plurisexualidades y estereotipos VI: plurisexuales y traidores al sistema patriarcal

por wuwei (natàlia)

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Este texto es el sexto y último de un conjunto de textos que he escrito alrededor de los estereotipos asignados a las personas bisexuales y plurisexuales como herramientas de empoderamiento y reapropiación. El primero lo podéis encontrar aquí, el segundo aquí, el tercero aquí , el cuarto aquí y el quinto aquí.

Aviso de contenido: monosexismo, monogamia, sexismo y cisexismo

Este es el sexto y último texto que escribo para hablar sobre los estereotipos de que asignan a las personas bisexuales y de otras plurisexualidades. He dejado para el final el estereotipo de la traición porque creo que es un estereotipo del que es muy difícil reapropiarse y del que poder sentir cierto orgullo. Cuando menos, ¿a quién le gusta que le digan que es une traidore? No obstante, a la vez, es un estereotipo que puede ser muy potente y empoderante y es por esto que cierro esta serie con este estereotipo: la traición. Las personas bisexuales (juntamente con el resto de plurisexualidades) somos consideradas traidoras. La traición es una característica que constantemente se nos impone allí donde estemos: por parte de nuestras relaciones afectivas, familiares o en el trabajo. Incluso se extiende a través de los movimientos LGBTI+ donde también se nos considera traidoras del propio colectivo. Allí donde vayamos, da igual, la carga de la traición siempre viene con nosotres: siempre se cree que engañaremos, que no sabremos llevar a cabo compromisos, sean los que sean.

¿Pero por qué se tiene tanta obsesión en atribuirnos la traición? Este estereotipo no se nos asigna al azar. Las personas plurisexuales podemos representar una amenaza para el patriarcado y para muchas estructuras, de la misma manera que lo son otras alternativas a la heterosexualidad o al cis-tema. Es una amenaza al heterosexismo, al sexismo, al cisexismo, a la monogamia, y también, incluso, al capacitismo (por el hecho de ser consideradas personas confundidas, como ya he tratado en anteriores textos, como aquí). Podríamos decir que, en consecuencia, el miedo que se nos tiene es porque podemos suponer una traición al sistema: somos seres que contaminamos barreras que se han impuesto para separar los mundos más privilegiados (como son la heterosexualidad y la masculinidad) de los excluidos (la no heterosexualidad y la feminidad y otras alternativas a la masculinidad), para que se pueda seguir perpetuando el privilegio.

Uno de los motivos por los cuales representamos una amenaza es por la supuesta posibilidad de escoger que tenemos. Normalmente a las personas plurisexuales se nos dice que podemos escoger entre ser heterosexuales u homosexuales. Lo que me hace más gracia es por qué no se nos dice que también podemos escoger ser plurisexuales, que es lo que finalmente la mayoría escogemos ser. Pero el problema no es la elección en sí misma (si escogemos una cosa u otra, aunque obviamente las consecuencias de escoger una u otra son muy diferentes), el problema principal en nuestro caso es tener la posibilidad de escoger, esto se ve que molesta.

¿Por qué poder escoger supone un problema? El discurso mayoritario que pretende hacernos aceptar la no-heterosexualidad nos dice que la orientación no se puede escoger, que es una cosa innata que no se puede cambiar, y que por tanto se tiene que aceptar. Pero así solamente reproducimos la idea de que la homosexualidad es en sí un problema, y que el único motivo que tenemos para aceptarla es porque no se puede cambiar. Básicamente es resignación, no aceptación. La posibilidad de elección a quien más daño hace, por tanto, es a la heterosexualidad ya que se cuestiona directamente su privilegio: según el pensamiento heterosexual y patriarcal, si pudieras escoger, escogerías la heterosexualidad sin duda, y la posibilidad de elección se acabaría aquí. Que existan seres que aunque puedan escoger no escojan este lado es poner la heterosexualidad y su privilegio en una posición totalmente cuestionable.

Por otro lado, también, las plurisexualidades pueden cuestionar la construcción de los dos géneros impuestos: la estructura sexista y cisexista establece un modelo de dos géneros, forzando a las personas a ser de un género concreto según una asignación determinada al nacer, y a ser heterosexuales. Los dos géneros dictan una estructura opuesta de deseo y mutuamente excluyente. Dentro de este marco la posibilidad del deseo hacia más de un género se hace poco comprensible y supone una amenaza a esta construcción binaria en la que el género siempre tiene que ir ligado a la elección del objeto sexual y opuesto. Y, de paso, también amenaza y pone en peligro la cultura monógama impuesta. Siguiendo la línea anterior, la construcción de la idea de que necesitamos a una persona de un género concreto para completarnos, hace que la atracción hacia más de un género complique la monogamia impuesta ya que existiría la necesidad de tener relaciones con más de una persona.

Sí, las personas plurisexuales podemos ser unas traidoras. No digo que lo seamos solamente por el hecho de existir, todo depende de cómo nos situemos, claro está, pero tenemos entre nuestras manos el poder de elección; un poder de elección de traición a un sistema que jerarquiza, violenta y discrimina. Podemos contaminar la barrera, podemos saltarla, podemos cuestionarla, podemos poner en entredicho qué privilegios otorga y podemos destruirla. Sí, somos plurisexuales y podemos escoger ser traidores al sistema patriarcal.

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privilegios y ocupaciones de espacio: más allá del hombre y de la pareja

por wuwei (natàlia)

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Aviso de contenido: privilegios, estructuras de poder, ocupación del espacio, invisibilización, mención de machismo, parejocentrismo, amatonormatividad, monogamia, cisexismo, racismo, gordofobia, capacitismo, neurocapacitismo, sexo

 

Desde hace tiempo que en muchos textos suelo hablar de relaciones de forma general para incluir todo tipo de relaciones (no solamente las de pareja, románticas y/o sexuales, sino de todo tipo) para mostrar, no sólo la importancia que tienen otras relaciones que no son las de pareja, sino también para hablar de cómo se suelen tratar y menospreciar estas relaciones. Además, también en muchos textos hablo de forma general de “privilegios” o “personas con privilegios” para hablar de personas privilegiadas por todas las estructuras de poder, no solamente para referirme a los hombres privilegiados por el sexismo o machismo. Muchas veces, incluso, para ejemplificarlo hablo de algunas estructuras más allá del machismo par que sea más “evidente” de que hay muchas más personas que nos beneficiamos de estructuras de poder.

No obstante, me he dado cuenta de que a menudo muchas personas cuando leen estos textos siguen interpretando “relación” como “relación de pareja” o “relación sexoafectiva” (por mucho que insista en que no es así) o bien cuando hablo de “privilegiados” suelen tender a considerar solamente a “hombres” o a sólo aplicarlo a hombres. De esto me he dado cuenta a partir de comentarios sobre estos textos o comentarios en actividades, talleres o charlas, y me ha sorprendido mucho. No obstante, teniendo en cuenta que casi siempre todos los discursos están muy centrado en el machismo y en las problemáticas de pareja, nos es muy difícil salir del papel de que las mujeres son siempre víctimas (y nunca pueden ser opresoras, que es una de las implicaciones de aceptar que hay otras estructuras de poder) o bien nos hacen creer, desde el privilegio de pareja o desde la mirada amatonormativa, que el parejo-centrismo no pueda ser también generador de violencias especialmente cuando estás dentro de una relación de pareja (o más de una).

Estoy bastante cansada de que en entornos no monógamos o poliamorosos, por ejemplo, se repita constantemente y se señale que los hombres ocupan mucho espacio y que no saben ni pueden cuidar (a mujeres, especialmente) mientras a la vez se ignora (o se quiere ignorar) la infinidad de personas con privilegios que dentro del poliamor ocupan mucho espacio respecto a les que no tienen esos privilegios y tampoco saben cuidar a aquelles que no los tienen: personas neurotípicas, personas blancas, personas cisgénero, personas heterosexuales, personas delgadas, personas guapas y/o carismáticas, personas sin discapacidades o sin diversidades funcionales, etc (yo también me incluyo en algunos de estos grupos). También incluiríamos, obviamente, a las parejas. Todos estos privilegios y la cantidad de espacio que ocupan y ocupamos las personas que los tenemos/tienen quedan totalmente escondidos. No quiero con esto negar la cantidad de privilegios que tienen los hombres ni el espacio que ocupan, sino que quiero señalar que aparte de los hombres hay muchas más personas que dentro de estas comunidades se benefician de muchos privilegios, así como que ocupan mucho espacio hasta el punto de que todos los discursos y temáticas siempre giran alrededor suyo.

Por ejemplo, ¿por qué todos los discursos sobre gestión emocional, sobre comunicación o sobre “energía de la nueva relación” (new relationship energy en inglés, o NRE) siempre giran alrededor de las necesidades de las personas neurotípicas y solamente alrededor de la pareja o del amor romántico y del sexo? ¿Por qué casi siempre se habla de relaciones entre hombres y mujeres cisgénero y de sus problemáticas? ¿Por qué cuando se habla de cuerpos y sexo siempre se habla en unos términos extremadamente cisexistas? ¿Por qué nunca se habla de la exclusión que viven las personas gordas, feas o poco carismáticas dentro del mundo relacional? ¿Por qué siempre somos casi todes muy blanques en todos los eventos sobre poliamor o no-monogamias? ¿Por qué?

En términos de ocupación del espacio y del discurso tenemos que mirar más allá y darnos cuenta de que hay mucho más privilegios que los masculinos, y que en algunos contextos incluso pueden pesar mucho más otros privilegios (no en todos, obviamente, depende del contexto). La ocupación del espacio no es solamente una cuestión física, de presencia y representación, es una cuestión de cómo se articulan los discursos, de cuáles son las problemáticas que siempre tocamos y cómo las enfocamos. Pero lo que no podemos hacer es pasarnos el día señalando unos privilegios (aquellos que ya están más aceptados que existen) mientras ignoramos todo el resto, especialmente porque entonces casi todes, por no decir todes, nos tendríamos que revisar. Y es que nos tenemos que revisar.

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ser una mala bisexual en tiempos de bisivilización

por wuwei (natàlia)

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Aviso de contenido: monosexismo, normativización, asimilación, instrumentalización, estructuras de poder, capacitismo, neurocapacitismo, sexofobia (slut-shaming), mención de cisexismo, lenguaje capacitista (uso del sufijo –fobia para hablar de violencia estructural)

 

Se acerca el 23 de Setiembre, día internacional para la visibilización de la bisexualidad, y tiemblo al pensar en las campañas que muchas activistas habrán estado preparando: una demostración constante de nuestra “normalidad” a través de mensajes como “las bisexuales no somos promiscuas”, “las bisexuales no somos inestables”, “las bisexuales sabemos lo que queremos”, o perlas como “somos 100% bisexuales”. Sé que todos estos mensajes y estas campañas las hacen activistas que dedican mucho tiempo y amor a lo que hacen y reconozco el trabajo que supone hace un activismo que es muy negado y marginado dentro de los colectivos LGBTI+. Tengo mucha estima a muchas de estas personas, así como también necesito decir que esto que estoy haciendo no pretende ser un ataque hacia ellas, sino más bien hacia el sistema que nos lleva a tener que defendernos de esta manera. Es, por tanto, un proceso de autocrítica interna hecha desde el afecto que tengo hacia todas aquellas con las que comparto opresión monosexista y activismos.

Tengo que reconocer que todo este discurso que pretende hacernos más aceptables socialmente es el que ha hecho que durante los últimos años me haya identificado mucho menos con la bisexualidad, porque siento que me excluye y no siento encajar en este ser 100% capaz de sobrevivir en este sistema patriarcal y capitalista. Hemos intentado muchas radicalizar una identidad como esta, reapropiándonosla, intentando hacerla nuestra, diferente, desmedicalizarla, etc; pero es una lucha invisible al lado de campañas que lo que hacen finalmente (sin que sea esta la intención) es marginar a muchas bisexuales que son/somos promiscuas, inestables, que pasamos fases, que no sabemos lo que queremos o que no encajamos en un sentimiento 100% puro de alguna cosa, en vez de luchar contra lo que no nos permite vivir, opinar, sentir, compartir.

No entraré en batallas absurdas diciendo que la bisexualidad es binaria y tránsfoba, mi crítica no va hacia aquí, y si cada vez me identifico menos con ella no es precisamente por este motivo. La transfobia se reproduce según como quieras definir tu misma tu orientación o identidad, no en la identidad en sí misma. Y en tu actitud cuando te relacionas, obviamente. Tampoco quiero decir que las demás plurisexualdiades, como son la pansexualidad, polisexualidad, omnisexualidad, escoliosexualidad, etc, sean bífobas, ya que es una lucha que proviene del mismo sistema que nos oprime: el que nos quiere divididas, el que nos quiere distraídas en peleas internas para no tener tiempo para luchas contra él. Es más, todas estas “peleas” son debidas al mismo monosexismo que nos obliga a definir nuestras orientaciones alrededor del género y que nos obliga a expresarnos con términos que nos excluye y que forman parte de un paradigma que es puramente monosexual. Yo, de hecho, me identifico como polisexual y como bisexual (no entraré en más detalles de los motivos porque el artículo no va sobre definir identidades ni explicar el porqué yo me identifico con unas y no con otras), y mis “identidades” son más bien cambiantes, políticas, desorientadas, confundidas y más sensibles que estáticas. Prefiero enfocarme en luchar contra las estructuras que en enfatizar y realzar identidades concretas.

El monosexismo se basa en la erradicación de cualquier opción no monosexual (en la que te puedes sentir atraída hacia más de un género): no puede existir nada fuera del binario hetero/homosexual. De esta manera se consigue que no pueda existir nada que pueda confundir la barrera que tiene que haber entre la heterosexualidad y la homosexualidad para que así la heterosexualidad siga manteniendo su privilegio: si aceptamos la existencia de plurisexualidades no se puede demostrar la existencia de la heterosexualidad como algo estático, puro y único. De esta manera, conceptualmente, las plurisexualidades se han construido como combinación de las dos monosexualidades, leyéndonos, por tanto, como suma de dos sexualidades (por eso se nos hipersexualiza y se nos atribuye el estereotipo de la promiscuidad), como saltando entre dos estados (por esto se nos ve como confundidas y que no sabemos lo que queremos o que estamos en una fase), o como combinación de dos orientaciones (por esto se nos dice que somos 50% heteros y 50% homosexuales).

Delante de esto el activismo bisexual más visible lo que hace es básicamente negar los estereotipos que nos otorgan, juntamente con “visibilizarnos” para combatir la erradicación. ¿Pero qué resultado obtenemos de todo esto? ¿Quién se beneficia más de este tipo de campañas y activismo? ¿Cómo es que (misteriosamente) este sea el activismo bisexual más aceptado dentro de un activismo hegemónico LGBTI+ que hasta hace muy poco negaba nuestra propia existencia, incluyendo nuestra discriminación y opresión?

Hasta no hace muchos años la negación de nuestra existencia y nuestra discriminación era el pan de cada día dentro de los grupos LGBTI+. Hace 15 años tenía casi prohibida la palabra “bifobia” dentro del colectivo donde me movía. En la mayoría de grupos la B se incorporó hace poco más de 10 años, y no fue una lucha fácil. Todavía, de hecho, se niega en muchos entornos, aunque ya no es un pensamiento tan aceptado de cara al exterior. Ahora todas se suman a hacer campañas para el 23 de Septiembre, y a abanderarse (muchas veces desde el privilegio monosexual) de la lucha contra la bifobia. Pero no nos engañemos mucho porque parte de este proceso ha concluido en una normativización, en una asimilación y en una instrumentalización por parte de estos colectivos hacia nosotras, ya que las personas bisexuales o plurisexuales seguimos siendo utilizadas solamente como ítem exótico: seguimos sin tener voz, seguimos necesitando nuestros espacios de seguridad fuera de estos grupos, seguimos siendo invisibles en jornadas, y a la vez se nos utiliza para llenar programas pero solamente como lavado de cara o como forma de hacer creer que se nos tiene en cuenta.

En este proceso ha sido donde toda nuestra energía ha ido a parar en hacernos más aceptables socialmente, para que también se nos aceptara en estos grupos. ¿Quién quiere a unas promiscuas inestables? ¿Quién nos querrá si seguimos aceptando que se puede estar confundida? ¿Quién nos quiere incapaces o discapacitadas en nuestras decisiones? Es así como poco a poco hemos ido convirtiendo nuestro activismo en una lucha para la aceptación, en la construcción de una identidad estática y súper estable, 100% ella, 0% todo aquello que la pueda hacer menos asimilable.

Pero en este proceso hemos dejado atrás a compañeras, a personas que también padecen el monosexismo, y que además padecen también otras estructuras. Hemos dejado la transversalidad de lado, hemos dejado de luchar contra un sistema para pasar a aplaudir la discriminación a la promiscuidad, a la confusión, a la discapacidad en la decisión o la inestabilidad. Hemos creado una barrera dentro de nuestro colectivo (como suele pasar siempre): una barrera que separa entre las “buenas” bisexuales y las “malas” bisexuales. Lo peor de todo es que las que son acusadas de malas bisexuales son también aquellas que les atraviesan otras estructuras y que, por tanto, padecen todavía más discriminación. Las mismas jerarquías siempre se acaban colando en todos los sitios.

Yo durante años intenté ser una muy buena bisexual, negué muchas partes de mí. Durante tiempo procuré hacerme ver cómo querían que fuera, para no sentir que yo era la culpable o responsable de la violencia que padecíamos. Me costó años, y una buena entrada de discurso crítico, darme cuenta de que yo no era la responsable de la violencia que recibía, que yo no era la culpable de que las personas plurisexuales se las estereotipara por el simple hecho de reproducir ese estereotipo, y que la responsabilidad era estructural y de todas aquellas personas que desde el privilegio procuraban que día tras día yo no olvidara que mi valor, mi sentir, mi poder para decidir sobre mi vida, dependía más de ellas que de mí.

Obviamente que se nos asignen estereotipos por defecto solamente por el hecho de ser bisexuales o plurisexuales es violencia estructural y es monosexismo. Pero afirmar que no somos de una manera concreta no es muy diferente a asignarnos estereotipos: también es una imposición de una forma de ser, además atravesada por una expectativa social que nos normativiza. Por tanto, esta negación no deja de ser una reproducción monosexista también. Las personas plurisexuales podemos ser (y somos) de muchas maneras, y no por este motivo menos merecedoras de ser o estar. Las promiscuas, las confundidas, las que no sabemos lo que queremos o las que pasamos por fases también somos plurisexuales.

 

imagen: puntos de libro (y plantillas) de la Colectiva Desorientada (I Jornadas Desorientadas en Madrid)

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mesa redonda guarreem fusió – viernes 6 de abril

por wuwei (natàlia)

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Éste viernes día 6 de Abril participaré en la mesa redonda de Guarreem Barcelona, donde se hablará de cómo nos afectan los discursos y los ambientes no  monógamos y sexpositive y kiny a personas que nos atraviesan diferentes ejes de opresión. Esta vez yo participaré hablando más sobre asexualidades, arromanticismos y neurodivergencias, pero también se hablará de plurisexualidades, de géneros no binarios, de miedo/fobia social y de diversidad de cuerpos. Os dejo el evento de facebook.

 

Lugar: La Raposa de Pole Sec, c/ Tapioles, 47, Barcelona

Día y hora: viernes 6 de Abril a las 19h

 

Un placer para mí compartir mesa con estas personas y de colaborar con este grupo que acaba de aparecer por Barcelona (Guarreem Barcelona) y que pinta tan y tan interesante. Os dejo el cartel de todas las actividades del mes de Abril (¡lo que queda de mes hacen dos evento más!).

 

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deconstruyendo los discursos hegemónicos y científicos de la orientación sexual: desorientación, fluidez, inestabilidad y confusión como actos revolucionarios (IV – aparición del concepto de bisexualidad y evolución)

por wuwei (natàlia)

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Cuarta parte. El mes de Abril de 2016 se celebraron las I Jornadas Desorientadas en Madrid. En esas jornadas di una charla sobre monosexismo, su discurso y de como se ha construído este discurso. El audio de la charla lo tenéis aquí (aviso de contenido del audio: lenguaje cisexista e intersexfóbico debido a estar explicando el discurso médico entorno a las orientaciones). Esta es la cuarta parte. La primera la podéis leer aquí, la segunda aquí, la tercera aquí, la quinta aquí y la sexta aquí.

Aviso de contenido: lenguaje heterosexista, monosexista, cisexista e intersexantagónico por estar explicando el discurso médico alrededor de las orientaciones.

Todos los conceptos que se estaban moviendo en la ciencia venían de una necesidad de imponer un tipo de modelos relacionales. Normalmente la ciencia te dirá que provenían de intentar darle explicación a estos comportamientos. Y no digo que la intención no fuera esa para algunas personas, o al menos también el interés de despenalizar la homosexualidad al principio era para algunas de importancia. Aun así, tal como se articulan, se mueven, se aceptan las teorías, visto de forma global, existe detrás también un propósito.

Antes de que se conceptualizaran las orientaciones sexuales la idea que se quería sustentar era el ideal burgués de la pareja que se reproducía y que era monógama. Lo que se tenía que hacer era crear conceptualmente la idea de dos personas, con genitalidad diferenciada y dual que tenían que unirse para reproducirse. Además, para asegurar la herencia paternal (de padre a hijo) la monogamia también jugaba un factor importante en esta ecuación.

Primero de todo necesitaremos conceptualizar esta diferenciación dual basada en los genitales. Para que estos dos personajes se unan para la procreación, y para que exista una condición de monogamia entre ellos, habrá que crearse un marco conceptual de atracción mutua para la complementariedad: o sea, uno necesita al otro, y una vez lo tiene no necesita nada más para completarse.

Para eso, primero de todo, es necesario que se forme la idea de que estos dos sexos son totalmente distintos entre sí. Es así cuando se crea esa diferenciación, donde científicamente solo se hará hincapié en definir los dos ‘sexos’ con características distintas, además creando más conceptos alrededor que ayuden a diferenciarlos más (o sea, relacionando fuertemente la genitalidad con los caracteres que tendrían que tener para esa complementariedad, que además tenían que ser opuestos y no solaparse).

Para que esa diferenciación pueda existir, deben crearse discursos para que nada diferente a estos dos sexos pueda existir. Además, como también he dicho antes, no todas las personas tenían estas prácticas que llamaríamos ‘heterosexuales’. Y había, obviamente, personas que tenían prácticas sexuales y/o afectivas con personas del mismo ‘sexo’.

Es entonces donde se crea el concepto de la homosexualidad, diferenciada de la heterosexualidad, donde se intenta ‘naturalizar’ pero no obstante, siguiendo poniéndola en una posición jerárquica inferior, tratándola de enferma. Con las teorías de la homosexualidad girando en torno al ‘sexo’ también, se podría seguir sustentando la teoría de la complementariedad girando en torno al ‘sexo’. Solamente bastaría con decir que hay personas que por causas ‘degenerativas’ su búsqueda de la complementariedad está supuestamente en el ‘sexo’ ‘incorrecto’. La teoría se cierra en sí misma.

En todo este marco conceptual que se está creando alrededor de estas atracciones, la idea de que pudiera haber personas que se sintieran atraídas por los ‘dos’ sexos comportaba varios problemas:

  • el argumento de que las personas homosexuales tienen estas relaciones, no porque lo escojan, sino porque es innato y no pueden cambiarlo, quedaría en jaque, ya que la atracción hacia los dos se vería como que, aún si fuera innato, podrías escoger, y habiendo la heterosexualidad, que es lo correcto, no se puede entender esta falta de elección hacia lo correcto.

  • Al ser el supuesto sexo de la persona por la que te sientes atraída lo importante y complementario en la atracción, la monogamia no se perpetuaría, pues si yo me siento atraída por los ‘dos’ supuestos sexos reconocidos, necesitaría a los dos para completarme.

Ante este lío, las dos únicas opciones que deben poder existir son la heterosexualidad y la homosexualidad, que deben ser exclusivas y excluyentes, y que son las que refuerzan las dos únicas opciones hombre/mujer (basados además en la genitalidad). De esta forma, al igual que ha pasado con las personas que no caían claramente en la clasificación exacta de los dos únicos ‘sexos’, se creará un imaginario para que las personas plurisexuales no puedan existir.

Aparición de la bisexualidad y el concepto de ‘evolución’

Antes de que aparecieran los conceptos de heterosexualidad y homosexualidad, a mitad de s. XIX apareció la palabra bisexual (no en medicina, sino en biología, y por tanto era un concepto genérico a organismos y no solamente referido a humanes). La bisexualidad se refería a organismos hermafroditas u organismos que en un desarrollo temprano su sexo era indiferenciado y que más adelante al desarrollarse se diferenciaría entre lo que llamaban ‘macho’ o ‘hembra’. Por tanto, la primera vez que apareció la palabra bisexual no era para referirse a una orientación sexual, sino que era un concepto que giraba en torno al ‘sexo’ y al hermafroditismo de los organismos.

En la misma época Darwin empezó a desarrollar su teoría de la evolución y de la selección natural. De toda la teoría de Darwin, lo que más se cogió y perduró y que atañe a esta conceptualización que estoy dando, es la idea de que la diferenciación en dos ‘sexos’ y la reproducción sexual favorece la adaptación y por tanto es más ‘evolucionado’. No es lo que dijo así exactamente, pero como digo es lo que más se utilizó después y perduró.

Además, se afirmó que algún progenitor remoto de todo el reino de los vertebrados parecía que había sido hermafrodita o andrógeno y cuando evolucionaron, los órganos ‘sexuales’ se diferenciaron y especializaron en sus funciones y aparecieron los dos únicos reconocidos ‘sexos’. Y algunos experimentos a mitad de s. XIX demostraron que en las primeras semanas de gestación ‘el sistema urogenital del embrión humano es indiferenciado en cuanto al sexo’. Y aquí todo se mezcló.

Por tanto, conceptualmente la bisexualidad en este contexto, entendida como indiferenciación sexual (más vinculada al hermafroditismo), es considerada una fase inmadura del desarrollo humano y se relacionará con: niños, razas ‘primitivas’, la conducta animal, y lo que no es del todo humano (teniendo como lo que es totalmente humano la cultura occidental, evidentemente). Estamos viendo, además, que aquí se está mezclando también con ese proceso de clasificación y de racialización que estaba tan ligada al colonialismo.

Ya hemos comentado antes en ese esquema que las personas que no caían claramente en alguno de los dos ‘sexos’ definidos eran molestas en todo ese aparato que se intentaba construir. Y ahora además, también vemos que se había estado formando un ideario acerca del hermafroditismo (y llamado bisexualidad) en el que lo ponía en un pasado primitivo no evolucionado.

Además, recordemos que también se había estado creando la idea de que la atracción hacia dos ‘sexos’ (llamado hermafroditismo psicosexual) molestaba y se tomaba como algo irreal. Y más adelante se unirían los dos conceptos llamando bisexual también a la atracción hacia dos ‘sexos’.

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