mi bisexualidad es un desfase

por wuwei (natàlia)

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Este texto lo escribí y se publicó en El Salto el 21 de octubre. Podéis ver el original aquí . 

Aviso de contenido: monosexismo, estereotipos, machismo, heterosexismo

Mi cuerpo, mi mente, y todo mi sentir, llevan desde que nací cambiando, mudando. No quiero imponer qué es más natural y qué no. Todo lo que pueda ocurrir y ocurra, es natural. Las cosas “buenas” y las “malas”. Lo que está bien o no está bien no tiene nada que ver con lo que sea más o menos natural, tiene que ver con la ideología de cada cual. Mucha gente cree que los cambios tienen más tendencia a producirse, y a ser más “naturales”, cuando eres pequeña, y que cuando nos hacemos mayores tendemos a ser más rígidas, menos cambiantes.

Esta no ha sido mi experiencia. Yo siempre he sido consciente de mis cambios, y gracias a ellos he sobrevivido y he podido salir de momentos complicados de mi vida. La vida para mí es cambio. Siempre me he sentido yo misma como una especie de proceso. No hace falta que nadie me diga que me estoy poniendo filosófica, yo ya sé que me pongo así muy a menudo, puede que sea una de las pocas cosas que no han cambiado en mí desde que tengo consciencia, y desde que con cinco años mi gran preocupación era comprender si todo lo que veía y sentía era real o no y qué era el “yo” y esa voz que retumbaba en mi cabeza. Pero con todo esto tampoco quiero dar la impresión de que soy un ser que sabe mucho o que se conoce mucho y sabe bien lo que quiere o siente. Al contrario. Simplemente soy una rallada de la vida, sin más. Cada una tenemos lo nuestro.

Yo salí del armario como bisexual de forma muy confusa. De hecho, salí del armario con una amiga y conmigo misma a la vez. Le dije a mi amiga “oye, quiero decirte una cosa”, y ella me contestó “¿el qué?”. En ese momento no sabía ni lo que le iba a decir. “Que soy bisexual”, le dije. Y mientras lo dije la sorprendida fui yo. Seguramente más que ella. No hubo un razonamiento anterior, ni una crisis existencial, ni una duda mientras veía el mundo pasar. Nada, salió, así. Pero a partir de ese momento sí empecé a rayarme, como siempre, intentando entenderme un poco. También empezó una época muy complicada en mi vida, porque es lo que tiene la adolescencia, y más siendo una persona femenina, bisexual y autista. Pero hasta entonces mi vida había sido supuestamente heterosexual. O no. No lo fue. Me di cuenta en ese momento, rebuscando en mi pasado, que yo cuando era preadolescente era más lesbiana que otra cosa.

Sí, de eso me di cuenta en ese momento. O sea, cuando empecé a fijarme en personas de una forma más consciente, lo hacía básicamente con chicos. Y me atraían. Pero antes de empezar a experimentarme sexualmente, mi atracción era hacia chicas solamente. Y permitidme que sea así de binaria, no tenía más opciones en ese momento. Yo no tenía ni idea de que lo que sentía era atracción, o excitación. Obviamente aquí estaban el machismo y el heterosexismo bailándole a mi vida. Pero no solamente esto, también estaba el problema de ser autista, y muchos sentires míos me fueron vetados desde pequeña, algo que ha hecho que a lo largo de mi vida haya tenido que enmascarar demasiadas cosas de mí e imitar todo lo que me rodeaba, más que una persona neurotípica.

No quiero que eso se lea como que mi orientación “verdadera” y “natural” es la lésbica y que después con toda la presión social me volví más heterosexual y/o me quedé en medio. No es eso. Tampoco quiero que se lea que pasé una fase sin importancia. Las fases existen, son importantes, tanto como lo que interpretamos como “no-fases”. A mí me gustan y son partes importantes de mi vida. Pero vaya, tampoco nos pensemos, porque mi bisexualidad en ese momento terminó por ser una fase también. La violencia a la que estuve sometida los dos siguientes años hizo que me cerrara en una relación monógama con un hombre. Creía que así estaba más segura. Al menos eso es lo que sentía. Y allí se acabó. Temporalmente, claro.

Muchas activistas bisexuales se obsesionan en decir que si tienes una relación monógama con una persona de un género concreto esto no te convierte en monosexual, o sea en heterosexual o en lesbiana, que sigues siendo bisexual, sin matices, sin contextos. Yo era una de estas personas que no paraban de repetirlo. Pero creo que depende de cada una, qué queréis que os diga. O sea, lo que creo es que no tiene por qué, y tampoco tenemos que obligar a la gente a que sí siga siéndolo. Las personas cambiamos y nuestras experiencias también. También las estructuras que nos atraviesan. Las experiencias y los contextos son distintos para cada una. Habrá que sientan que sí, habrá que sientan que no, y habrá que no lo saben o que sientan que tal vez.

Para mí esta retórica tiene una fuerte base monógama, con todo el rollo de que la bisexualidad solo parece poderse demostrar fuera de la monogamia, parece que a todas nos asuste tanto esta idea que queremos aferrarnos a esa identidad fija de nuestro ser. En mi caso, durante esos once años de relación monógama con un hombre pasé por varias fases: en algunas de esas fases seguía sintiéndome atraída por mujeres, pero tampoco me importaba y no lo expresaba, y tampoco sentía ser bisexual, así que el monosexismo no me afectaba; en algunas otras fases sí que me afectaba y sí sentía necesidad de expresar cierto sentir; y en otras fases simplemente me sentía heterosexual. Es así. Y estoy segura de que no he sido la única.

Pero esas múltiples fases pasaron también. Dejé esa relación. Y mi atracción, o al menos como yo la percibo, se complicó. Los ejes de mi atracción no son el género. Pero para no hacerlo simple, que sería demasiado fácil, tampoco quiero decir que el género no cuenta para nada en mi atracción. Digamos que no filtro totalmente ningún género, y me puedo llegar a sentir atraída por una persona de cualquier género. Pero sí que es verdad que hay géneros que filtro más que otros. Eso no empezó siendo así hace casi diez años cuando dejé esa relación. En realidad, no filtraba nada en el género. Pero hay ciertas cosas que fui aprendiendo, y ciertas experiencias que también cambiaron mis atracciones. Me volví selectiva con algunas cosas, y mi propio cuerpo también. De hecho, una de mis fases fue la asexualidad. Durante dos años dejé de sentir atracción. Y creo que fue una bendición, realmente necesitaba eso. Necesitaba dejar de sentir ciertas cosas para curarme de muchas otras. Ahora soy alosexual. Y bisexual. Actualmente, mis ejes de atracción son más complejos que el género, y se dibujan y desdibujan a través también de posiciones políticas, activistas e ideológicas. No es solamente mi mente quien decide esto, es también todo mi cuerpo. Y me gusta ser así.

Me flipa mucho cuando hay gente que afirma con total rotundidad que la bisexualidad no es una fase. O que cualquier otra des/orientación tampoco lo es. Parece como que necesitamos ponerle énfasis a eso, ya que las fases y los cambios en nuestro contexto social no valen nada. Pero es irónico, este contexto social y estructural no nos permite cambiar según nuestras necesidades y contextos, es algo prohibido, quiere fijarnos en algunas de las cajas para jerarquizarnos, estigmatizarnos, colocarnos en algún lugar, sea el de productiva, sea el de “ser despreciable”.

Pero a la vez nos obliga a un constante fluir cambiante que nos inestabiliza, especialmente en lo económico y relacional. Una especie de fluir que es más bien un arrastre estructural que nunca sabes dónde te llevará.Y a las más vulnerables suele arrastrarlas a los lugares más precarios. Es verdad que hay un discurso en pro de las fases y de los fluires que es bastante liberal, que borra totalmente las estructuras que nos afectan y que simplemente se suman a una confusión apolítica intencionada. Pero lo contrario no tendría que pasar por negar nuestros cambios. Delante de todo esto prefiero pensar en otras vías. Vuestra bisexualidad podrá no ser una fase, pero la mía lleva siendo un gran desfase desde el primer día.

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mesa redonda guarreem fusió – viernes 6 de abril

por wuwei (natàlia)

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Éste viernes día 6 de Abril participaré en la mesa redonda de Guarreem Barcelona, donde se hablará de cómo nos afectan los discursos y los ambientes no  monógamos y sexpositive y kiny a personas que nos atraviesan diferentes ejes de opresión. Esta vez yo participaré hablando más sobre asexualidades, arromanticismos y neurodivergencias, pero también se hablará de plurisexualidades, de géneros no binarios, de miedo/fobia social y de diversidad de cuerpos. Os dejo el evento de facebook.

 

Lugar: La Raposa de Pole Sec, c/ Tapioles, 47, Barcelona

Día y hora: viernes 6 de Abril a las 19h

 

Un placer para mí compartir mesa con estas personas y de colaborar con este grupo que acaba de aparecer por Barcelona (Guarreem Barcelona) y que pinta tan y tan interesante. Os dejo el cartel de todas las actividades del mes de Abril (¡lo que queda de mes hacen dos evento más!).

 

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organizarnos para tenernos en cuenta sin tener que follar todes

por wuwei (natàlia)

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aviso de contenido: alosexismo, sexocentrismo, sexo, mención de traumas y violencia patriarcal

 

¿Cuántas veces he escuchado eso de ‘si nos organizamos follamos todas’? llevo escuchando (no continuamente, pero sí con cierta frecuencia) éste eslogan (y de muy parecidos) desde hace bastante tiempo. Un eslogan que siempre que lo escuchaba me quemaba por dentro. Me molestaba esta ‘obligatoriedad’ en la que parecía que todas teníamos que follar (y sobre todo desear follar). Siempre que esto me pasaba me callaba en silencio y pensaba que la molestia era debida a que el patriarcado no me dejaba liberarme.

Parece que la liberación ha de llevar (por narices) a un deseo sexual considerablemente aceptable en cantidad (cuantía estipulada en algún lugar que nunca he entendido cuál es) para todas y con unas necesidades parecidas; o sea, que lo que es normal es ‘desear’, y que la liberación consiste simplemente en buscar ese deseo, llevarlo fuera, mostrarlo y llevarlo a la práctica: follar todas. Finalmente, el discurso crítico y feminista le pondría el ‘añadido’ de cómo nos organizamos, como dejamos de competir, que seamos cooperativas, que rompamos estructuras de género, de orientación, de sexualidades, de prácticas, que hablemos de cuidados… pero tenemos que follar todas. Me atravesaba, me dolía, y yo giraba la espalda a aquellas sensaciones cuestionándome constantemente mi reacción adversa. ‘Estoy fatalmente limitada por el patriarcado’, me decía, mientras me miraba incrédulamente sospechando que alguna cosa no iba bien en todo este argumento que yo misma me dedicaba.

Durante una buena época relacioné todo eso que sentía a los traumas que arrastraba debido a agresiones y violencias que había padecido anteriormente. Todo tenía más sentido así: creí que esta supuesta limitación que me generaba el patriarcado venía fomentada, no solamente por la educación patriarcal, sino también por su violencia directa. Durante tiempo luché contra ésta posible consecuencia de los traumas, sin darme cuenta que incluso en el caso hipotético de que hubiesen sido los traumas los que me hubiera llevado hasta ese punto, luchar contra eso es suponer que tener un deseo sexual que se podría interpretar como inferior al que se ha estipulado como ‘normal’ (en un marco patriarcal, obviamente) es negativo y algo a cambiar por sí mismo.

Tengo que admitir que sean cuales sean los motivos por los cuales mi deseo parece ‘inferior’, o que tiene unos filtros distintos y más grandes a los estipulados como ‘normales’, ha hecho que necesite una confianza mucho más elevada con una persona antes de sentir cierto tipo de atracciones, cosa que me ha ayudado a defenderme de posibles situaciones extremadamente violentas. Además, que una persona que ha padecido algún trauma tenga que verse ‘obligada’ a enfrentarse con la sensación de tener ciertos tipos de deseos es altamente violento y poco cuidadoso (aquí se mezcla también con el poco cuidado y sensibilidad con la que se tratan los traumas en los discursos sexpositive más normativos, incluso con el discurso feminista).

Ya desde hace un tiempo me he aceptado como no alosexual, en algún punto del aspectro de la grisasexualidad. No me ha estado fácil esta identificación, ya que atracción siento, y sí que puedo sentir mucho, juntamente con mucho deseo, aunque no me pasa tampoco muy a menudo. Lo que he entendido es que tengo un filtro muy elevado en mis atracciones, no me siento atraída hacia demasiadas personas, y mi filtro es muy mental (tiene que ver con las conexiones o ciertas atracciones mentales que pueda tener y que construya). También me cambia con el tiempo, y he tenido épocas de muy poco deseo, seguidas de épocas con mucho más deseo.

Uno de los problemas que me encuentro más a menudo es que en nuestra forma de relacionarnos el sexo puede ser un indicador de jerarquía: tener sexo con una persona puede implicar la posibilidad de acabar dedicándole más tiempo, más cuidados, más compromiso o más importancia. Debido a esto, cuando una persona con quien yo mantengo una relación muy importante (sin que sea una relación sexual) ha empezado a tener una relación sexual con otra persona, suelo tener miedo a sentirme desplazada y dejada de lado. A veces me pregunto cuanta parte de deseo que muchas tenemos podría estar mezclada con el deseo de poder ser considerada, reconocida y tenida en cuenta. Es por esto, que esto ‘tenemos que follar todas’ me atraviesa todavía más.

El problema no radica en el deseo de liberación para poder tener mucho sexo, si es eso lo que se desea. Para mí el problema está en suponer que todas tenemos que tener el mismo tipo de deseo, y creer que si nuestro deseo es otro, es un problema. La liberación sexual (así como la afectiva) tiene que pasar para que todas podamos vivir nuestros deseos sin el temor estructural de que es algo malo: sea en la cantidad que sea. ¿No sería más crítico organizarnos para tenernos todas en cuenta sea lo que sea lo que compartamos entre nosotras? Incluso todas aquellas con las que no follamos, ni con las que tenemos relaciones románticas o de pareja, relaciones altamente jerarquizadas, invisibles y olvidadas.

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