por wuwei (natàlia)
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Este texto es el sexto y último de un conjunto de textos que he escrito alrededor de los estereotipos asignados a las personas bisexuales y plurisexuales como herramientas de empoderamiento y reapropiación. El primero lo podéis encontrar aquí, el segundo aquí, el tercero aquí , el cuarto aquí y el quinto aquí.
Aviso de contenido: monosexismo, monogamia, sexismo y cisexismo
Este es el sexto y último texto que escribo para hablar sobre los estereotipos de que asignan a las personas bisexuales y de otras plurisexualidades. He dejado para el final el estereotipo de la traición porque creo que es un estereotipo del que es muy difícil reapropiarse y del que poder sentir cierto orgullo. Cuando menos, ¿a quién le gusta que le digan que es une traidore? No obstante, a la vez, es un estereotipo que puede ser muy potente y empoderante y es por esto que cierro esta serie con este estereotipo: la traición. Las personas bisexuales (juntamente con el resto de plurisexualidades) somos consideradas traidoras. La traición es una característica que constantemente se nos impone allí donde estemos: por parte de nuestras relaciones afectivas, familiares o en el trabajo. Incluso se extiende a través de los movimientos LGBTI+ donde también se nos considera traidoras del propio colectivo. Allí donde vayamos, da igual, la carga de la traición siempre viene con nosotres: siempre se cree que engañaremos, que no sabremos llevar a cabo compromisos, sean los que sean.
¿Pero por qué se tiene tanta obsesión en atribuirnos la traición? Este estereotipo no se nos asigna al azar. Las personas plurisexuales podemos representar una amenaza para el patriarcado y para muchas estructuras, de la misma manera que lo son otras alternativas a la heterosexualidad o al cis-tema. Es una amenaza al heterosexismo, al sexismo, al cisexismo, a la monogamia, y también, incluso, al capacitismo (por el hecho de ser consideradas personas confundidas, como ya he tratado en anteriores textos, como aquí). Podríamos decir que, en consecuencia, el miedo que se nos tiene es porque podemos suponer una traición al sistema: somos seres que contaminamos barreras que se han impuesto para separar los mundos más privilegiados (como son la heterosexualidad y la masculinidad) de los excluidos (la no heterosexualidad y la feminidad y otras alternativas a la masculinidad), para que se pueda seguir perpetuando el privilegio.
Uno de los motivos por los cuales representamos una amenaza es por la supuesta posibilidad de escoger que tenemos. Normalmente a las personas plurisexuales se nos dice que podemos escoger entre ser heterosexuales u homosexuales. Lo que me hace más gracia es por qué no se nos dice que también podemos escoger ser plurisexuales, que es lo que finalmente la mayoría escogemos ser. Pero el problema no es la elección en sí misma (si escogemos una cosa u otra, aunque obviamente las consecuencias de escoger una u otra son muy diferentes), el problema principal en nuestro caso es tener la posibilidad de escoger, esto se ve que molesta.
¿Por qué poder escoger supone un problema? El discurso mayoritario que pretende hacernos aceptar la no-heterosexualidad nos dice que la orientación no se puede escoger, que es una cosa innata que no se puede cambiar, y que por tanto se tiene que aceptar. Pero así solamente reproducimos la idea de que la homosexualidad es en sí un problema, y que el único motivo que tenemos para aceptarla es porque no se puede cambiar. Básicamente es resignación, no aceptación. La posibilidad de elección a quien más daño hace, por tanto, es a la heterosexualidad ya que se cuestiona directamente su privilegio: según el pensamiento heterosexual y patriarcal, si pudieras escoger, escogerías la heterosexualidad sin duda, y la posibilidad de elección se acabaría aquí. Que existan seres que aunque puedan escoger no escojan este lado es poner la heterosexualidad y su privilegio en una posición totalmente cuestionable.
Por otro lado, también, las plurisexualidades pueden cuestionar la construcción de los dos géneros impuestos: la estructura sexista y cisexista establece un modelo de dos géneros, forzando a las personas a ser de un género concreto según una asignación determinada al nacer, y a ser heterosexuales. Los dos géneros dictan una estructura opuesta de deseo y mutuamente excluyente. Dentro de este marco la posibilidad del deseo hacia más de un género se hace poco comprensible y supone una amenaza a esta construcción binaria en la que el género siempre tiene que ir ligado a la elección del objeto sexual y opuesto. Y, de paso, también amenaza y pone en peligro la cultura monógama impuesta. Siguiendo la línea anterior, la construcción de la idea de que necesitamos a una persona de un género concreto para completarnos, hace que la atracción hacia más de un género complique la monogamia impuesta ya que existiría la necesidad de tener relaciones con más de una persona.
Sí, las personas plurisexuales podemos ser unas traidoras. No digo que lo seamos solamente por el hecho de existir, todo depende de cómo nos situemos, claro está, pero tenemos entre nuestras manos el poder de elección; un poder de elección de traición a un sistema que jerarquiza, violenta y discrimina. Podemos contaminar la barrera, podemos saltarla, podemos cuestionarla, podemos poner en entredicho qué privilegios otorga y podemos destruirla. Sí, somos plurisexuales y podemos escoger ser traidores al sistema patriarcal.