por wuwei (natàlia)
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El grito de ‘no tinc por’ (no tengo miedo) resonaba por Barcelona y las redes sociales después del atentado del pasado 17 de agosto en Las Ramblas. Un grito que no dejaba duda de que se quería dar una respuesta contundente hacia todas las partes: al atentado y a la esperada reacción racista que se podría dar después. Un grito que algunas, asustadas en nuestra casa, intentábamos sacar de dentro sin éxito; un grito que parecía que provenía de todas aquellas que podían permitirse el lujo de gritar que no tienen miedo: porque aunque vivan en una ciudad que acababa de ser vulnerabilizada por el terrorismo pertenece a la Europa blanca y no tienen que padecer situaciones similares día tras día, porque posiblemente han podido ver la noticia de lejos y no con el corazón latiendo mientras corría por los alrededores de Las Ramblas, porque su cuerpo y mente tienen la gran ‘suerte’ de no reaccionar más de lo que es estipulado como ‘normal’ a estímulos externos tan violentos, o simplemente porque acumula un montón de privilegios. Un grito que a algunas nos hacía sentir culpabilidad o vergüenza por no estar suficientemente a la altura, o por hacernos sentir cómplices de la violencia de cualquier bando. Simplemente porque teníamos miedo. Y no nos engañemos, es el sistema (patriarcal, racista, colonial, capitalista) el que provoca tanta violencia, desviando su atención y estigmatizando todo aquello que no forma parte de la masculinidad hegemónica, como es el ‘miedo’.
¿Por qué no tenemos que tener miedo? ¿Por qué, delante de una demostración de los valores de la masculinidad, como es un atentado, una guerra, una conquista de nuestros cuerpos, mentes y emociones, tenemos que reaccionar sin miedo (otro valor más de la masculinidad)? Pero no es sólo el miedo lo que se nos veta, es también la rabia, tenemos que mostrarnos ‘normales’. ‘Normales’ para una situación así, claro, tampoco caigamos en mostrarnos ‘demasiado despreocupadas’ o ‘poco sensibles’. No sólo ‘normales’, lo que se espera de una persona ‘normal’, sino también ‘normales’ en cuanto la medida de nuestras emociones: sensibles, pero fuertes; emotivas, pero sin pasarse; dando muestras de apoyo y afecto, pero manteniendo la calma y manteniendo a ralla el miedo. Más allá de esto se estigmatiza a todas las que no podemos vivir en la medida de lo que se ha estipulado que es ‘normal’.
Nos han hecho creer, a través de expresiones, de que quien es violento es porque es un cobarde, o quien ejerce un maltrato también es cobarde. A la vez también han señalado el miedo como el causante de violencia estructural, como por ejemplo el racismo. En este caso en muchos escritos, o en redes sociales, se señala al miedo como el causante de la reacción islamófoba de culpar a las personas musulmanas por el atentado. Haciendo esto se desvía totalmente la atención de que son las ideas previas al miedo las que nos conducen a un lugar u otro; es el racismo y nuestros privilegios blancos los que hacen que delante de una acción como la del pasado 17 de agosto reaccionemos con islamofobia. Ya éramos islamófobas antes. ¿O nos pensamos que las personas nos convertimos en racistas simplemente porque tenemos miedo? El miedo se utiliza como excusa para hacer creer que nuestro racismo no es un racismo ‘real’ sino un odio fundado.
El hecho de que se utilice como responsable de toda violencia estructural también se puede observar en como el propio sufijo ‘fobia’, que originalmente significaba ‘miedo’, ha acabado transformándose en también un sinónimo de odio y utilizándose para señalar estas violencias: homofobia, transfobia, gordofobia, y un largo etcétera. Una vez más, se borran las ideologías que hay detrás de estas violencias y a la vez se estigmatizan a muchas personas que somos diagnosticadas con fobias, o con trastornos y a todas aquellas con un funcionamiento diferente del que se estipula que tiene que ser ‘normal’.
Estoy muy cansada de que instrumentalicen mis miedos para desviar la atención del verdadero problema: el sistema (patriarcal, racista, colonial, capitalista). Precisamente todas estas estructuras, que son las que provocan muchas de las violencias que tenemos que vivir cada día, son las que estigmatizan el miedo (a parte de provocarlo) y ponen a la ‘valentía’ en un pedestal. Y sí que es cierto que el sistema se aprovecha de nuestras emociones, pero no solamente lo hace con el miedo, también lo hace con la ‘valentía’, o manipulando hacia donde tenemos que dedicar nuestros afectos o amores. El problema es que el miedo a muchas nos hace menos útiles o ‘capacitadas’ por un sistema que nos quiere productivas, y por eso molestamos.
Yo tengo miedo. Tengo miedo de la violencia policial que vivimos en nuestras calles, manifestaciones, en los desalojos, y que violenta cada día a personas que son atravesadas por el racismo o por cualquier otra estructura que también vulnerabiliza. Tengo miedo de volver sola de noche por la calle, ya que he vivido más de una vez agresiones sexuales. Tengo miedo de salir del armario en muchos entornos. El miedo en muchos casos me ha enseñado a protegerme, a cuidarme, a decir delante de situaciones de violencia ‘basta’. No quiero gritar que no tengo miedo. No soy valiente, ni quiero serlo, ni quiero tenerlo que ser.