

Algunos estudios del Reino Unido, Canadá y Estados Unidos, mostraron que también somos más vulnerables a padecer más problemas de salud mental (intentos de suicidio, ansiedad, depresión, estrés post-traumático, autolesión, etc) que las mujeres monosexuales (tanto lesbianas como heterosexuales). La diferencia entre lesbianas y plurisexuales especialmente se agravaba en áreas urbanas, debido a que las plurisexuales nos cuesta mucho más encontrar espacios que podemos sentir seguros y donde podamos trabajar nuestras vulnerabilidades, incluso en áreas donde hay activismo y espacios LGBT+/queer: o sea, que muchos espacios LGBT+/queer no son espacios seguros para nosotras. A la vez, las mujeres y personas no binarias plurisexuales hemos dedicado muchos años a adaptarnos a las necesidades de otros colectivos porque no solemos tener espacios propios donde hablar y tratar nuestras propias vivencias y debido a esto a menudo tenemos que definir nuestros problemas y opresiones utilizando otros tipos de experiencias (especialmente las monosexuales).

Cuando, además de ser plurisexuales, también somos ‘no monógamas’, tenemos que ir todavía con más cuidado con nuestras vulnerabilidades ya que la violencia sexual se incrementa (las mujeres y personas no binarias no monógamas también podemos ser vistas por la mirada masculina como más accesibles y objetificables), sumándose a la particularidad de la objetificación que supone la búsqueda de unicornios (aquellas mujeres bisexuales buscadas por parejas hombre-mujer para satisfacer sus fantasías y deseos sexuales y/o afectivos). Aún la importancia de tener espacios seguros para las que también somos no monógamas, lo que normalmente nos encontramos es que la mayoría de los espacios construidos y que son de más fácil acceso son espacios monosexuales (sobre todo heterosexuales) donde sufrimos violencia.

Por otro lado, los espacios plurisexuales (donde la mayoría de ellos son bisexuales ‘normativos’) borran a las personas plurisexuales no monógamas diciendo que las personas plurisexuales no somos promíscuas y somos monógamas. La razón por la cual pasa esto es porque uno de los estereotipos de las plurisexualidades es que somos promíscues e hipersexuales. Que te asignen un estereotipo como este es una reproducción de monosexismo, esto está claro; no obstante, en muchos espacios bisexuales normativos existe normalmente la idea de que luchar contra los estereotipos significa negarlos: haciendo esto niegan la existencia de una parte de la comunidad (aquellas plurisexuales que no somos monógamas) y señala nuestra no-monogamias como la causa de la violencia sexual y la objetificación que sufrimos después. Esto hace que muchos espacios bisexuales sean muy hostiles para les plurisexuales no monógames.

Es de vital importancia para las mujeres y personas no binarias plurisexuales y no monógamas crear nuestros espacios seguros, mientras a la vez podemos hacer que los nuevos espacios que se creen donde se tocan diversos ejes (queer, feministas o no monógamos) sean más seguros para nosotras, y donde podamos hablar y tener en cuenta nuestras vulnerabilidades. En estos espacios el monosexismo se tiene que aceptar como una estructura de poder, como también tienen que tener el feminismo y la sensibilidad transversal en sus bases.

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relaciones a nuestra medida: no-monogamias de pensamiento monógamo y liberal

por wuwei (natàlia)

en català aquí.

aviso de contenido: pensamiento monógamo, pensamiento liberal de las relaciones

 

En algunas no-monogamias un pensamiento que se repite bastante es la idea de que las relaciones las tenemos que construir a nuestra medida: encontrar cuáles son nuestros deseos, necesidades y voluntades y a parir de aquí construir los tipos de relaciones que nos van bien y queremos, cómo si las relaciones tuvieran que ser un objeto hecho a medida para nuestras necesidades. Esta idea intenta diferenciarse de la monogamia (de hecho se intenta presentar cómo ‘la’ alternativa a la monogamia), ya que la monogamia nos impone un único modelo de relación que no tiene en cuenta nuestras necesidades, deseos o gustos. Pero aunque esta idea parece una verdadera ‘alternativa’ al discurso monógamo, la realidad es que lo que hace es reproducir un pensamiento muy parecido pero de carácter más liberal que acaba beneficiando a quien más privilegios tiene.

Esta forma de ver las relaciones proviene de la idea de que nuestro entorno (y por tanto nuestras relaciones o las personas con las que nos relacionamos) están a nuestro servicio y las modificamos y amoldamos a lo que nosotres necesitamos: un acto de objetificación que olvida que éstas otras personas también puedan tener necesidades, deseos o voluntades que pueden ser diferentes a las nuestras o incompatibles y a las cuales también tenemos que ser sensibles (y que se podría ampliar a todo lo que no son relaciones, perdiendo la sensibilidad con el funcionamiento de nuestro entorno o medio ambiente). Moviéndonos con este pensamiento, las personas que tienen más privilegios les es más fácil obtener sus necesidades ya que el sistema, a través de creencias sociales y normas,  les provee con mucha más facilidad, mientras que las personas con menos privilegios respecto las primeras acaban siendo las que se amoldan y se adaptan.

Una forma de construir relaciones siendo conscientes de nuestro entorno, y por tanto siendo conscientes de las otras personas, no solamente tiene que pasar por entender qué queremos nosotres, sino también qué quieren o pueden aportar a la relación las personas con las que nos relacionamos, y qué quieren y necesitan ellas. Ser conscientes de les otres significa no adaptarlas a nosotres, sino encontrar maneras de construirnos que nos puedan tener en cuenta a las personas que componen la relación, y adaptarnos un poco también a qué nos pueden aportar elles o qué nos aportan. Y, finalmente, y no menos importante, ser conscientes de que nos movemos en un mar muy complicado de estructuras de poder que no nos sitúan a todes en el mismo lugar y que además influyen y afectan todas estas necesidades y deseos (tanto porque las estructuras nos construyen parte de las necesidades como también porque nos vulnerabilizan a muches cuando nuestras necesidades no están cubiertas de forma sistemática).

Pasa parecido cuando hablamos de cuidados: creemos que cuidar es hacer aquello que para nosotres significa cuidar y que tenemos que aceptar que les demás nos cuidarán como elles sienten que es cuidar. Y podría ser (y de hecho pasa muchísimo) que para otra persona cuidar signifique hacer ciertas cosas que yo no necesito, y que en muchos casos me va mal que se me hagan. Pero cuando cuidamos… se trata de le otre, ¿no? De tenerla en cuenta, quiero decir (cuando no nos referimos a auto-cuidados, obviamente). En realidad si lo que queremos es tener cuidado de le otre lo que tendríamos que hacer es entender qué necesita le otre para sentirse cuidade en vez de pensar siempre en nosotres y qué necesitamos para sentir que cuidamos. Al final parece que los cuidados acaben tratándose más de ‘sentirnos tranquiles y buenas personas porque cuidamos’ y no de tener en cuenta el valor de la otra persona. Hace falta enfatizar que ser sensibles a qué necesiten les demás para sentirse cuidades no tiene que implicar automáticamente tener que cumplir los deseos de la otra persona, sino simplemente ser conscientes de ellos y tenerlos en cuenta.

Adaptar nuestro entorno a nosotres es un pensamiento liberal que se refleja también a como vemos nuestro medio ambiente y el tejido social (en el que nos movemos y el que está más allá pero que también es afectado por nosotres). Para mí la alternativa a la idea monógama de que las relaciones están establecidas a través de parámetros estructurales que no tienen en cuenta mis deseos, necesidades ni voluntades, no es dejar de tener en cuenta los deseos, necesidades ni voluntades de les otres, haciendo lo mismo que hace la monogamia pero ejerciéndolo como persona con más privilegios a través de un discurso liberal de las relaciones. Una alternativa a la imposición de la monogamia es la de valorar cada una de las relaciones que tenemos por lo que nos aporta y pueda aportar cada une a parte de lo que nosotres podamos desear de elles.

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san valentín y el menosprecio de las relaciones

por wuwei (natàlia)

en català aquí.

aviso de contenido: amatonormatividad, monogamia (pensamiento monógamo), devaluación de las relaciones fuera de la pareja

 

San Valentín es un día en el que el capitalismo, apropiándose de todo lo que es estructural, celebra, junto con el patriarcado, el amor romántico y todos sus mitos. Es un día donde conceptos como “pareja”, “amor”, “romanticismo” o el propio pensamiento monógamo se dan totalmente por supuestos a través de una exaltación de toda la violencia que pueden comportar si no se los expresa a través de un filtro crítico. Cuestionar su funcionamiento, o poner en duda que tengan que ser conceptos “universales” con valores compartidos por todas, puede llegar a ser considerado un acto de traición. Pero muchas hemos venido a ser traidoras, y yo soy una de éstas. No obstante, mi traición no es solamente por criticar como afectan los mitos del amor romántico a las personas que forman parte de lo que llamamos “parejas”, sino también por cuestiona como afecta esto a todo el resto de afectos y relaciones que quedan siempre más al margen: las amistades, las compañeras, las conocidas, o aquellas con las que compartimos proyectos infravalorados por no tener una base romántica.

Durante los últimos años, gracias a los feminismos y a todo el trabajo de las feministas, se han señalado muchas de las problemáticas de esta exaltación del amor romántico: los mitos del amor romántico generan un ideal de relación totalmente mitificado alrededor de una relación de poder entre el hombre y la mujer (que también se reproduce entre personas de otros géneros o entre personas del mismo género, pero que tiene su origen y se ha construido socialmente para la unión de las construcciones occidentales hombre-mujer). Estos mitos pueden llegar a generar mucha violencia e incluso propiciar y excusar el feminicidio.

Los mitos del amor romántico se pueden resumir en, por ejemplo, creer que hay una pareja por la cual estamos predestinadas y que ha estado la única o mejor elección posible, creer que es imposible que nos gusten diversas personas a la vez, creer que el amor lo puede todo y que cualquier sacrificio es válido, o bien creer que los miembros de la pareja tienen que ser “uno”. Además, estos mitos no han sido construidos en igualdad alrededor de los roles de género binarios hombre-mujer, y tradicionalmente la mujer es la que hace los sacrificios, ama incondicionalmente (y sin poner ningún límite) al hombre, la que cuida, y la que también sacrifica su identidad en beneficio del “uno” (un “uno” que se identifica mucho más con el pensamiento, beneficio y emoción vinculada al hombre que forma parte de la relación). Los mitos del amor romántico juntamente con la diferencia de género facilita la apropiación de las mujeres por parte de los hombres, para hacer con ellas cualquier cosa que les beneficie, llevando en muchos casos al asesinato de ellas en el caso de que puedan revelarse contra la idea de ser su propiedad.

A toda esta crítica, que es muy importante y necesaria, hace falta añadirle además otra de la cual no se habla tanto en una fecha como ésta: la exaltación del amor romántico devalúa otros tipos de relaciones y de afectos. Esta devaluación es otro tipo de violencia relacionada con el menosprecio o el borrado de las propias relaciones (y de todo lo que estas relaciones comportan, sus cuidados, sus compromisos y las ivolencias que se pueden reproducir). Fuera de las relaciones de “pareja” (las románticas para decirlo de alguna manera) las relaciones afectivas como son la amistad, el compañerismo, o relaciones donde se comparten proyectos no vinculados a las relaciones románticas, son relaciones vistas y tratadas como “inferiores”, “poco importantes” y también como “otredades”.

La amatonormatividad fue introducida y definida por Elizabeth Brake en Minimizin Marriage (2012) como la creencia de que el amor romántico tiene un valor especial y que está por encima de otras relaciones afectuosas: supone que una relación amorosa “romántica” es “normal” para las personas humanas, que tenerlas es un objetivo compartido y universal, y que además tiene que ser preferente respecto otros tipos de relaciones. Estas suposiciones devalúan las relaciones de amistad y otras relaciones afectuosas, que las “sacrifica” en favor del amor romántico y relega la amistad y la relación con una misma a la invisibilidad cultural. Aquí podemos ver cómo, paralelamente, el amor romántico y sus mitos reproducen otros tipos de “sacrificios” de forma múltiple.

Esta creencia, convertida en estructura de poder social, coloca a las relaciones que no son de pareja en una posición inferior y las borra: la jerarquía relacional lo que hace es borrar la voz (los deseos y necesidades) de las personas que forman parte de estas relaciones consideradas “inferiores” poniendo por encima la voz de las personas con las que se tiene una relación “romántica”. Esta devaluación de relaciones acaba teniendo consecuencias como el borrado o menosprecio de emociones, de necesidades, de cuidados, de compromisos, de molestias e incomodidades que se estén pudiendo sentir o también de violencias generadas en estas relaciones “menospreciadas”. El vocabulario que utilizamos lo dice muy claro cuando utilizamos expresiones como “solamente es una amistad” (donde este “solamente” denota “falta” o “inferioridad”) o bien expresamos otredad diciendo la “otra” o la “amante”.

El amor romántico no solamente violenta las relaciones de pareja. El amor romántico sacude, remueve y afecta todo tipo de relaciones. A las que no violenta a través de la apropiación y los mitos del amor romántico, las borra, devalúa y menosprecia. Es curioso si más no que después somos nosotras las que somos acusadas de devaluar el amor cuando hacemos esta crítica, mientras a la vez tenemos que escuchar perlas como que “las amistades no hace falta cuidarlas ya que no las puedes perder”.

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