el contexto también es político

por wuwei (natàlia)

en català aquí.

 

aviso en todos los textos: cuando hablo de relaciones me refiero a relaciones de forma general, no solamente a relaciones sexoafectivas o de pareja. cuando me refiera a estas últimas siempre lo voy a especificar.

 

Durante mucho tiempo me cogí muy fuertemente al discurso de los cuidados, al de no dejar las relaciones con lo que se suponía que era violencia, al de comunicarme siempre mucho, al de no imponerme ni pedir por miedo a ser autoritaria, o a lo contrario, pedir y pedir, poner límites, etc. Y sufrí mucho. Lo que más me hizo sufrir, no obstante, no fueron estos conceptos en sí mismos, sino la falta de contexto des de los cuales muchas veces los recitamos. Sin contexto, todo se rompe, todo se manipula, todo se entiende de forma banal, y se borran un montón de emociones, situaciones y jerarquías. Estamos muy acostumbradas a las soluciones y fórmulas generales. Nos encantan los lemas. Somos también adictas a los titulares, a lo que nos sacude. Pero todo se queda en esto, una sacudida que si no se intenta comprender en profundidad y saber cómo y cuándo realmente se aplica lo que tanto nos motiva conceptualmente nos deja también vulnerabilizadas o con  muchas armas también para vulnerabilizar a las demás.

Los contextos definen fronteras, límites, contornos diferentes en cada momento. Lo que para muchas puede ser la salvación en un momento dado, para otras o en otros momentos puede ser un desastre, violencia, u opresión. No quiero hacer de esto lo que muchas han conseguido hacer muchas veces: la relativización total de cualquier aspecto estructural hace que se acabe borrando todo, como lo que se vende cómo crítico y acaba fluyendo hacia un discurso liberal. Contextualizar no es relativizar hasta borrar los contornos y las fronteras. Tampoco es apolitizar lo personal. Al contrario. No va de esto. Va de politizar también el contexto. Va, precisamente, de leer estas fronteras, de añadirlas, de interpretarlas, de saber que están, y de que no siempre son iguales ni las mismas.

¿Por qué un discurso pro-cuidados, por poner solamente uno de los ejemplos, puede generar, en algunos casos, violencia cuando se supone que lo que pretende hacer es todo lo contrario? Por el contexto. La utilización descontextualizada de un concepto como este tiene el peligro de aplicarse en muchos casos donde se benefician intereses puramente personales, personas que nos están violentando, o que quieren manipular una situación. Sacar la carta de los “cuidados” es como sacar de golpe un tipo de carta comodín que todas miran, a veces con frustración. Y, creedme, no estoy hablando de casos “cantados” donde es obvio que nos encontramos delante de un caso de manipulación. Hablo de situaciones complejas, de múltiples estructuras, de afectaciones que van más allá de lo que a veces nos hemos enseñado con nuestros discursos a ver. A veces necesitamos, en un contexto dado, definir los cuidados de otras formas. Cuidar no siempre será prepararle la cena a la vecina. A lo mejor la vecina no necesita que le preparen la cena. Tampoco siempre será hacer lo que ella necesite y reclame, esto también puede llegar a ser peligroso algunas veces. Tenemos que situar el contexto, ver qué está pasando, qué más hay alrededor, tanto de ella como de nosotras. Decir que siempre tenemos que cuidar, incluso cuando no nos estamos descuidando a nosotras, puede implicar acabar generando límites por algunos lados peligrosos. No hacerlo a veces también. Los cuidados en el marco familiar, de hecho, aun ser una tarea necesaria, se lleva utilizando desde antes de nuestras abuelas para controlar, vigilar y castigar: por un lado a les peques mientras a la vez se les cuida, y por otro lado, a las mujeres mientras éstas cuidan a sus maridos. Y no quiero hacer de esto un discurso anti-cuidados porque no es mi intención. Los cuidados son importantes. Junto con su contexto.

¿Dónde está, por ejemplo, la frontera entre no ejercer poder sobre la otra, no jerarquizar, y poder pedir y poner límites que tengan en cuenta mis necesidades y cuidados? Ya os digo que la respuesta no es nada corta. Esto pasa también con cómo dejar las relaciones. Es muy bonito todo esto de aprender a dejar las relaciones con afecto y cuidado, pero esta idea, junto con la de la importancia de comunicar cómo te sientes y la de no abandonar una relación sin tener en cuenta todo esto antes, me atrapó en una relación de maltrato. Diré más, hay quien lo utiliza para atrapar a las demás. He aprendido que hay casos en que lo mejor es salir corriendo, cuando en muchos otros casos hacer esto es, para mí, un acto violento. Tengo muchas más historias, que se podrían ir desgranando una a una, pero que no caben aquí todas en este texto que pretendía que fuera más bien introductorio.

¿Dónde están estos contornos cuando hablamos de cuidados? ¿Dónde están cuando hablamos de poner límites y de libertades? ¿Dónde están cuando hablamos de violencia? ¿Dónde están cuando hablamos de comunicar o de la necesidad de dejar las relaciones con cuidado o poder huir de ellas para escapar de una relación de maltrato? ¿Dónde están cuando hablamos de referentes? Sé que es un tema que se ha tratado en muchos ámbitos, más bien filosóficos y también políticos, pero a mí me falta que se haga cuando hablamos de relaciones. ¿Y qué más importante que el contexto cuando hablamos de relaciones? De hecho, hablar de relaciones no es solamente hablar de dos o más personas, es hablar de una cosa más compleja. Las personas en sí somos relación, relación con las demás, y relación con todo lo que nos rodea. Y es esto, esta relación con lo que nos rodea, este contexto, de lo que estoy hablando. Hemos hablado ya mucho de querer hacer las cosas “bien”. Ahora a mí, me falta empezar a hablar de qué, cuándo y cómo una cosa está bien.

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responsabilidad compartida, cuidados y sensibilidad: discursos no individualistas sobre relaciones, de/construcción de contextos y re-creación de espacios (V – contexto y sensibilidad)

por wuwei (natàlia)

en català aquí.

Ésta es la quinta parte de la versión ‘extendida’ de la charla que di en las II Jornades d’Amors Plurals que resumí en el artículo ‘Después de romper con la monogamia’. La primera parte la podéis leer aquí, la segunda aquí, la tercera aquí, la cuarta aquí, la sexta aquí y la séptima aquí.

 

Contexto

El contexto es la información que ayuda a situar a una persona en referencia con lo que la rodea. El contexto de una persona son, por ejemplo, las estructuras de poder que la atraviesan, o su situación relacional, situación laboral, económica, familiar, etc. Y en cada situación o momento, lo que es relevante del contexto de una persona puede ser diferente (por ejemplo, en una charla puede ser relevante el hecho de que yo sea activista y padezca sexismo y monosexismo, pero no que mi color favorito sea el lila).

Estamos muy acostumbrades en nuestros entornos a buscar soluciones únicas que lo resuelvan todo. La idea de que existen soluciones únicas que lo resuelven todo proviene de las propias estructuras de poder, ya que estas nos imponen una sola forma de hacer y pensar, y reproducimos el mismo pensamiento imponiendo soluciones y fórmulas únicas para resolver los problemas cuestiones. Pero las soluciones y fórmulas únicas para resolver problemas no existen, ya que las soluciones y las respuestas son (o tendrían que ser) contextuales.

Por ejemplo, dejar una relación sin informar a la otra persona, simplemente yéndose, es casi siempre un acto violento y muy poco cuidadoso. Aún así, en algunas situaciones es posible que sea la única forma de dejar una relación de poder, violenta o de maltrato. En nuestros entornos no monógamos solemos dar como solución única en la resolución de problemas la empatía y la comunicación no violenta, pero en muchos casos (cuando la empatía no se puede utilizar o cuando existe una situación donde la posibilidad de la comunicación no violenta se puede incluso utilizar para reproducir técnicas de dominación o estructuras de poder) no son la solución.

Sensibilidad

En los entornos no monógamos se suele hablar mucho de la empatía, y se utiliza muy a menudo como comodín y parte de la solución de conflictos y gestión de emociones. La empatía puede ser definida de muchas maneras según cada persona, aún así, por defecto, tal como se entiende la empatía socialmente, se podría definir como la capacidad de identificarse y compartir las emociones de la otra persona. Yo la definiría, mejor, como una capacidad de comprender qué y como siente la otra persona.

El hecho de utilizar la empatía constantemente como herramienta en nuestros entornos tiene varios problemas. Primero porque está suponiendo que todas las personas tenemos la posibilidad de esta capacidad en el grado que se cree ‘normal’. Pueden haber personas que esta capacidad no la tienen, o la tienen en un grado inferior del que se consideraría ‘normal’. Por otro lado, hay personas que su capacidad empática es superior a lo que se considera que tendría que ser ‘normal’. Exigir que en nuestros procesos para resolver problemas se tenga que pasar por esta capacidad lleva a excluir, por un lado, a las personas que no tienen esta capacidad, y por otro lado a exigir que personas que sean más sensibles a estas empatías se tengan que encontrar en situaciones constantemente que puedan superar su propia gestión emocional.

Por otro lado, la empatía, aún ser descrita como una capacidad, no deija de ser una lectura o suposición de la que la otra persona está sintiendo. ¿Quien te dice a ti que lo que supones es exactamente lo que siente la otra persona? Si yo, por ejemplo, disfruto de ciertas cosas que me dan placer, pero que a otra persona le provocan dolor, es muy posible que lo que sienta la otra persona cuando le explico una situación que para mi es de placer sea dolor (por ejemplo, que a mi me guste que me muerdan, y que otras personas lo lean como doloroso si ven que me muerden). Al final, basar todo nuestro sentir hacia la otra persona a través solo de la empatía puede recaer en que sea yo misma la que decida por le otre lo que tiene que estar sintiendo en una situación dada y no sea le otre quien me lo pueda expresar o comunicar.

Y, finalmente, la empatía (o lo que se considera como empatía) suele beneficiar más a las personas con privilegios, ya que es mucho más fácil empatizar (comprender) con todo lo que nos hn educado desde pequeñes que es lo ‘normal’ (ocmo puede ser que un mordisco sea doloroso y no placentero). Por tanto, es una construcción cultural y siempre nos será más fácil empatizar (comprender por defecto) con todo lo construido en nuestra cultura como ‘normal’ y con las personas privilegiadas (las que siguen la ‘norma’): con hombres, personas heterosexuales, o cisgénero, blancas, personas con capacidad empática ‘normal’, etc. Teniendo en cuenta esto, es muy probable que en situaciones de sexismo, homofobia u otra situación donde se ejerza violencia estructural, la empatía sin una visión crítica podría favorecer a la persona que está ejerciendo la violencia (nos será más fácil empatizar con ella que con la persona que está siendo violentada).

A menudo yo utilizo el concepto de la sensibilidad para referirme a la escucha más consciente en la diversidad, tanto de como somos las personas, qué queremos, qué necesitamos, etc. Ser sensibles pasa por no suponer, y menos a través de cajs estáticas y lecturas estructurales y culturales. Y aceptar los cambios. La sensibilidad es también querer comprender el contexto de una persona para entender como relacionarse con ella, para no poner a las personas en situaciones de competitividad, para romper con la escasez en como repartimos afectos y recursos y a la objetificación. La sensibilidad en la empatía podría transformarla en un tipo de empatía/comprensión más crítica.

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